Helicobacter es el nombre de la bacteria causante de esa úlcera que ha amargado la vida a millones de pacientes por su intenso dolor y sangrados. Un artículo del doctor Juan José Granizo

Hasta los años 80 del pasado siglo, los médicos nos formábamos en el respeto y temor a una enfermedad muy prevalente y potencialmente mortal como era la úlcera gastroduodenal, también llamada úlcera péptica.
La úlcera no solo ha amargado la vida a millones de pacientes por su intenso dolor si no que una proporción importante de ellos padecía sangrados, que podían ser cuantiosos, poniendo en peligro la vida. En casos extremos y por desgracia no fueron pocos, la úlcera perforaba las paredes del estómago con consecuencias catastróficas.
La causa de este mal, que llegó a estar entre las 10 primeras causas de muerte en el mundo desarrollado, era poco conocida.
El estrés y la comida picante se llevaron una inmerecida culpa, hasta que en 1981 los australianos Robin Warren y Barry Marshall identificaron una bacteria en los estómagos de enfermos ulcerosos denominada -en aquella época- Campylobacter pilori. La lograron cultivar y establecieron la hipótesis, finalmente demostrada, de que la úlcera gastroduodenal era una enfermedad infecciosa causada por esa bacteria.
Actualmente, su nombre es Helicobacter pilori, una vez que la genética ha demostrado que no tiene nada que ver las bacterias del género Campylobacter, que causan diarrea en humanos.
En realidad, la ciencia sabía que los Helicobacter viven en el estómago de los humanos desde 1875 pero la imposibilidad de cultivarlas en el laboratorio en esa época dificultó su conocimiento y sencillamente, se olvidaron.
Helicobacter es una bacteria extraordinariamente común, pero vive en un lugar imposible haciendo cosas extrañas.
Helicobacter debe su nombre a su peculiar forma de espiral. Posee varios flagelos en su extremo, unos pequeños “pelillos”, que le permiten desplazarse rápidamente.
Ambas cosas le son necesarias para sobrevivir en un ambiente tan ácido y corrosivo como es el estómago.
Hasta allí, las bacterias llegan desde otra persona infectada. Los helicobacter se eliminan con las heces y, al contaminarse aguas o alimentos, pueden pasar a otra persona o de manera directa a través de las manos sucias.
Gracias a su forma en barrena y a los flagelos, el Helicobacter “taladra” la capa de moco que protege al estómago de su propio ácido hasta que alcanza un espacio virtual que queda entre esa capa de moco y las células de la pared gástrica.
Adherida a esas células la bacteria sobrevive, gracias a que metaboliza urea transformándola en amoniaco, que es capaz de anular la acidez del estómago.
El amoniaco es tóxico para las células de la pared gástrica, que al ser destruidas, abren en la pared gástrica un auténtico cráter, que es propiamente la úlcera.
Como en muchas enfermedades infecciosas, un ciclo de varios antibióticos durante unas semanas consigue la erradicación de la bacteria y con ello la curación efectiva, algo que antes era imposible ya que sólo se controlaban los síntomas con antiácidos (cimetidina, ranitinida, omeprazol…), que fueron en sí mismos un gran avance. Sin embargo, al retirar estos fármacos, la sintomatología reaparecía.
Helicobacter es una bacteria extraordinariamente prevalente. Se calcula que en el tercer mundo dos terceras partes de la población están colonizadas por ella, la mayoría desde la infancia. Afortunadamente, la mayor parte de estas personas son asintomáticas.
En el mundo desarrollado, la prevalencia de colonización es menor, se estima que puede afectar a una cuarta parte de la población, lo que podría ser debido a mejores hábitos higiénicos, aunque el uso (y abuso) de antibióticos en nuestro medio podría erradicar la bacteria de manera inintencionada.
Helicobacter causa tres enfermedades: la úlcera péptica, cada vez más rara, la gastritis, que es con mucho la enfermedad más frecuente asociada a esta bacteria y cáncer de estómago.
En el caso del cáncer, se ha observado una asociación con algunos tipos de neoplasias gástricas. La relación helicobacter y cáncer es un tema complicado en el que no están las cosas claras, todavía.
Parece ser que la gastritis producida por este germen, a largo plazo, ocasiona una forma de gastritis crónica atrófica que aumenta el riesgo de cáncer.
Erradicar al Helicobacter de una persona es viable, pero en la población es complicado. Dos razones lo explican:
Una persona con helicobacter sin tratamiento lo tendrá de por vida. Nuestro sistema inmune es incapaz de eliminar la bacteria, porque no llega a entrar en nuestro organismo, si no que nos coloniza justamente sobre (pero no dentro de) la pared gástrica no dando buenas opciones a que la inmunidad se ponga en marcha eficazmente.
En segundo lugar, la mayor parte de los colonizados son asintomáticos y por lo tanto estas personas nunca recibirán tratamiento actuando como un reservorio toda su vida, pudiendo infectar tanto personas libres de infección como pacientes que han sido tratados con éxito.
Para colmo, con una frecuencia creciente se están detectando resistencias a los antibióticos, lo que complica su tratamiento efectivo.
Habrá que acostumbrarse a vivir con ella. Aunque cada vez menos gente sufra consecuencias graves por ella.
El tratamiento moderno con antibióticos más antiácidos (sobre todo el omeprazol) ha conseguido reducir enormemente las complicaciones mortales de las úlceras como era el sangrado y la perforación, hasta el extremo que es muy raro ver actualmente un enfermo con una úlcera sangrante.
Pero los Helicobacter seguirán estando ahí por mucho tiempo, me temo.
Juan J. Granizo, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública