Cuando respirar produce cáncer y no es el humo de la contaminación o el tabaco (también en Pozuelo). Un artículo del Dr. Juan J. Granizo
¿Y si el aire que respiramos fuera cancerígeno?.
Parece que es una ficción apocalíptica: pero es un hecho real.
Desde hace años, epidemiólogos de todo el mundo habían observado en algunas zonas una incidencia relativamente elevada de cáncer de pulmón en personas no fumadoras.
Desde la costa de Pontevedra al interior de China, varones sin aparente exposición a productos cancerígenos y mujeres de vida saludable sufrían tasas de cáncer moderada, pero inexplicablemente altas.
La causa del misterio se empezó a desentrañar cuando el operario de una central nuclear disparó las alarmas radioactivas de su centro de trabajo. La causa no estaba en su profesión, si no en algo que él traía del sótano de su casa, donde pasaba el tiempo libre.
Hace 30 años se descubrió que el problema es un gas denominado radón. El radón es un elemento radioactivo natural, que procede de la desintegración del uranio que se encuentra en pequeñísimas cantidades en zonas con subsuelos de granito o pizarra.
Este tipo de terrenos se encuentran en buena parte del oeste peninsular y en la sierra de Madrid. Pozuelo de Alarcón se encuentra en una zona de exposición al radón media o media-alta siguiendo el mapa del Consejo de Seguridad Nuclear.
Las rocas graníticas están cubiertas por una capa variable de sedimentos. En función de la permeabilidad de esos sedimentos y la fracturación del propio granito, desde el suelo emanan mínimas pero significativas cantidades de radón.
Al respirarse con el aire, el radón irradia el tejido pulmonar, aumentando moderadamente el riesgo de cáncer en este órgano.
El radón no presenta niveles peligrosos al aire libre: fuera de un espacio cerrado no es nocivo.
El problema es que es un gas más pesado que el aire, por lo que tiende concentrarse en los sótanos, ya que se filtra desde el suelo a través de pequeñas grietas del edificio o los desagües. Los edificios antiguos son los que tienen niveles de radón más altos tanto por el deterioro, como por la propia técnica de construcción. Aunque los niveles de radiación son bajos, el efecto acumulativo de años de exposición llega a ser un riesgo real para la salud.
En los últimos 30 años científicos de todo el mundo han alertado sobre este peligro con evidencias sólidas. Por fin la Unión Europea aprobó en 2013 una normativa que será de aplicación a partir de 2018. Con ella se quiere controlar la exposición al radón tanto en las viviendas como en los lugares de trabajo.
Esto implicará cambios en la manera de construir, aunque las medidas tomadas hace años para promover el ahorro energético han reducido la penetración del radón en nuestras casas.
Si se cumplen estas medidas, los días del radón como problema de salud pública están contados.
Juan J. Granizo, Doctor en Medicina, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública
Para saber más.
http://politica.elpais.com/politica/2017/02/12/actualidad/1486920960_492473.html