El segundo teniente Antonio Vidal, condecorado con la Cruz Laureada de San Fernando, herido y prisionero en la guerra de Cuba, dio su vida por España en el cautiverio

Antonio Vidal Fernández había nacido en Vitoria en 1872, ingresó en el ejército en 1888 como voluntario en el Regimiento de Otumba, ascendiendo en la escala militar hasta el grado de sargento en 1889.
El sargento Vidal, siendo jefe del destacamento del puesto fortificado de Alta Gracia, una ciudad del distrito de Puerto Príncipe, provincia de Puerto Príncipe, hoy provincia de Camagüey, fue atacado por fuerzas de los insurrectos bajo el mando directo de Máximo Gómez.
El puesto se encontraba a unos 20 km al nordeste de Puerto Príncipe, en las afueras del poblado de ese nombre, muy cerca de la línea férrea que une esa ciudad con Nuevitas y de la carretera que sigue una trayectoria similar, en esa época era una vía no pavimentada, pero de importancia por unir la capital provincial con el puerto de Nuevitas. El puesto tenía una destacada significación estratégica para la defensa de ambas ciudades y la comunicación entre ellas.
El sargento Antonio Vidal Fernández y tenía a sus órdenes 31 hombres del 2º Batallón Provisional de Puerto Rico, 25 de ellos de guarnición en el fuerte y 6 de más de retén en la estación de ferrocarril.
En la madrugada del día 17 de junio de 1895 fue atacado por los insurrectos y los 25 hombres de que disponía el sargento Vidal rechazaron el ataque.
El destacamento ocupaba una casa de guano sin condición alguna para su defensa, en la que llegó a penetrar el enemigo machete en mano, siendo rechazado y muerto uno de los atacantes por el mismo sargento Vidal.
A la media hora de comenzar el ataque del enemigo, sin que lograra su intento a pesar de las sensibles pérdidas que habían sufrido los defensores, empezó a arder la casa estos ocupaban, y, no pudiendo sostenerse en ella por las proporciones que tomaban las llamas, dispuso el sargento la retirada sobre el ingenio Dos Marías, distante un kilómetro, colocando, antes de marchar, 1.118 cajas de municiones de repuesto, que no se podían llevar, en el lugar en que más incremento tenía el incendio, a fin de que estallasen y no cayeran en poder del enemigo, como así sucedió.
Bajo un nutrido fuego del enemigo se efectuó la retirada, llevándose consigo a los heridos y escondiendo en la manigua a los que no podían seguirle con el fin de recogerlos más tarde, como así sucedió.
Consiguieron llegar al ingenio donde se fortificaron y en el que se le incorporaron los seis soldados del destacamento de la estación. A la vista de la inutilidad de sus esfuerzos, los mambises dejaron de hostilizarlos y se retiraron.
La fuerza del destacamento tuvo 5 muertos, 6 heridos y dos contusos, entre estos el propio sargento Vidal. Entre los muertos de los atacantes se encontraba el jefe de partida Francisco Borrero Lavadí, que cayó fulminado por un disparo.
Por estos hechos, el sargento Antonio Vidal Fernández fue condecorado con la Cruz de la real y Militar Orden de San Fernando, premiado con una pensión anual de 600 pesetas y ascendido a segundo teniente de la escala de reserva.
En diciembre de 1897, Vidal estaba destinado en el 2º batallón de Isabel La Católica en la compañía que guarnecía el pueblo de Guisa. Durante la guerra de la independencia cubana, Guisa figura como un vértice del triangula conformado por Bayamo- Guisa- Jiguaní y fue escenario acontecieron 11 enfrentamientos, el de mayor envergadura fue la última gran batalla de la guerra.
Guisa en sus buenos tiempos tenía una docena de casas regulares y muchos bohíos. Los habitantes no pasaban de 60O. Ahora no serían estos ni 300.
La guarnición se componía de unos 140 hombres del Isabel la Católica, mandado por el capitán Rafael Caballos Gavira y los tenientes Antonio Vidal y Manuel Calvo, y los ingenieros encargados del servicio heliográfico. Para la defensa del pueblo había tres fortines, cuyo único medio ofensivo y defensivo eran los fusiles de sus soldados. Guisa no parecía amenazada por el enemigo si se tiene en cuenta su situación topográfica y no tener comunicación nada más que con Cauto.
En la noche del 28 al 29 de noviembre los rebeldes al mando de Calixto García rodearon el pueblo en silencio total, y al amanecer del día 29, a las 6, 30 de la mañana, rompieron el fuego de cañón sobre la torre del heliógrafo desde unos doscientos metros del edificio y desde posiciones ventajosas.
La guarnición se defendió con tenacidad. Pronto quedaron destruidos los fortines, pero los soldados seguían defendiéndose. El incendio se había apoderado de los fortines y de algunas casas.
La tropa peleaba heroicamente, envuelta en llamas, hasta que sobre la una de la tarde entraron los rebeldes. Hallábase heridos el capitán jefe de la guarnición, D. Rafael Caballos Gavira, un teniente y 50 soldados. Aún seguían defendiéndose en la torre heliográfica el sargento jefe de aquel servicio, Julio Iburdisan, el cual, al mismo tiempo que disparaba su fusil, seguía trasmitiendo las señales heliográficas á Bayamo. Los ocho soldados que guarnecían la torre heliográfica disparaban sus armas con verdadero frenesí, en tanto que el sargento Iburdisan trasmitía á Bayamo noticias del estado angustioso en que se encontraba Guisa y pidiendo auxilio.
La torre referida recibió cañonazos disparados a 200 metros de distancia. Cada uno de ellos causaba terribles destrozos. Así se defendieron hasta las tres de la tarde. A esta hora el sargento Iburdisan puso su último despacho heliográfico, qua decía: “Enemigo sigue bombardeando esta torre. Trasmito noticia desde el foso. Dos piezas hacen fuego contra esta torre. Dentro del pueblo tiran con otras cuatro piezas. Estoy herido de granada. El cabo grave. No puedo más. Iburdisan.”
Apenas se supo el ataque de los rebeldes a Guisa, el general Blanco desde la Habana, el general Pando desde Ciego de Ávila, dispusieron la salida de fuerzas en auxilio de los asediados.
Salió el coronel Tovar con una columna compuesta de 3.000 hombres y dos piezas de artillería. La jornada era larga, unas quince leguas. Imaginable es la impaciencia de Tovar y de sus oficiales y soldados, impaciencia aumentada por haberse cortado la comunicación con Cauto y se ignoraba lo que ocurrí a allí.
Para averiguarlo salió un propio desde Bayamo, pagándole treinta y cuatro duros, pero el enemigo le hizo regresar a tiros. El día 30 se conocieron algunas noticias de Guisa por el soldado Pedro Méndez, quien, en el momento supremo del ataque, se prestó voluntariamente para salir de un fortín e ir a Bayamo después de haber cruzado entre los rebeldes. Confirmó las noticias que ya se tenían, añadiendo que el fuego siguió en la torre heliográfica hasta las ocho de la noche. Dijo también este valiente soldado que calculaba que las fuerzas enemigas serían de unos 5.000 hombres.
La columna de Tovar, después de pasar por Bueicito y por Jiguaní, cuyos destacamentos se encontraban en situación delicada, llegó el día 4 a Guisa. Tuvo por el camino varios tiroteos, sufriendo tres heridos. El enemigo había puesto grandes obstáculos cerca de Guisa, rodeando el terreno de alambradas, y colocando algunos torpedos.
En el primer encuentro con fuerzas enemigas, antes de llegar a Guisa, fueron heridos el comandante Latorre, los médicos Arbat y Martorell, un capitán y 38 soldados. Dos de éstos murieron en la refriega. Después, cuando salvaron los obstáculos, tomaron las lomas y se apoderaron de las posiciones, los españoles tuvieron las siguientes bajas: un oficial y doce soldados heridos. En ambos combates el enemigo ha debido tener muchas bajas. Ha sido dispersado completamente.
El mando rebelde, al conocer la llegada de una fuerte columna española, ordenó prender fuego al pueblo y emprender la retirada con los 112 prisionero españoles, 30 de ellos heridos, entre ellos el capitán Caballos y los tenientes Antonio Vidal y Manuel Calvo. Los españoles habían tenido unos 50 muertos y los rebeldes, según sus fuentes 15 muertos y 37 heridos.
Nuestro héroe el segundo teniente de la reserva, condecorado con la Cruz Laureada de San Fernando, herido y prisionero, Antonio Vidal Fernández, murió en el cautiverio en fecha desconocida. A título póstumo fue ascendido a primer teniente.
Joaquín de la Santa Cinta, Ingeniero aeronáutico, economista e historiador
Para saber más:
- Diario Oficial del Ministerio de la Guerra N.º 16 de fecha 22 enero de 1986. Real Orden de 20 de enero de 1896.
- El Imparcial del 7 de diciembre de 1897
- Internet