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Orgullo de ser Español
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1.022 muertos, 1.383 heridos y 2.500 prisioneros fueron los héroes españoles anónimos de la Batalla de Trafalgar junto a sus ilustres mandos, algunos de los mejores marinos de guerra de nuestra historia

By Capitán Possuelo
08/11/2017
1755
0
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El 21 de octubre de 1805 tuvo lugar la trascendental batalla de Trafalgar. Fue una de las batallas más decisivas de la historia de la Armada española, sin duda la más importante batalla naval del siglo XIX, la más trágica para Francia y su Emperador, pues significó la pérdida total su marina militar, y una de las victorias más decisivas para el Reino Unido.

Se produjo en las inmediaciones del Cabo de Trafalgar y para nuestro país representó la pérdida de la Armada, no tanto por la destrucción de navíos de combate como por la pérdida de marinos cualificados, la moral y las comunicaciones con nuestras colonias en un momento crucial de la historia, cuando más necesitábamos una Armada potente que permitiera el control y las comunicaciones con los extensos territorios americanos donde empezaban a brotar las semillas de la insurrección.

La Armada española presentó 15 navíos al combate de los que regresaron 5, el resto se hundió, quemó, naufragó, varó al regresar del combate o fue capturado por el enemigo. De los aproximadamente 12.000 que españoles que combatieron, 1.022 fueron muertos, 1.383 heridos y 2.500 prisioneros.  La marinos ilustres españoles caídos en dicha batalla fueron:  el teniente general Federico Gravina y Nápoli, jefe de la escuadra española y combatiente en el navío Príncipe de Asturias, murió en Cádiz meses después de la batalla como consecuencias de las heridas recibidas; el brigadier Cosme Damián Churruca a bordo del San Juan Nepomuceno;  el brigadier Dionisio Alcalá Galiano embarcado en el Bahamas y el capitán de navío Francisco Alcedo y Bustamante al mando del Montañez.

La historia del brigadier Cosme Damián Churruca ya la relatamos en nuestro libro 50 héroes españoles olvidados, aquí procederemos a relatar la vida de los otros tres héroes.

Federico Carlos Gravina y Nápoli, nació en Palermo(Italia) en 1756, marino militar, duodécimo capitán general de la Real Armada, murió en Cádiz en marzo de 1806 como consecuencias de las heridas recibidas en la batalla de Trafalgar. De familia noble, sus padres eran Grandes de España.

Con 19 años sentó plaza de guardia marina en la Armada española, su primer navío fue el San José, un navío de tres puentes y 112 cañones. Dos años más tarde, ya ascendido a alférez de fragata y, embarcado en la fragata Santa Clara, estuvo en la expedición del virrey y capitán general de Rio de la Plata, Pedro de Cevallos, que el rey Carlos III enviaba a: “a tomar satisfacción a los portugueses por los insultos cometidos en mis provincias del Rio de la Plata”, siendo su objetivo principal la toma de la Colonia de Sacramento. Gravina tuvo una brillante actuación y el honor de pedir la rendición del castillo de la Concepción, ubicado en un islote cercano a la isla de Santa Catalina, que ante sus requerimientos se rindió sin resistencias. Poco después, fondeando la escuadra en la desembocadura del Rio de la Plata, la Santa Clara varó y naufragó muriendo 92 de sus tripulantes. Gravina sobrevivió con el resto de la tripulación en una lancha que arribó a Montevideo.

En 1778, ascendido a alférez de navío, combatió contra los piratas argelinos a bordo de varios jabeques. Ascendido a teniente de fragata se le concedió su primer mando independiente, el jabeque San Luis, con el que combatió en el bloqueo de Gibraltar durante el gran asedio de 1779 a 1783.

Formó parte de la expedición que recuperó Menorca, en poder del gobierno inglés desde el tratado de Utrecht de 1713, distinguiéndose en el sitio del castillo de San Felipe. Acabada la campaña volvió al bloqueo de Gibraltar y al mando del apostadero de Algeciras. Ya ascendido a capitán de navío, a bordo del Santísima Trinidad y a las órdenes del general Luis de Córdova, no se consiguió impedir la entrada del convoy de suministros en Gibraltar que protegía la escuadra inglesa del almirante Howe.

Volvió a batallar contra los piratas argelinos, verdadero terror de las costas y el tráfico mercante español en el Mediterráneo. En 1888 llevó a Constantinopla al embajador Jussuf Efendi en la fragata Rosa bajo su mando. Ascendido a brigadier, al mando de la fragata Paz, tuvo el triste honor de llevar la noticia de la muerte del rey Carlos III a las Colonias Americanas.

Dos años después recibió el mando de su primer navío, el Paula, con el que participó en la retirada de Orán, protegiendo las fuerzas del ejército que abandonaban esta posesión africana después de casi tres siglos en poder de España.

Tras ser promovido a jefe de escuadra, pidió licencia para viajar a Inglaterra, por entonces aliada de España, donde pudo aumentar sus conocimientos navales, a su vuelta, y al mando de cuatro navíos, combatió contra la Francia revolucionaria, estuvo en el asedio de Tolón, donde fue herido grave en la pierna derecha. Poco después fue ascendido a teniente general

Rotas las relaciones con Gran Bretaña por la firma, entre España y Francia, del Tratado de San Ildefonso de 1796, fue nombrado segundo comandante de la escuadra de José Mazarredo, a las órdenes de quien combatió en el ataque y bloqueo de Cádiz por la flota inglesa del año siguiente. Firmada la paz, fue nombrado embajador de España en París en 1804.

El 5 de octubre de 1804, pese a que España era neutral, una flota inglesa ataco a cuatro fragatas españolas que transportaban 4,7 millones de pesos en el Cabo de San Vicente. El resultado fue la voladura de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes y el apresamiento de las otras tres que formaban la flotilla española. Este hecho, típicamente de piratas ingleses, significo el fin de la paz entre ambas naciones. España declaró la guerra a Inglaterra el 12 de diciembre del mismo año, guerra que nos llevaría a la batalla de Trafalgar y a la muerte de nuestros héroes.

Dionisio Alcalá-Galiano y Pinedo, andaluz, nacido en 1760 en Cabra, provincia de Córdoba, marino militar y científico, brigadier de la Real Armada combatiente en Trafalgar al mando del navío Bahama sonde encontró la muerte.  A los 11 años sentó plaza de guardiamarina donde destacó como cartógrafo. Embarcado en la fragata Júpiter participó en la expedición del virrey Pedro de Cevallos en la conquista de la isla de Santa Catarina. Posteriormente, embarcado en el paquebote San Cristóbal sirvió dos años en las islas Malvinas. Ascendido a alférez de fragata, se dedicó al corso durante la guerra contra Gran Bretaña por el apoyo de España a la independencia norteamericana.

Firmada la paz, colaboró embarcado en la fragata Luisa en la perfección topográfica de las costas de España que dirigió Vicente Tofiño durante los años 1784 y 1785. Ascendido a teniente de fragata y con fama de buen cartógrafo, participó en la expedición del capitán de navío Antonio Córdova al estrecho de Magallanes y en la empresa dirigida por Tofiño para fijar la verdadera posición de las Islas Terceras en las Azores.

Miembro de la tripulación de la expedición de Alejandro Malaspina y de José de Bustamante. En Acapulco, la expedición recibió órdenes del rey Carlos IV de explorar el norte del Continente Americano en busca del famoso Paso del Noroeste entre el Atlántico norte y el Pacífico. En su búsqueda llegaron hasta la bahía de Yakutat en Alaska, donde se convencieron de que no existía tal paso. En su retorno a Acapulco visitaron los presidios españoles de Nutka, en la isla de Vancouver y Monterrey en la Alta California.

En Acapulco le esperaban las nuevas órdenes del Virrey de reconocer y cartografiar el estrecho de Juan de Fuca, estrecho que bordea la isla de Vancouver por el sur en el Océano Pacífico. La expedición cartográfica se hizo en dos pequeñas goletas, la Sutil y la Mexicana, mandada una por Alcalá Galiano y llevando la otra a sus órdenes, el mando de la segunda fue dado a Cayetano Valdés. Ambos barcos dejaron la expedición de Malaspina y emprendieron su aventura en solitario. Visitaron, nuevamente el puesto de Nutka, fijaron su posición en longitud y procedieron a tomar los datos de su misión. Inspeccionado el estrecho en toda su extensión, demostraron que el estrecho no era un canal que conectase los dos océanos.

Ascendido a capitán de navío, volvió a España. Alcalá Galiano se considera el inventor del procedimiento para hallar la latitud por observación de la altura de la estrella polar, o de un astro, a cualquier distancia del meridiano.

Complicado en la conspiración de Malaspina contra Godoy, fue destinado al puerto de Cádiz. Luchó en la defensa de Cádiz del ataque ingles de 1797 al mando de algunas de las famosas cañoneras. Dos años después, logró burlar el bloqueo inglés y realizar un viaje a América en busca de plata de la que tan necesitada estaba el país. El éxito del viaje hizo que este se repitiera con igual suerte a la ida, pero no a la vuelta, ya que fue bloqueado por los ingleses y no pudo salir de La Habana hasta la Paz de Amiens que dio fin a la guerra.

De regreso a Cádiz se le dio el mando del navío Bahama. Con motivo de las bodas del príncipe Fernando con María Antonia de Borbón fue ascendido a brigadier. Al mando de la fragata Soledad fue encargado de levantar cartas del Mediterráneo Oriental hasta la desembocadura del mar Negro.

Desterrado a Cádiz, en septiembre de 1805 se encontraba ocupado en el desempeño de los trabajos relativos a su expedición por el Mediterráneo Oriental. Acabada su relación, se le dio el mando del Bahama con el que combatió en la batalla de Trafalgar. De su carácter vehemente y poco sufrido da ejemplo la disputa con el contralmirante francés Magón, en el consejo de guerra del día 8, en relación con la conveniencia, o no, de la salida de la flota de Cádiz que estuvo a punto de acabar en un duelo entre ambos

Francisco Alcedo y Bustamante, cántabro nacido en Santander en 1758 y muerto al mando del navío Montañés en la batalla de Trafalgar. Marino militar procedente de una familia de militares. Con 15 años sentó plaza de guardiamarina en Cádiz, al año siguiente, a bordo del jabeque Gamo, participó en la expedición a Argel, desde su lancha protegió el reembarco de las fuerzas desembarcadas después del fracaso del ataque.

Después de la vuelta de la desgraciada expedición, practico el corso durante unos meses por el Mediterráneo occidental. Embarcado para el Caribe, en 1781 estuvo en la toma de Pensacola, en la Florida, y al año siguiente fue herido en el gran sito de Gibraltar.  Al final de este mismo año es ascendido a teniente de navío. En 1793, a bordo del navío San Eugenio, combate contra las fuerzas francesas en la isla de Santo Domingo, participando en la toma del fuerte del Delfín en esa ciudad. Tres años después es ascendido a capitán de navío.

En junio de 1805 se le dio el mando del navío Montañez, navío que había sido construido por suscripción popular en la ciudad de Santander, su ciudad natal, con el que combatió en la batalla de Trafalgar.

Después del combate de Finisterre, cuando la escuadra combinada hispano francesa volvía de su viaje al Caribe, en lugar de seguir las órdenes de Napoleón y dirigirse al Canal de la Mancha para embarcar las tropas destinadas a invadir Gran Bretaña, el almirante en jefe Villeneuve, dejando en Vigo los navíos más dañados en el combate y los heridos, levó velas con destino a Cádiz. Llegaron el día 21 de agosto de 1805 y dentro de su bahía quedó bloqueada por la escuadra inglesa mandada por el almirante Nelson.

En septiembre volvió a desobedecer otra orden de Napoleón al no salir de la bahía hacia Nápoles para despejar de enemigos el Mediterráneo, ante lo cual este último decidió sustituirlo por el almirante Rosilly.

En el consejo del día 8 de octubre a bordo del navío insignia francés, el Bucentaure, Villeneuve propone la salida de la escuadra de Cádiz a lo que se opone el general en jefe español Gravina. Considera que es mejor quedarse en Cádiz y esperar que el invierno haga el bloqueo de los británicos muy duro y le produzca tan graves pérdidas como las que produciría un combate naval. Ante tan razonadas razones se acuerda que la flota combinada permanezca en Cádiz.

Pero Villeneuve recibe una carta de París en la que se le informa de su sustitución por lo que decide salir a combatir. A la vista de la experiencia del combate de Finisterre donde prácticamente solo combatieron los navíos españoles, en esta ocasión ambas escuadras forman una línea de combate donde los navíos de ambas naciones van intercalados unos con otros. Nuestros cuatro héroes van en la Escuadra de Observación que manda desde su navío Príncipe de Asturias el teniente general en jefe español Gravina. En la Primera División de la escuadra, además del navío del Teniente General también forma el San Juan Nepomuceno mandado por Churruca, los héroes restantes van en la Segunda División de la misma escuadra.

A las 6 horas de la mañana del día 19 de octubre se inicia la salida de la escuadra combinada de Cádiz. El día 20, la escuadra combinada navega en cinco columnas con las dos divisiones de la Escuadra de Observación en cabeza. A finales de ese mismo día es detectada la flota inglesa por lo que se ordena formar la línea de batalla encabezada por el Príncipe de Asturias, debiendo los demás navíos seguirle.

Al amanecer del fatídico día 21, las dos escuadras enemigas se encuentran separadas unas cuatro o cinco millas, navegando la flota inglesa por barlovento de la flota conjunta, en la mejor situación para entrar en batalla, obteniendo una importancia táctica sobre la flota hispano-francesa. Navegaban los ingleses en dos columnas perpendiculares a la línea de batalla de la escuadra combinada, dirigidas al centro y a la retaguardia. Con objeto de tener Cádiz en la dirección del viento y así poder refugiarse en caso de derrota, Villeneuve ordena una virada en redondo a un tiempo de toda la línea, operación que lleva al caos en la flota dadas las diferencias en la rapidez de la maniobra de los diversos navíos. Durante la maniobra se producen abordajes entre navíos, muchos quedan sotaventados y retrasados, la vanguardia queda en la retaguardia y viceversa, en definitiva, el nefasto ejercicio hizo descolocar la, ya de por sí mala, línea de combate. La cabeza de la línea la forma ahora el Neptuno de Cayetano Valdés. A las doce horas rompe el fuego el centro de la escuadra combinada.

El teniente general Federico Gravina, junto con su estado mayor entre el que se incluía el mayor general jefe de escuadra Antonio Escaño, izó su insignia en el navío Príncipe de Asturias cuyo comandante era el brigadier Rafael Hore. Junto al Reina Luisa y al Santa Ana, el Príncipe de Asturias era uno de los mejores navíos de la Real Armada, un navío de 1ª clase armado con 112 cañones, el más moderno de la Armada, buen velero y de mejor maniobra, comprable con los mejores tres puentes de Europa.

Tenía una dotación de 1.141 hombres en el combate de Trafalgar. La virada ordenada por el almirante Villeneuve lo situó en la última posición de la línea de combate, en este lugar combatió con varios navíos enemigos, aunque no llegó a estar rodeado por ellos como ocurrió a otros navíos. En el combate tuvo 52 muerto y 116 heridos, entre ellos el teniente general Gravina que resultó herido de metralla en un brazo que se le tuvo que amputar, la herida se agravó posteriormente y le ocasionó la muerte el 6 de marzo de 1806 a la edad de 49 años. Cuando vio que la batalla estaba perdida ordenó la retirada a los navíos de su escuadra. El Príncipe de Asturias logró entrar en Cádiz la noche del combate a remolque de la fragata Themis. Después de la batalla se le promocionó a Capitán General de la Armada. De él escribió Napoleón:”Gravina es todo genio y decisión en el combate. Si Villeneuve hubiera tenido esas cualidades, el combate de Finisterre hubiese sido una victoria completa”

El brigadier Dionisio Alcalá Galiano estaba al mando del Bahama. Navío de dos puentes con 74 cañones que formaba en la Segunda División de la Escuadra de Observación. Después de la virada ordenada por Villeneuve, el navío quedo a retaguardia, ocupando el lugar décimo empezando por el final de la línea, entre los franceses Aigle y Algésiras. En el combate tuvo 75 muertos, entre ellos Alcalá Galiano, y 67 heridos de una tripulación formada por 689 hombres.

Poco antes de comenzar la batalla, Galiano se dirigió al guardiamarina Butrón, su pariente, encargado de proteger la bandera para decirle: “Cuida de no arriarla, aunque te lo manden, porque ningún Galiano se rinde y ningún Butrón debe hacerlo». El Bahama luchó heroicamente con dos navíos enemigos y en ocasiones contra tres. Galiano recibió inicialmente una contusión como consecuencias de un balazo en la funda de sable que se lo dobló, después un astillazo en la cara con gran pérdida de sangre y finalmente una bala de cañón le destrozó la cabeza matándolo en el acto. Muerto Galiano, el segundo comandante, Tomas de Ramery, con el navío desarbolado, recibiendo fuego de tres buques enemigos, acribilladas, con el timón partido, mucha agua en la bodega, con mucha artillería desmontada, las baterías llenas de heridos y de muertos, pérdida la esperanza de ser socorridos, ordenó suspender el fuego y arriar la bandera rindiendo el navío, para entonces el guardiamarina Butrón había sido gravemente herido y relevado de su  puesto de defensor de la bandera.  El temporal que siguió a la batalla hundió muchos navíos, entre ellos el Bahama. Siguiendo la tradición marinera, Galiano fue sepultado en el mar.

Francisco Alcedo y Bustamante estaba al mando del navío Montañés que formaba en la Segunda División de la Escuadra de Observación. Era un navío de dos puentes y 76 cañones, un buque muy rápido para su época. En la batalla ocupaba el puesto 6º desde el final de la línea, entre el Argonauta y el Argonaute francés. En el combate sufrió 49 bajas entre muertos, 20 incluido su comandante Alcedo y el teniente de fragata Rafael Bobadilla, y heridos, 29 entre ellos su segundo comandante Antonio Castaños, de forma que el mando del buque recayó en teniente de navío Alejo Gutiérrez.

Combatiendo con un navío de tres puentes, una bala de cañón acabo con la vida de Alcedo a la edad de 47 años. Acababa de ordenar la maniobra para el Montañés se arrimase al navío contra el que combatía para ponerse a tiro de pistola, batirse a quemarropa y abordarle. El navío siguió combatiendo hasta que, sobre las cuatro y media, vieron que el navío Príncipe de Asturias se retiraba del combate a remolque de la fragata Themis, poco después cesó el fuego por todas partes, y siguiendo la estela del navío del General fondearon en Rota a las tres de la mañana del día 22 de octubre.

El día 23 salieron varios navíos, entre ellos el Montañés, a rescatar los buques desmantelados que seguían en el mar, consiguieron remolcar al Neptuno y al Santa Ana, la tripulación de este último había aprovechado el temporal para recuperar el mando de su buque.

 

Joaquín de la Santa Cinta, Ingeniero aeronáutico, economista e historiador

 

Para Saber más:

  • Internet
  • Partes de los comandantes de los navíos españoles.
  • Memorias de D. Antonio Alcalá Galiano
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