El fantasma de don Agustín reflexiona sobre el lenguaje sexista que los “progres” quieren imponer “manu militari” a la ciudadanía y las absurdas consecuencias sociales que provoca
Hay ocasiones, como sin duda lo es ésta, en la que no se como firmar al final de este escrito. Lo digo porque ya no se si mantener que soy un fantasma o, tal vez, sería mejor empezar a decir que soy el “fantasmo” del Torreón.
La verdad es que uno, quizás por ser un poco antiguo, anda un poco despistado con eso del lenguaje sexista que se quiere imponer, casi “manu militari”, por muchos de los que se autocalifican como “progres”.
¡No se lo que me haría la esposa, o tal vez debería decir conyugue, del vicepresidente Iglesias, si leyera estas letras!
Queda todavía mucho del Santo Oficio en estas tierras y la hoguera para exterminar herejes sigue haciendo de las suyas. Por eso, conviene mimetizarse con la verdad oficial. Lo de hacerse converso sigue funcionando por estas tierras. Es mejor no hacerse notar, por si acaso. No vaya a ser que la emprendan otra vez conmigo.
Porque resistirse a la marea siempre cuesta más que dejarse llevar por ella. Hay que ser muy valiente para intentar llevar la contraria, aunque la verdad este a nuestro favor, a la corriente dominante en un momento determinado.
Me pilla ya, muy viejo y escarmentado, todo lo que les cuento, y no quiero meterme en esas disputas para no salir trasquilado. ¡Hay muchos inquisidores sueltos!
Pero me reconocerán que ahora resulta muy complicado eso de definirse, por lo que al sexo se refiere. Antes, qué duda cabe, resultaba mucho más sencillo. Uno era hombre o mujer y ya estaba. Y esa situación no resultaba un obstáculo para que le agradase el “ayuntamiento” con personas del mismo sexo o del contrario. Ya se sabe qué sobre gustos, no hay nada escrito.
Y claro, ahora con lo de poder escoger, empiezan las dudas. Lo que, hasta ahora, era cosa de la naturaleza ha pasado a ser cosa de nuestra elección. Uno puede optar por ser mujer, hombre o ninguna de las dos cosas.
Lo que no tengo muy claro, es si la elección tendrá carácter transitorio o, por el contrario, será definitiva. Si una vez elegido el sexo, que no género, la decisión podrá ser modificada en el futuro. Y si, esto es así, cuantas veces se podrá hacerlo.
La verdad es que los estudios demográficos van a ser complicados de realizar. Las pirámides de población, que nos dividen en hombres y mujeres, ya no sé como van a ser llevadas a cabo en el futuro y tampoco sé que fiabilidad van a tener.
El índice de fecundidad, ese que indica el número de hijos habidos por cada mujer, deberá ser, sin duda, reformulado. De no ser así, la cosa se puede enmarañar, y mucho.
En definitiva, ¡un lío!
Menos mal que todo esto ya no va conmigo y no voy a tener que replantearme nada. Por eso, seguiré firmando igual.
Don Agustín “el Fantasma del Torreón”