Egeria, la valiente y olvidada mujer hispano-romana que se atrevió a peregrinar sola a Tierra Santa en el siglo IV de nuestra era y lo contó en el libro ”Itinerarium ad loca Sancta”
En el siglo IV de nuestra era, una paisana, originaria de la provincia romana de Gallaecia y nacida en: “extremo occidui maris Oceani litore exorta (en el extremo litoral del mar Océano occidental)”, realizó un viaje a Tierra Santa entre los años entre los años 381 y 384. Relató su viaje en un libro titulado: “Itinerarium ad loca Sancta”.
Era muy religiosa, se cree que era monja, con una enorme curiosidad y de una posición social suficientemente elevada para poder financiarse el viaje, además de contar con cierta autoridad que le facilitaba un salvoconducto que le permitía contar con escolta militar en los parajes más peligrosos de su itinerario. Fue una mujer gran conocedora de la Biblia, gran viajera y con gran libertad de movimiento para su tiempo.
La “Pax Romana” permitía a un apersona trasladarse de un extremo a otro del Imperio usando la red de calzadas construidas para que vertebrar a este. Se extendía por todo lo largo y ancho del Imperio y en su apogeo llegó a tener una red de 100.000 Km.
Las calzadas eran vías de un valor estratégico para el imperio romano pues eran necesarias para el desplazamiento de las legiones. Las calzadas principales se construían a cargo del Estado y se componían de varias capas de firme, pavimento de losas con el centro algo elevado para hacer de vierteaguas a las dos cunetas laterales. Tenían una anchura de unos seis metros para permitir el cruce sin problemas de dos carruajes.
Los cruces de cauces de ríos se realizaban por medio de puentes, muchos de ellos espectaculares como los puentes: de Mérida sobre el río Guadiana o el de Alcántara sobre el río Tajo que, junto a otros muchos, no menos espectaculares, perduran y son usados en la actualidad.
Las calzadas estaban jalonadas por los llamados miliarios, estelas de piedra situadas cada mil pasos, una milla romana (1.481 metros). En los miliarios se inscribía información sobre distancias y sobre los constructores de la calzada.
Cada 20 o 25 millas se ubicaban las “masio “(distancia que recorría una Legión romana en un día de marcha normal), lugares de descanso y apoyo a los viajeros donde, además, se podían hospedar y cambiar, o alquilar, caballerías y carruajes. Algunas poblaciones actuales, próximas a las calzadas, tienen su origen en tales “masio” como: Calzada de Oropesa, Puebla de la Calzada, etc.
Nuestra peregrina, Aetheria, Echeria, Atheria, Heteria, Eiheriai y Egeria (así era llamada en las distintas fuentes), atravesó el norte de la Península, cruzó la Galia, el norte de Italia, navegó por el mar Adriático, pasó por el norte de Grecia y llegó a Constantinopla en el año 381.
Aunque por entonces aun gobernaba Teodosio I el Grande, el Imperio Romano ya no tenía un gobierno estable como había ocurrido durante el siglo anterior. En el siglo IV habrá 23 emperadores, incluidos algunos que gobernaron simultáneamente, de los cuales solo murieron cuatro de muerte natural, el resto: fue asesinado, cayó en combate, se suicidaron o murieron de enfermedades muy sospechosas.
Había que ser muy valiente para atreverse a hacer un viaje tan largo, mucho más siendo una mujer. Parece que hizo el viaje sola, únicamente tuvo protección militar cuando cruzó determinados lugares especialmente peligrosos.
Ciertamente eran los últimos años de Teodosio I (murió en 395), quizás la época más pacifica del siglo. A pesar de que el Emperador quien había declarado poco antes al cristianismo como religión oficial del imperio, una mujer sola, aunque fuera monja y contara con la protección de la influyente religión oficial, debía tener: valor, personalidad, curiosidad, religiosidad y resistencia física a prueba de bombas para saltarse las convenciones sociales y emprender un camino tan largo y peligroso. Una mujer adelantada a su tiempo y ejemplo de aquellas pocas mujeres que, en la historia, supieron anteponer sus deseos sobre los peligros y los prejuicios sociales de su época.
El Itinerarium que se conserva fue escrito en latín vulgar, no en el latín culto que hablaba la élite, sino en el latín característico de los habitantes de las provincias que se hablaba a finales del siglo IV y principios del siglo V. Lo escribió en Constantinopla en el año 384 a su regreso a esta ciudad. El libro no está completo, faltan las páginas iniciales y finales.
Está dividido en dos partes: la primera, dedicada al viaje, comienza cuando Egeria está a punto de subir al monte Sinaí; en la segunda, detalla las ceremonias litúrgicas que se llevaban a cabo en Tierra Santa, los oficios diarios y los que se realizaban en Semana Santa, Pentecostés y Pascua.
Desde Constantinopla descendió al sur visitando: Jerusalén, Jericó, Nazaret y Cafarnaúm y demás lugares bíblicos. Su intención era visitar todos las lugares descritos en la Biblia. En el libro se encuentran detallados los lugares de Tierra Santa donde vivió Jesús y los apóstoles, además de otros sitios donde protagonizaron hechos, relatados en los textos bíblicos, Moisés y Abraham.
En 382 dejó Jerusalén para viajar a Egipto. Visitó Alejandría, ascendió el curso del Nilo hasta Tebas, continuando su periplo por mar Rojo y el Sinaí.
Desde Sinaí dirigió sus pasos al Monte Horeb. En Tebas donde conoció la vida de los cenobios ascetas, la vida de los anacoretas y eremitas.
Decide regresar a Jerusalén por el mismo camino recorrido, atravesando el país de Gesén, visitando Samaria y el Monte Nebo.
Desde aquí, después de tres años viajando y recorrer casi toda Palestina, decide regresar a Gallaecia pasando por Constantinopla. El camino de vuelta elegido no fue el más corto ni más directo entre ambas ciudades, recorrió áreas de Siria, Cilicia, Capadocia y finalmente Bitinia antes de llegar a Constantinopla. En este recorrido visitó Edesa y el curso alto del río Éufrates.
Llegó a esta última ciudad en el verano de 384 con la intención de continuar su viaje de retorno a su tierra natal, aunque no se tienen datos que la continuación del viaje lo llevara a cabo.
El diario termina en Constantinopla, aunque, antes de concluirlo anuncia, su deseo de visitar Tarso.
A partir de este momento no hay noticias ciertas sobre su vida posterior.
Profunda conocedora de la Biblia, quería transmitir a sus lectores sus experiencias vividas en los escenarios reales donde sucedieron los hechos bíblicos.
Su curiosidad, su poder de observación y deseo de transmitir sus vivencias, hace que el libro esté lleno de reseñas geográficas sobre las ciudades, los caminos, mansiones, monasterios e iglesias que visitó, los cultivos de las zonas por donde pasaba e, incluso, de algunas de las comida que le ofrecieron, también de las zonas peligrosas de partes del camino y de la necesidad de disponer de escolta militar para atravesarlas.
Joaquin de la Santa Cinta, historiador. Autor de “50 héroes españoles olvidados”
Para saber más:
- Diccionario Biográfico. Real Academia de la Historia.
- Egeria, peregrina y aventurera. Relato de un viaje a Tierra Santa en el siglo IV. Rosa María Cid López. Universidad de Oviedo.
- Itinerarium Egeriae.
- Itinerarium Egeriae. Adenda to Michael Fraser´s Select Biografía
- Itinerarium Egeriae. D. Hunt.