Defensa de las posesiones españolas en el Océano Pacífico. Costas suroeste: La Patagonia chilena. Última expedición del siglo: Antonio de Vea en 1675
El gobernador de Chiloé envió a los indígenas presos al Virrey a Lima, éste, al recibir las noticas sobre la posible presencia de ingleses en la región del estrecho, decidió enviar, inmediatamente, una nueva expedición al mando del capitán Antonio de Vea, como gobernador y capitán general de mar y tierra, y del guipuzcoano Pascual de Iriarte, como capitán de mar y de guerra, con la misión de confirmar la presencia de extranjeros y, si los localizaban y siempre que fuera posible, expulsarlos de la zona.
Las expediciones al estrecho siempre habían salido de Chiloé, pero esta expedición salió de El Callao en el navío Nuestra Señora del Rosario y Ánimas del Purgatorio, buque considerablemente mayor que las dalcas que habían sido usadas hasta entonces, además, la nave fue artillada con 10 cañones de bronce al tener en cuenta la naturaleza de su misión y los riesgos que encontrarse a ingleses conllevaba. Zarpó el día 20 de septiembre de 1675 con una tripulación formada por 14 artilleros, 36 marineros y 20 grumetes, además de un contingente de 100 soldados de infantería al mando del capitán Antonio Laraga y llevando bastimentos para 8 meses.
Después de 40 días de navegación, el navío naufragó en el canal de Chacao, a la entrada de la rada del mismo nombre en una peña que llama Remolinos (canal que separa la costa continental de Chile con la costa norte de la isla de Chiloé) y la nave se perdió, aunque se consiguió salvar la tripulación, los cañones y casi todos los bastimentos, armas y municiones.
Con la ayuda que le prestaron el gobernador de Chiloé, Francisco Gallardo, y la gente que puso a su disposición, y ante la imposibilidad de recuperar el navío, se construyeron dos barcos luengos (con este nombre se suelen denominar las goletas). Finalmente, el 28 de noviembre, zarpó con los dos barcos además de nueve piraguas y una tripulación de 70 españoles y 60 indígenas, dejando en la isla a Iriarte con la misión de recuperar el navío y, caso de no poder recuperarlo, salir en enero con un chinchorro y varias piraguas en su búsqueda.
Siguió el mismo camino que había recorrido la expedición anterior de Díez Gallardo, cruzó el istmo de Ofqui y llegó al golfo de Penas, sufriendo las mismas penalidades para cruzar, con las piraguas desarmadas y a hombros, el istmo que sufrió Gallardo. Recorrió los canales de la costa sur del continente, estuvo en la Isla de San Javier, las islas Wellington y el archipiélago Guayaneco con un tiempo infernal, frio y lluvioso.
Al no encontrar presencia de extranjeros, regresó a Chiloé el día 28 de enero de 1676 dando fin a la expedición.
Fue la última expedición del siglo XVII a los canales del sur del continente.
Joaquín de la Santa Cinta, Ingeniero aeronáutico, Economista e Historiador