Hoy, una de las gestas humanitaria más grandes llevadas a cabo en el mundo: La famosa Real Expedición Filantrópica de la Vacuna para extender la vacunación contra la viruela (I)
Una de las gestas humanitaria más grandes llevadas a cabo en el mundo fue la famosa (no muy conocida a nivel popular) Real Expedición Filantrópica de la Vacuna. Fue la primera operación a nivel mundial para extender la vacunación contra la viruela.
La Expedición dio la vuelta al mundo vacunando contra la viruela a las colonias españolas del Continente Americano y del Archipiélago Filipino. En Asia, además de las colonias españolas, se extendió la vacunación a China, se inoculó las poblaciones de Macao (entonces colonia portuguesa) y Cantón. Ya, a su vuelta a España, se vacunaron a los habitantes de la isla de Santa Elena en medio del océano Atlántico.
La Expedición partió desde La Coruña el día 30 de noviembre de 1804, regresando a Lisboa en agosto de 1806.
En el ocaso del Imperio Español, éste fue capaz de poner en marcha tan magna expedición con la financiación de la Hacienda Real. Expedición que, además de las dificultades inherentes a las tan enormes distancia, los riesgos y peligros en los desplazamiento marítimos de la época, implicaba la búsqueda de una solución adecuada para poder transportar el virus de la viruela bobina en una época carente de medios de medios técnicos capaces de mantenerlo vivo el tiempo necesario para llegar al destino previsto.
La solución encontrada fue muy ingeniosa y consistió en llevar como pasajeros a un número determinado de niños a los cuales, durante la travesía, se les inoculaba la vacuna cada 15 días a dos de ellos, una vez que estos desarrollaban la enfermedad, se extraía líquido de sus pústulas y se inyectaba a otros dos, en un ciclo continuo que permitió mantener vivo el virus salvador.
La viruela es una de las enfermedades más mortales que padecen los seres humanos. Se trata de una enfermedad infecciosa grave que se transmite por contactos cercanos con las llagas que produce la enfermedad o por la respiración de las personas afectadas. Su mortalidad es del orden del 30 % de las personas afectadas.
Después de afectar durante miles de años al Viejo Mundo, la Conquista de América la extendió por todo el continente, los indígenas no tenían inmunidad a la enfermedad.
En 1796, el inglés Edward Jenner observó que las personas infectadas por la viruela bobina, una especie de viruela que afectaba a las personas que ordeñaban vacas (que no era grave y que no producía mortalidad alguna), inmunizaba contra la enfermedad de la viruela humana. Estudió la relación entre amabas viruelas (la bobina y la de los humanos) y detectó que, si se inyectaba a una persona humana un poco de líquido extraído de una llaga de otra persona infectada de viruela bobina, ésta quedaba inmunizada contra la viruela humana. Había descubierto la vacuna contra tan terrible enfermedad.
En la preparación de la Expedición se implicó toda la Administración colonial española. El Consejo de Indias solicito un estudio para ver la posibilidad de proceder a la vacunación en las colonias y las autoridades coloniales impartieron las instrucciones apropiadas para que se facilitara el trabajo de los vacunadores.
Una vez fijada la derrota a seguir por la Expedición, se procedió a enviar directiva detalladas a los virreyes de Nueva España, Perú, Nueva Granada y del Río de la Plata, así como a los Comandantes Generales de las provincias interiores, Capitanía y Audiencias; Capitanes Generales de las Islas Canarias e Islas Filipinas y a los Gobernadores de Cuba y Puerto Rico, para que proporcionaran toda la ayuda necesaria a la Real Expedición.
La Expedición, financiada por la Real Hacienda, estaba liderada por el médico militar alicantino Francisco Javier Balmis y Berenguer quien tenía como segundo al médico catalán Josep Salvany y Lleopart.
La Expedición fue conjunta hasta Venezuela, a partir de ahí se dividió en dos cada una con una ruta diferente: la liderada por Balmis, se dirigió primero a Méjico para pasar posteriormente al Archipiélago de las Filipinas; y la otra, a las órdenes de Salvany, se dirigió al Sur siguiendo inicialmente la ruta del río Magdalena. Ambas se dividieron múltiples grupos más pequeños con el objetivo de hacer llegar la vacuna a la mayor extensión de población posible.
La Expedición partió de La Coruña el 30 de noviembre de 1803 rumbo a las Islas Canarias a bordo de la corbeta gallega, la María Pita, de 160 toneladas y propiedad de Tavera y Sobrinos. Estaba mandada por el capitán de corbeta Pedro del Barco España, vizcaíno de Somorrostro.
(Continuará)
Joaquín de la Santa Cinta