Consejos y recomendaciones para combatir las picaduras de insectos y otros pequeños artrópodos que, en verano, hacen su ‘agosto’. Un artículo del doctor Juan José Granizo

Con la llegada del verano pasamos más horas en parques, jardines y espacios naturales y empleamos ropa más reducida, dejando amplias superficies de piel expuestas.
Todo ello hace que se dispare la incidencia de picaduras de insectos y otros pequeños artrópodos.
La picadura de estos animales -que llamaríamos bichos en lenguaje coloquial- es un problema molesto, muy frecuente y solo en algunas ocasiones, llega a tener intensidad como para requerir asistencia médica ya que la inmensa mayoría suelen ocasionar poco más que picor.
Todavía más raro es que se ponga en peligro la vida de las personas.
La mayoría de las picaduras provocan pápulas que son lesiones con forma de meseta, es decir, son planas pero un poco elevadas con respecto al nivel de la piel, de color más o menos rojo (lo que se denomina eritema).
Estas lesiones son parecidas a la urticaria y causan un dolor limitado que tiende a resolverse en horas o días, y en muchas ocasiones de forma espontánea, sin precisar ningún tratamiento específico. Al dolor se suma picor y en ocasiones el problema no es la picadura en sí, si no las lesiones ocasionadas por el rascado en la pápula, que logran arrancar la piel lo que favorece su infección.
Las picaduras tienen una serie básica de medidas para su tratamiento que vamos a citar a continuación y que conviene ir aplicando según la intensidad de los síntomas.
Empezando por las recomendaciones aplicables a las picaduras más leves y acabando por el tratamiento necesario para las más agresivas, estas son las medidas de uso común:
- Lavado de la piel con agua y jabón. No se deben romper las ampollas o vesículas en caso de existir, ya que ello favorece su infección.
- Extracción de cuerpos extraños (aguijones) mediante pinza estéril o raspado, pero nunca mediante succión o utilizando las manos.
- Lociones de calamina o amoniaco para disminuir el prurito local, la irritación de la piel y neutralizar el veneno.
- Desinfección local, preferentemente con agentes que no coloreen (clorhexidina en solución acuosa).
- Corticoides tópicos.
- Antihistamínicos y analgésicos orales en los casos más intensos.
La aplicación de frío local permite un efecto antinflamatorio y analgésico y disminuye la absorción de algunos venenos y por ello está recomendado frío local.
Los casos más graves ocurren porque se es alérgico al veneno o alguna sustancia inoculada con la picadura.
Las picaduras más frecuentes son las de mosquitos, que no inoculan veneno, pero estos molestos animales que chupan sangre inoculan su saliva para evitar la coagulación y esta saliva resulta ser particularmente alérgica.
Los casos más graves de alergia son los que producen reacciones anafilácticas. La anafilaxia es una forma particularmente intensa de reacción alérgica que puede cursar con shock y eventualmente llevar a la muerte. La causa más normal es la picadura de abejas o avispas y en este caso si que se inocula veneno, aunque cuando llegan a casos tan extremos lo habitual es que se trate de múltiples picaduras, algo que puede ocurrir cuando nos acercamos a un panal.
Las personas que estén sensibilizadas a este tipo de venenos harían bien en llevar siempre a mano varias ampollas de adrenalina de inyección subcutánea, ya que esta medida les puede salvar la vida.
En estos insectos es importante extraer el aguijón de la piel con unas pinzas o por frotamiento. Lo mismo ocurre con muchas orugas, como las procesionarias, cuyos pelos urticantes resultan extraordinariamente dolorosos.
De todos los bichejos que pululan por España habitualmente, solo las garrapatas nos pueden inocular enfermedades infecciosas. Afortunadamente esto un hecho raro y no se recomienda dar antibióticos de manera preventiva, algo que por otra parte, no ha demostrado ser eficaz
Las garrapatas se alimentan de sangre para lo que utilizan un aparato chupador que recuerda una trompa, que hunden profundamente en la piel.
Si quitamos la garrapata de manera inadecuada es fácil que este aparato chupador se quede clavado en la piel, aumentando el riesgo de infección. Por ello las garrapatas han de retirarse con unas pinzas, que deben sujetar la cabeza de la garrapata lo más cerca posible de la pie y tirando lenta y suavemente de ella.
Quemarlas, darlas aceite o productos químicos no es la mejor solución, ni tampoco retorcerlas o tirar con la mano del abdomen.
Por último, como medidas de prevención: emplee repelentes de insectos, utilice mosquiteras en las puertas y ventanas y si piensa dar un paseo por el campo (especialmente donde crezcan hierbas) donde el riesgo de coger una garrapata es máximo, emplee ropa larga y calzado cerrado.
Lo de las bermudas y chanclas, déjelo para la piscina.
Juan J. Granizo, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública