España está a la cabeza del consumo de antibióticos de Europa y lidera el ranking de las resistencias en todas las bacterias imaginables, ojo. Un artículo del doctor Juan José Granizo
Avanzamos hacia una época donde no habrá antibióticos. No es una ficción apocalíptica. Es una predicción sustentada en la observación que hacen a diario muchos médicos a lo largo y ancho del mundo.
Ya tenemos infecciones que no son tratables de manera eficaz con ninguno de los antibióticos disponibles. Y este problema irá de mal en peor muchos años, algo que le está costando la vida a un número creciente de personas, especialmente en nuestro país.
Eso no quiere decir que los antibióticos desaparecerán: solo dejarán de ser eficaces contra muchas bacterias y algunas infecciones serán intratables.
La explicación es que las bacterias, incluso las más comunes, están desarrollando crecientes niveles de resistencia a los antibióticos.
La primera pregunta que Vd. se hará es por qué no se desarrollan nuevos antibióticos. Uno de los motivos puede ser la falta de rentabilidad.
Los antibióticos se consumen en ciclos de 7 a 10 días, muy cortos en comparación con los medicamentos para enfermedades crónicas. Por tanto su consumo es “pequeño”, tienen un largo proceso de desarrollo y sus patentes tienen una corta vida, lo que hace que la inversión en antibióticos sea arriesgada.
Muchos laboratorios la han abandonado en beneficio de los antivirales. De hecho en los últimos años no se han comercializado nada más que tres o cuatro nuevos antibióticos.
En realidad, no tienen mucho de nuevo y es que el motivo más importante para la creación de nuevos antibióticos es el científico.
Los antibióticos combaten a las bacterias bloqueando mecanismos fisiológicos bacterianos y el problema es que no hemos descubierto nuevos mecanismos.
No hay nuevas dianas contra las que disparar. En los años 80, con la irrupción del VIH, la investigación se orientó a los virus dejando las bacterias a un lado y 30 años después, estamos pagando caro ese parón.
Los nuevos antibióticos que se han comercializado en los últimos años son más de lo que había. Si una bacteria es resistente a la penicilina no sirve de mucho otra penicilina, que será un poco más activa, pero con el mismo mecanismo de acción.
Una vez que la bacteria ha desarrollado mecanismos de resistencia a las penicilinas, todas penicilinas verán su acción comprometida.
Se cree que se necesitarán 20 años para comercializar un antibiótico que emplee un nuevo mecanismo de acción capaz de desbordar la resistencia bacteriana.
Y la madre del cordero: las bacterias han desarrollado resistencia a los antibióticos con velocidad exponencial.
Estamos hablando de resistencias adquiridas, desarrolladas en respuesta a un medio hostil, como una adaptación biológica perfectamente explicable a la luz de la evolución. Los resistentes sobreviven.
Desde que tenemos antibióticos, se han detectado resistencias a los mismos, en todos los antibióticos y en un tiempo no superior a los dos años en la mayoría de los casos.
Es algo normal si conocemos como son las bacterias, especialmente aquellas que producen patología en humanos.
Poseen una “simplicidad” genética sorprendente que les facilita mutar con rapidez y hacerse resistentes. Además tienen la posibilidad, inviable en animales superiores, de transmitir esa resistencia a otras especies de bacterias: como quien le presta a un vecino un candado para que bloquee la puerta de su casa.
Una vez que tenemos una bacteria resistente a un antibiótico, esta se expandirá en un paciente que reciba ese antibiótico. Y a partir de ese paciente, colonizará superficies, ropa, objetos de uso cotidiano y las manos del personal sanitario que entre en contacto estrecho con el paciente.
Y a través de estos vehículos, esa cepa de bacterias resistentes llegará a otros pacientes. Si no reciben antibióticos, la colonización será temporal, pero si están recibiendo ese antimicrobiano, se extenderán como el fuego en el rastrojo.
La falta de medidas de higiene en los hospitales, sobre todo la falta de higiene de manos en el personal sanitario, ha puesto las cosas muy fáciles a las bacterias multiresistentes que se han diseminado con rapidez a lo largo y ancho del planeta..
Aún así, el problema no tendría la extensión y la gravedad que tiene si no fuera por otro factor: el mal uso y abuso de los antibióticos.
Si no hubiera una descomunal presión antibiótica la resistencia sería un asunto de unos pocos pacientes, como lo ha sido hasta hace unos 20 o 25 años.
Pero el uso de antibióticos se ha generalizado en veterinaria, tanto en aves como en mamíferos, para prevenir infecciones , reduciendo la mortalidad y mejorando el engorde.
Las bacterias de los pollos son resistentes a los antibióticos con frecuencia y muchas de esas bacterias pueden causar enfermedad en humanos, como por ejemplo, la salmonella.
O pueden transferir fácilmente su resistencia a bacterias humanas.
La sensatez en el uso de antibióticos en personas no ha sido mucho mejor. Hemos tratado con antibióticos infecciones virales que no lo necesitaban y en muchas ocasiones, siendo necesarios, las hemos tratado mal.
En los países nórdicos, donde las resistencias son ínfimas en comparación con España, las faringitis bacterianas se siguen tratando pinchando penicilina, que es contundentemente eficaz.
En nuestro país, por alguna razón que desconozco, nuestros infantes no pueden recibir un pinchazo sin que la madre del tiernísimo nene le ponga mala cara al pediatra, que harto de recibir críticas seguramente habrá optado por darle unas cómodas pastillas, bastante más caras y menos eficaces.
España está a la cabeza del consumo de antibióticos de Europa y lidera el ranking de las resistencias en todas las bacterias y en todos los antibióticos imaginables.
Mucha culpa la tenemos los médicos, los veterinarios y los farmacéuticos, que han vendido antibióticos sin receta de manera poco profesional.
Su culpa tiene la industria farmacéutica, es verdad.
Y algo pasa en nuestra sociedad para que demandemos a nuestros médicos tratamientos antibióticos innecesarios y para que aceptemos tan mal un pinchazo cuando es mucho más eficaz y seguro que la vía oral.
Son muchos errores encadenados y las consecuencias las estamos padeciendo. Pero no han hecho más que empezar.
Juan J. Granizo, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública