El cigarrillo electrónico (vapeo) es, sin duda, menos peligroso que el cigarrillo tradicional pero eso no significa inofensivo. La ciencia aún no lo sabe. Un artículo del doctor Juan José Granizo
El uso de cigarrillos electrónicos, también conocido por el anglicismo “vapeo”, es un hábito cada vez más extendido.
La verdad es que las autoridades sanitarias españolas y muchas sociedades científicas de nuestro país, no se muestran partidarias del mismo.
Están apostando por una estrategia de “riesgo cero” en lo que a tabaco se refiere, de manera que no asumen como aceptable sus riesgos, pero hay algunas voces, empezando por la sanidad británica que no son tan radicales al respecto y asumen que el vapeo es la opción menos mala.
Perjudicial o inofensivo, el debate está encima de la mesa y lo estará en el futuro.
Voy a intentar aclarar un poco las cosas, aunque en este momento la información científica es escasa, sobre todo porque esta nueva moda lleva pocos años en circulación y no está todavía muy extendida.
Sobre todo, no sabemos lo que puede ocurrir a largo plazo. Hay que recordar que durante decenios la medicina oficial recomendaba fumar para prevenir los males del pulmón, hasta que se describieron sus catastróficos efectos en la salud.
El cigarrillo electrónico se basa en la vaporización de agua con varias sustancias químicas que le dan al vapor aroma y sabor. La temperatura de operación de estos dispositivos es variable, pero oscila alrededor de los 350 º C, mucho menor que la temperatura de combustión del cigarrillo convencional.
Los fabricantes han vendido la idea de que el vapeo es más barato, más limpio y más seguro para la salud. Son las tres ideas básicas de la publicidad de estos dispositivos. De ahí derivan otras dos líneas de publicidad: se pueden emplear en espacios públicos y no afectan a terceros (los “vapeadores pasivos”). Otro de los argumentos de la publicidad del vapeo es que ayudan a dejar de fumar.
En definitiva, los fabricantes alegan que vapear es seguro porque sólo se inhala vapor de agua.
Esto, de entrada, no es cierto. Los dispositivos emplean depósitos de líquido que contiene agua y otras sustancias de producción industrial y con distribución comercial. Estos líquidos tienen composiciones químicas distintas, pero como constante contienen nicotina en cantidades variables, propilenglicol, glicerina y aromas.
Por otra parte, las temperaturas de vaporización son variables y en algunos aparatos son tan altas que las sustancias químicas que se introducen se degradan produciendo otras que son tóxicas.
La nueva generación de dispositivos electrónicos permite modificar las temperaturas de calentamiento y personalizar los líquidos evaporables, lo que complica la evaluación del riesgo.
Por tanto, es complicado emitir un juicio de valor sobre la seguridad del vapeo sin tener en cuenta todas estas variables.
Algunos productos como el polietilenglicol, están autorizados para su uso alimentario y se consideran seguros en las condiciones habituales de utilización en la industria alimentaria, pero no hay estudios que demuestran un efecto negativo en la salud cuando es inhalado, sobrecalentado y a las dosis que se pueden emplear en el vapeo.
La glicerina se encuentra en una situación similar. Inhalada no es inofensiva y ya se han descrito casos de “neumonía lipoidea” por depósito de glicerina en los pulmones en pacientes que empleaban este tipo de cigarrillos.
El proceso de calentamiento de los aromas en el vapeo, ciertamente no alcanza la temperatura de los cigarrillos, pero puede ser suficiente para que se degraden químicamente generando sustancias irritativas de las vías respiratorias y otras que son cancerígenos demostrados.
Los estudios llevados a cabo en varios países han encontrado, efectivamente, estas sustancias, junto con metales como el níquel o el cadmio y todos aquellos que forman parte de la composición del dispositivo vaporizador, lo que cuestiona la calidad de la fabricación de los mismos.
Como ya se ha indicado, la composición química de los líquidos de vaporización es muy variada, pero cuantos más aromas estén presentes, más compuestos tendrá el vapor inhalado, con mayor probabilidad de que algunos de ellos sean tóxicos (por irritación) o cancerígenos.
Eso sí: en general, se ha observado que estas sustancias irritativas o cancerígenas están en concentraciones menores o mucho menores que el humo de los cigarrillos convencionales.
La mayor parte de los líquidos comerciales empleados por los vapeadores tienen nicotina, que está disponible para su inhalación en concentraciones menores que en el tabaco.
Esto es cierto, al menos en teoría, porque la percepción de “falta de riesgo” de los usuarios, unido a que hay dispositivos que son capaces de vaporizar eficazmente grandes cantidades de nicotina, cuestiona esta afirmación en la realidad. Por tanto, es posible que el resultado final sea una absorción de nicotina mayor de la que se produciría con el tabaco convencional.
Todo lo que hemos dicho hasta ahora afectaría a los usuarios activos, pero como ocurre en los cigarrillos de tabaco, también lo haría con los vapeadores pasivos, ya que tanto la nicotina como las otras sustancias químicas de las que hemos hablado se encuentran en el aire exhalado.
Como conclusión, tanto los dispositivos de vaporización como los líquidos de vaporización están todavía poco evaluados. Muy pocos cigarrillos electrónicos de los actualmente comercializados han sido sometidos a una evaluación toxicológica y no se puede establecer con certeza el riesgo para la salud y mucho menos, las consecuencias con el uso a largo plazo.
Seguramente el cigarrillo electrónico es menos peligroso para la salud que el cigarrillo convencional, tanto para usuarios activos como para los pasivos. Pero menos peligroso no significa inofensivo.
En mi opinión, es tan poco creíble que el cigarrillo electrónico sea tan peligroso como el tabaco convencional como que sea completamente inocuo.
En cuanto a la afirmación de que el cigarrillo electrónico es una ayuda para dejar de fumar, las opiniones de los usuarios son diversas y no hay estudios controlados que permitan establecer un juicio razonado.
Como decía Lord Kelvin, la ciencia es medir y comparar, lo demás es opinión. Llevamos pocos años de vapeo y la ciencia aún no tiene las ideas del todo claras. Todavía hay muchas opiniones.
Juan J. Granizo, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública