También la luz del sol produce cáncer… Y envejece la piel… Y no es broma. Un artículo del Dr. Juan J. Granizo
Los humanos primigenios eran de piel muy oscura. Unas pocas tribus emigraron al norte de Asia y desarrollaron una adaptación para aprovechar la poca luz solar disponible en esas latitudes, ya que resulta fundamental para producir vitamina D. Esa adaptación es la piel blanca.
Durante cientos de años, este rasgo era signo de belleza y distinción. Las personas que trabajaban al aire libre se cubrían hasta donde podían también por motivos prácticos: es una buena estrategia para protejerse de las temperaturas extremas, retiene la humedad y reduce las probabilidades de un traumatismo. Nuestros abuelos tenían claro que las zonas de piel expuestas al sol se deterioraban antes que aquellas cubiertas y con frio o calor, trabajaban en el campo bien pertrechados de ropa.
Pero desde los años 50 la cultura ha cambiado y ahora se nos vende una mercancía tarada: el bronceado como signo de belleza y salud.
Primer mito que hay que desechar: no hay bronceado saludable. El bronceado es la respuesta de la piel cuando es agredida por la luz ultravioleta del sol (UVA). El sol emite, además de luz visible, radiaciones ultravioleta que son filtradas parcialmente por la capa de ozono.
En la piel, esta radiación ultravioleta puede producir quemaduras de primer o segundo grado (eritema o ampollas, respectivamente), acelera el envejecimiento celular y, en el peor de los casos, puede ocasionar cáncer ya que daña el material genético de las células superficiales.
El riesgo de estas lesiones es mayor en pieles claras y para ellas la recomendación es simple: la exposición más segura es no exponerse al sol entre marzo y octubre. Es así de simple.
El efecto del sol en la piel es acumulativo. Aunque su piel esté bronceada y no se queme el impacto de la radiación solar sobre las células se sigue produciendo, atenuado, pero presente.
Otro de los mitos que circulan es que el agua, la nieve o el viento queman la piel: es falso. La irradiación solar es mayor cuanto más cerca del Ecuador estemos, en el medio día (entre las 12 y las 17 horas) y cuanto máyor sea la altitud (hay menos atmósfera sobre nosotros filtrando la luz UVA).
Lo que ocurre es que la luz UVA es reflejada por el agua, la nieve y la arena, por lo que esquiando o en la playa la dosis de radiación que recibimos es muy alta. Por otra parte, el viento refrigera la piel por lo que no percibimos el calor a tiempo: cuando queremos darnos cuenta ya estamos quemados.
Otro mito: las nubes no filtran eficazmente los rayos UVA por lo que se puede sufrir una quemadura en un dia nublado si las nubes no son suficientemente gruesas.
Los niños son especialmente vulnerables. El principal factor de riesgo para sufrir un melanoma (el peor de los cánceres de piel) en el tronco son las quemaduras solares en la infancia. En Australia, donde este cáncer alcanza incidencias galopantes, si un niño tiene más de tres quemaduras solares los servicios sociales pueden retirar la patria potestad a los padres.
Otro de los mitos es la infalibilidad de los protectores solares: reducen, pero no anulan, el paso de radiación si se emplean bien, pero los estudios demuestran que en la práctica esto es cuestionable. Si su piel es clara hay que emplear el máximo nivel de protección, usar una cantidad abundante, reponerlo cada 2 horas o menos si suda o se baña.
Pero en las horas de máxima exposición solar, no hay filtro que valga. Emplee sombrero y ropa clara de manga larga.
Y como dicen en mi pueblo: ” vete por la sombra”.
Juan J. Granizo, Doctor en Medicina, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública