La falta de hierro no hay que tomarla a broma porque produce anemia, con todas sus consecuencias, ya que es un nutriente esencial. Un artículo del doctor Juan José Granizo

La falta de hierro es un problema que afecta a una cantidad creciente de personas en nuestra sociedad. Parece una paradoja que una población sobrealimentada y cada vez más afectada de sobrepeso, pueda carecer de un nutriente tan esencial. Pero así es.
La consecuencia fundamental de la falta de hierro es la anemia. El hierro es fundamental para el transporte del oxígeno desde los pulmones al resto del organismo. El hierro es la parte central de una molécula de un color intensamente rojo llamada grupo hemo cuya propiedad más interesante es la capacidad de capturar o liberar oxígeno con facilidad según la acidez de la sangre.
El grupo hemo se une a una proteína denominada globina y 4 de estas estructuras complejas forman la hemoglobina, la proteína transportadora del oxígeno. A su vez la hemoglobina viaja en la sangre dentro de los glóbulos rojos o eritrocitos (las “células rojas”, en griego).
Sin hierro, estos glóbulos son característicamente pequeños y carentes de su color habitual de ahí que la anemia ferropénica se denomine también como anemia microcítica o anemia hipocroma, describiendo las anormalidades visibles en los glóbulos rojos.
Nos puede faltar hierro por cuatro motivos:
En mujeres en edad fértil, la causa más frecuente es la pérdida de hierro causada por hemorragias menstruales abundantes. Cualquier hemorragia crónica, sobre todo si pasa desapercibida, causa falta de hierro: son las hemorragias ocultas por lesiones en el esófago, estómago o colon. Lesiones que pueden ir desde el cáncer, al reflujo gastroesofágico, las varices esofágicas o la úlcera péptica.
La otra causa de déficit de hierro es una mayor necesidad del mismo, lo que es normal en mujeres embarazadas, las que están dando de mamar a sus hijos, en niños menores de 4 años o en adolescentes con un rápido crecimiento.
En tercer lugar nos encontramos con las enfermedades que impiden la absorción de hierro en el intestino. Es un hecho común en aquellas enfermedades crónicas que afectan al intestino delgado, como pueden ser la enfermedad de Crohn, en la enfermedad celiaca o los intolerantes al gluten.
La cirugía gástrica también puede ser causa de ferropenia ya que el hierro necesita un medio ácido para poder ser absorbido, como el que aporta el estómago. Por este mismo motivo, las personas que tienen gastritis crónica, con menos producción de ácido, o toman de medicamentos para reducir la acidez de manera continuada (como el omeprazol) también pueden sufrir falta de hierro.
La última causa es una ingesta reducida de hierro. Y no es, en absoluto, la más rara.
La principal fuente de hierro de la dieta son las carnes rojas (vacuno, cordero, pavo, cerdo, caballo…), que aportan hierro junto con el grupo hemo, que es como lo necesitamos. La absorción del hierro de esta forma es máxima y es la mejor forma de aportar hierro al organismo. También poseen grandes cantidades de hierro las sardinas, merluza, rape y los crustáceos (almejas, mejillones…)
Ciertamente, algunas plantas tienen hierro, pero en cantidades menores que la carne. Por desgracia, muchos compuestos químicos naturales de los vegetales impiden la absorción del hierro, de manera que el célebre hierro de las lentejas, no es escasamente útil debido a la presencia de ácido fítico que “secuestra” el hierro en el intestino no dejando que llegue al organismo .
En general, las verduras de hoja (espinacas y acelgas, incluyendo el perejil), legumbres y frutos secos (especialmente los pistachos y las pipas de girasol…) tienen cantidades apreciables de hierro.
El café, el té, el vino y el vinagre contienen taninos que reducen la absorción de hierro.
Una solución para mejorar la disponibilidad de hierro con una dieta vegetariana es mezclar alimentos ricos en hierro con otros ricos en vitamina C (cítricos, tomate, pimiento), ya que se ha descubierto que la vitamina C mejora la absorción del hierro.
A su vez, los lácteos que son ricos en calcio, reducen la absorción de hierro.
Los vegetarianos pueden mantener unos adecuados niveles de hierro, pero deben observar una dieta cuidadosamente equilibrada para ello. A pesar de todo, los estudios demuestran que sus reservas de hierro son más bajas que las de las personas que consumen carne. Es algo que hay que tener en cuenta cuando el organismo necesita más aportes, por ejemplo, al pasar una enfermedad.
Si con la dieta no es bastante, siempre nos queda la farmacología.
Los suplementos de hierro por vía oral, no presentan buena tolerancia, en general y como es sabido producen un intenso color negro en las heces. Deben ser administrados entre las comidas y a ser posible, acompañados de un zumo de naranja para mejorar su absorción.
Si con ello no es suficiente, hay hierro intravenoso que es muy eficaz (una inyección dura hasta tres meses) y es bien tolerado.
Juan J. Granizo, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública