¿Producen cáncer las líneas de alta tensión?…Creemos que no y si lo hicieran sería una sorpresa, al menos, para la ciencia pero el caso no está cerrado. Un artículo del doctor Juan José Granizo

En el año 1979 se publicaba en una prestigiosa revista científica un estudio sobre la asociación de cáncer infantil y los tendidos de alta tensión en el estado de Colorado (EEUU).
Se abría así un debate que cuarenta años después todavía tiene preguntas de importante calado científico sin respuesta, como confirmar que los tendidos eléctricos son –verdaderamente- un factor de riesgo del cáncer y si esto fuera cierto, buscar una explicación científica convincente, que todavía no existe.
Lo que la ciencia sabe hasta ahora es que las líneas de alta tensión generan un intenso campo electromagnético.
Un campo electromagnético es energía transmitida por ondas, físicamente eso se denomina radiación (concepto completamente diferente a radioactividad, no confundir ambas cosas).
La peligrosidad de los campos electromagnéticos fue descrita hace mucho tiempo y depende de la “frecuencia” del campo. A mayor frecuencia, el campo transmite más energía.
Por encima de un valor crítico esta energía es capaz de romper moléculas biológicas, como el ADN o las proteínas de las células ocasionando mutaciones o muerte celular. Este proceso se conoce como ionización y por ello se llama a estas radiaciones ionizantes.
Todas las radiaciones ionizantes aumentan el riesgo de cáncer e incluyen los rayos gamma, los rayos X y una parte de los rayos ultravioleta.
Si la frecuencia del campo electromagnético no supera un cierto valor, su energía no es capaz de romper moléculas y por ello se considera a estas radiaciones como no ionizantes.
En esa zona del espectro electromagnético se encuentran una parte de los rayos ultravioleta, la luz visible, los infrarrojos, las microondas y las ondas de radio. En el extremo mas bajo (de menor energía) de esta lista están los campos electromagnéticos causados por las líneas de alta tensión.
Con los conocimientos actuales de física y biología no es posible explicar como estos campos electromagnéticos no ionizantes pueden producir cáncer. Para colmo, todos los estudios experimentales realizados con células o animales han fracaso en reproducir esta supuesta asociación causal.
Pero lo cierto es que el estudio publicado en 1979 desencadenó una avalancha de nuevos trabajos cuyos resultados son contradictorios y no concluyentes. Esta discrepancia no es rara en estudios epidemiológicos, debido a diferencias en la metodología de trabajo, pero el asunto tiene su interés desde el punto de vista de la salud pública porque la exposición a los campos electromagnéticos afecta a millones de personas.
Varias instituciones han revisado estos datos y, en resumen, se observa que hay un ligero aumento de riesgo de leucemia y cáncer cerebral en niños expuestos a campos electromagnéticos de gran intensidad (por encima de 0,3 µT).
En ese grupo, se ha detectado un riesgo de leucemia de 1,7 a 2,0 veces mayor de lo normal, lo que no es un gran riesgo, desde el punto de vista epidemiológico. La incidencia de estos tumores es bajísima en la población infantil (5 casos por 100.000 niños al año) y duplicar este valor tan bajo sigue siendo un riesgo objetivamente muy pequeño.
Pero lo que resta validez científica a estas conclusiones es que carecen de significación estadística, es decir, matemáticamente no se puede descartar que se trate de una asociación casual: no hay certeza epidemiológica.
Bien es verdad que solo el del 1 % de los niños estudiados estaban expuestos a campos tan intensos (lo que suponía vivir casi debajo de un tendido de alta tensión) y que con un riesgo tan pequeño, el método epidemiológico tiene dificultades para demostrar una asociación.
La Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer de la Organización Mundial de la Salud, dice que los campos electromagnéticos ocasionados por las líneas de alta tensión son un “posible carcinógeno humano”.
Un “posible carcinógeno humano” es un agente cuyo potencial para desarrollar cáncer está escasamente probado en las personas e insuficientemente probado en experimentos con animales. Como antes hemos dicho, no solo han fracasado todos los estudios en animales si no que no hay base científica razonable.
En cualquier caso, si las líneas de alta tensión realmente aumentan el riesgo de cáncer, el efecto sería extremadamente pequeño y abrirían un nuevo campo de conocimiento tanto en la biología como en la física.
El caso no está cerrado. Por el momento, con lo que sabemos, no hay motivo de alarma, pero multitud de científicos siguen trabajando en este tema, ante el potencial efecto que podría tener en la salud.
Mientras tanto, las medidas para reducir este posible riesgo no pasan necesariamente por el soterramiento de las líneas de alta tensión, ya que esta medida como tal, no resuelve nada: los cables deben blindarse para evitar que el invisible campo electromagnético nos alcance.
Una medida más simple es el alejamiento de las líneas de alta tensión porque la intensidad del campo decrece rápidamente con la distancia.
Juan J. Granizo, Doctor en Medicina, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública
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