Verdades y mentiras médicas en las redes sociales: La alimentación. Cuando de lo que se trata es de llamar la atención del lector como sea. Un artículo del doctor Juan José Granizo

La semana pasada comentábamos, en esta columna de El Correo de Pozuelo, la desinformación que podían causar algunos mensajes difundidos en las redes sociales, supuestamente, en apoyo a personas con cáncer.
Hoy vamos a comentar otro de esos campos en los que la desinformación es moneda frecuente: el campo de la alimentación. En estas semanas pasadas hemos podido leer cosas tan asombrosas como que una copa de vino equivale a una hora de gimnasio. Así, con un par.
También nos han contado que tomarse una cerveza es tan efectiva como el paracetamol para el tratamiento del dolor o que las patatas fritas de una determinada marca de comida rápida son buenas para la calvicie. Con otro par.
Y así podía seguir enumerando páginas y páginas de mentiras. Así, de simple: mentiras.
En la película de Coppola Apocalipsis Now, el coronel Kurtz, magistralmente interpretado por Marlon Brando, dice al capitán Willard (Martin Sheen) que “no hay nada peor que la peste de las mentiras”.
No se que habría pensado el coronel Kurtz en estos tiempos de la era de la postverdad, pero me temo lo peor…
Por desgracia, vivimos en un tiempo en el que leer a fondo el contenido de un mensaje no está de moda. Nos conformamos con ver los escandalosos titulares y algunas llamativas fotos sin entrar a analizar lo que de verdad han escrito los autores.
Muchos de estos mensajes de las redes tienen una gran discrepancia entre los títulos y el contenido. Un contenido que puede ser incluso aceptable científicamente.
Como pasa en el caso del cáncer, la sensibilidad social que producen algunas palabras se emplea para llamar la atención de un lector muy superficial, que no se va a parar a leer la letra menuda de la información.
Pero, amigo, si les interesa el tema, lea la información completa, no solo el titular y valore el medio de comunicación que la publica. Hay periódicos españoles serios que publican excelente divulgación al respecto.
Resultan muy recomendable, por ejemplo, “El Comidista” que publica El País (parte de la información de este artículo está extraída de esta sección, que he empleado en ocasiones en mi columna), pero tampoco son nada desdeñables la secciones específicas de El Mundo, ABC o La Vanguardia.
Hay varios indicios de calidad en la información. En ciencia, se llama “calidad de las fuentes”.
Si un artículo de prensa cita una publicación científica (un artículo de una revista con sus autores, fecha de publicación y título completo) es una señal de fiabilidad. También lo es si el autor les ofrece un enlace a una revista científica (no obstante, verifique que es correcto).
Personalmente, una de las cosas que menos confianza me inspiran, son las simplicidades y la falta de explicaciones. Si alguien le dice que las patatas fritas previenen la calvicie sin argumentos lógicos es que le quiere engañar
En ciencia, sobre todo en medicina, nada es simple. Un mensaje, por ejemplo, matizado por la opinión de expertos, a veces en contradicción (¿por qué no?), es indicio de que quizás las cosas tengan otras explicaciones.
En el momento de escribir estas líneas, estoy impartiendo un curso de metodología de investigación para médicos. Al acabar todos me dicen lo mismo: “Nada es tan sencillo como parece”. Se lo acabo de decir a ustedes, con otras palabras.
Estas mentiras pasan por dos motivos básicos. Hay malos periodistas que quieren conseguir muchas entradas en sus medios digitales por que el valor de la publicidad depende de ese número de entradas. (Les hago notar, que El Correo de Pozuelo no tiene publicidad, lo que es una garantía de independencia).
El otro motivo es la fabricación de información pseudocientífica por la industria, información que consigue colar en medios de poca monta con el fin de mejorar su imagen comercial. La industria cervecera está bordando este tipo de marketing, lo que incluye el patrocinio de carreras y la creación de tonterías como eso del “beer-runners”.
Que no le engañen. Beber un par de cañas o un vaso de un buen vino, no son un peligro para una persona sana y con una edad “adecuada”. Hacerlo a diario, seguir haciéndolo a los 70 como a los 20, cuando se padece una enfermedad o cuando se están tomando ciertas medicaciones, es una temeridad.
Les voy a poner un ejemplo, sobre los supuestos beneficios del vino tinto:
En una ocasión, realicé un trabajo de investigación con unos colegas del hospital de Getafe sobre el efecto de los antioxidantes del vino tinto en la prevención de la sordera asociada a la edad en ratas. La referencia bibliográfica es “Protective effects of polyphenols on presbycusis via oxidative/nitrosative stress supresión in rats, Exp Gerontol 2016; 83; 31-36”.
Ciertamente, el efecto protector de estos compuestos antioxidantes (los polifenoles) es impresionante, pero se trataba de un estudio experimental en ratas.
Buscando la composición de polifenoles en algunos grandes reservas españoles, en la mejor de las añadas y bodegas, una persona de 70 kilos debería beber unos 17 litros diarios de vino, durante 30 años, para igualar la dosis que se le administró a las ratas.
Creo que no se necesitan más comentarios. Podríamos haber hecho un gran titular, pero habríamos dicho una peligrosa media verdad.
Juan J. Granizo, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública