El cabo Luis Noval dio su vida por España en la guerra de África. Prefirió morir a bayoneta pero dando aviso a otros compañeros de un ataque de rifeños vestidos como soldados españoles

El cabo de Infantería del Regimiento del Príncipe n.º 3, Luis Noval Ferrao, se hizo acreedor a la cruz de la Orden de San Fernando, pensionada con una pensión anual de 400 pesetas transmisible a sus herederos (R.O. de 19 de febrero de 1910, D.O. n.º 39 de 20 de febrero de 1910), por su comportamiento en la defensa del campamento del Zoco el Had de Beni Sicar, la madrugada del día 28 de septiembre de 1909.
El citado cabo, en la noche del 27 al 28 de dicho mes, estaba encargado de recorrer el servicio de vigilancia establecido entre los atrincheramientos que constituían el flanco derecho del campamento, siendo atacados los centinelas por numerosos enemigos que les obligaron a retirarse hacia las posiciones fortificadas, lo hizo el cabo Noval defendiéndose de un grupo de enemigos hasta llegar junto a una de las alambradas, donde encontró otro numeroso grupo de rifeños que diciendo ser españoles habían conseguido que suspendieran el fuego las fuerzas que defendían el campamento.
En aquel momento, el cabo Noval gritó para advertir a sus compañeros que eran enemigos los que se acercaban y excitó a los nuestros para que dispararan, como así lo hicieron. Al amanecer del día siguiente se encontró su cadáver con el fusil fuertemente sujeto entre sus brazos, el cuchillo-bayoneta ensangrentado y junto a él los cadáveres de dos enemigos.
Asturiano, nacido en Oviedo en 1887, ebanista de profesión, se incorporó al ejército en 1909 como soldado del Regimiento del Príncipe de guarnición en Oviedo. Poco después de incorporarse, su regimiento fue enviado a Melilla. En esta ciudad sirvió en el fuerte de Cabrerizas Altas y combatió en la batalla de Taxdirt y en la toma del Zoco el Had de Beni Sicar donde acampó su regimiento y encontró la muerte gloriosa.
Inicialmente enterrado en el en fosa común, junto a un sargento y cuatro soldados de su regimiento, en la que figuraba una pequeña placa con la siguiente inscripción “Diste tu vida por la Patria escribiendo hermosa página de Gloria en la Historia del invicto Ejército Español como buen hijo y mejor Patricio ¡Cabo Noval en África!”. En el año 1914 se exhumaron los restos de la fosa, trasladándose los del Cabo Noval al Cementerio de Oviedo y los del sargento y los cuatro soldados al osario del Panteón de Margallo. En Oviedo, sus cenizas se guardan en un panteón en el cementerio de dicha ciudad.
Existen monumentos dedicados a su memoria en muchas ciudades españolas, en Madrid, en la Plaza de Oriente, en los jardines del Cabo Noval, hay un monumento a su memoria, obra del escultor Mariano Benlliure.
El fusil de este heroico infante (núm. 1115, serie A) fue entregado con toda solemnidad al Museo de la Infantería el 20 de junio de 1910 por el Regimiento del Príncipe, siendo trasladado durante la República al Museo del Ejército, actualmente ubicado en el Alcázar de Toledo.
Ante la dificultad de tomar el Monte Gurugú directamente por asalto, el general Marina preparó una maniobra envolvente ocupando, en el norte del Monte, Taxdirt el Zoco el Had e Hidum, en la zona más cercana al Monte, se ocupa Nador y Ait Axa, y más al sur Zeluan.
El día 22 de septiembre se había ocupado el Zoco el Had de Beni Sicar por la División que mandaba el general Sotomayor. El Zoco era una posición de gran importancia estratégica que había que defender a toda costa, aunque no disponía de suficientes fortificaciones para rechazar un fuerte ataque de los rifeños.
Mientras se construían las defensas, se organizaban patrullas nocturnas, las famosas escuchas, cuya misión era avisar con antelación el ataque de los enemigos. Los soldados destinados a escuchas se refugiaban en pequeñas trincheras llamadas pozos de tirador y la línea que formaban alrededor del campamento era recorrida periódicamente por un cabo para asegurarse de que no había caído ningún puesto en poder del enemigo.
El servicio era muy duro, habitualmente los escuchas solo estaban armados con un par de granadas de mano o con su arma reglamentaria. En su trabajo primaba la necesidad de avisar al resto de la tropa del campamento que su propia seguridad, era la viva imagen de las “guardias perdidas” de los antiguos Tercios Viejos de la España del siglo XVI. Normalmente los escuchas se hacían por parejas, de forma que, por turno, uno vigilara mientras el otro trataba de descansar.
La noche del 27 al 28 de septiembre de 1909, al servicio de recorrer los puestos de escucha del campamento de Zoco el Had estaba destinado el cabo Luis Noval. El cabo pertenecía a la 4 compañía, 1º batallón del Regimiento de Infantería del Príncipe, mandado por el coronel Molo.
En su ronda, el cabo Noval llegó, sobre las dos y media de la madrugada, a uno de los puestos que estaba defendido por los soldados Patiño y Fandiño. En la oscuridad en la noche, Noval vislumbró que un grupo de rifeños avanzaba hacia ellos. Los enemigos iniciaron el fuego sobre el campamento, el cual fue respondido por la guardia de este.
Noval inició la retirada hacía el campamento con los dos soldados del puesto, la misión primordial de los escuchas estaba cumplida, y campamento alertado, por lo que se imponía retirarse hacia la seguridad de las fuerzas propias. La retirada era una operación muy peligrosa, estaban en tierra de nadie, bajo un fuego cruzado, en la oscuridad de la noche y con grave riesgo de ser abatido no solo por el enemigo, sino también por las fuerzas propias que, el verlos correr hacía sus puestos, podían confundirlos fácilmente con el enemigo. De los dos soldados del puesto, uno de ellos, Fandiño, decidió que era más seguro ocultarse que correr hacia el campamento, el otro, Patiño, consiguió saltar las alambradas. Noval, por su parte, observo que varios rifeños se estaban haciendo pasar por españoles que se retiraban de sus puestos de escuchas. Los españoles suspendieron el fuego equivocados por los gritos de los enemigos que se hacían pasar por compañeros, en ese momento, el cabo Noval, al darse cuenta del peligro que corrían, grito alertándolos para que reanudaran el fuego, a sabiendas que estos gritos significaban su propia muerte.
Después de una noche de combate, los asaltantes abandonaron su intento de tomar el campamento y se pudieron retirar los muertos españoles caídos fuera de las alambradas. Entre estos estaba el cabo Luis Noval Ferrao, abrazado a su fusil y rodeado de dos cadáveres enemigos a los que había matado.
El combate causó las siguientes bajas entre las tropas del Regimiento de Infantería del Príncipe: muertos el comandante Álvaro González Martínez, 1 sargento y 3 soldados; heridos el capitán Antonio Arias Fariñas, 2 sargentos y 12 de tropa.
Joaquín de la Santa Cinta, Ingeniero aeronáutico, economista e historiador
Para saber más:
- O. n.º 39 de 20 de febrero de 1910.
D.O. n.º 284 de 17 de octubre de 1909.
El imparcial de los días 28, 29 y 30 de septiembre y 1 de octubre de 1909.
La Época de los días 28, 29 y 20 de septiembre de 1909.
Revista Estela N3.
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