A los españoles nos gusta medicarnos y automedicarnos y, lo que es peor, guardar en nuestras casas decenas de medicamentos caducados. Un artículo del doctor Juan José Granizo
En una ocasión, uno de los pacientes que seguía me comentó que tenía diarrea. Suponiendo que ésta era consecuencia del cóctel de antibióticos que estaba tomando me disponía a darle algunas recomendaciones cuando sacó de la mesilla una caja de anticonceptivos orales en la que estaba escrito a mano: “para la cagalera”.
Sin pestañear, me dijo que en las otras ocasiones, eso le había ido muy bien.
Supuse, sin más, que alguna hija quería conseguir sus anticonceptivos con la receta de pensionista de su padre.
No es un caso excepcional: más de uno me ha dicho que la amoxicilina (un conocidísimo antibiótico), es un analgésico, ya que asocia su uso con el dolor de muelas. La amoxicilina trata la infección, que es la causa del dolor, pero no calma el dolor directamente.
No sigo. La lista de disparates es interminable.
En nuestro país, más de la mitad de los hogares esconden un arsenal farmacológico. No es de extrañar porque somos la segunda nación del mundo por número de prescripciones farmacológicas. En 2010 se administraron una media de 21 recetas por persona y año. Así que, o estamos muy malitos, o gastamos más medicamentos de los que necesitamos.
Las causas de esta desmedida afición a la farmacopea doméstica son múltiples:
La mala costumbre de muchas farmacias de dispensar medicamentos sin receta, complemento inseparable de la automedicación, que es todo un deporte nacional.
Los médicos a veces prescriben en exceso (lo que no siempre es inocente) y, para arreglarlo, algunos pacientes deciden saltarse el tratamiento a la torera: más del 80 % de los hipertensos no cumple con su medicación, un 20 % de los infartados abandona la suya antes de un mes, un 75 % de los pacientes con infección de orina no finaliza el tratamiento….
La industria farmacéutica también pone su granito de arena. Si le prescriben 10 días de tratamiento ellos harán embases para 7 días. con lo que necesariamente le sobrará medicación.
Como ven, reparto para todos.
La experiencia nos dice que los medicamentos que no se consumen se guardan “por si acaso”: Solo un 50 % de las personas, en el mejor de los casos, se deshace de los medicamentos sobrantes.
Pero, ¿esto es perjudicial? Desde luego, tener un paracetamol o unas aspirinas en casa por si le duele la cabeza, no lo es.
El problema ocurre con personas mayores, pacientes con dificultades de visión, enfermos crónicos que toman muchos medicamentos a la vez. Aunque cualquier persona que no entienda el efecto de sus medicamentos puede cometer un error, lo que es fácil porque, en España, hay comercializados casi 30.000 medicamentos distintos. Todo un disparate .
El peligro de acumular medicamentos en casa puede ir desde tomar algo caducado y que sea completamente ineficaz, hasta administrarse medicación en mal estado, cosa fácil con los colirios, jarabes y gotas que pueden producir infecciones locales, irritación o diarrea. En ocasiones esta medicación puede sumarse a otra que nos proporcione el médico lo que puede ocasionar problemas serios de interacciones.
En otros casos, la medicación ingerida era equivocada o producía nuevos síntomas que se sumaron a los de enfermedad retrasando o equivocando el diagnóstico de la misma. Las consecuencias pueden ser serias.
Algunos consejos útiles:
La primera idea: No guarde la medicación sobrante, pero tampoco la tire como basura. Llévela a su punto SIGRE de la farmacia ya que algunos medicamentos (y sus embases) pueden contaminar el medio ambiente.
Guarde los medicamentos en un lugar fresco y seco. Eso quiere decir que ni la cocina ni el cuarto de baño son los mejores sitios, aunque el 90 % de los hogares españoles lo hacen. La explicación es simple: son los lugares donde se dan las variaciones de temperatura y humedad más extremas de la casa.
Evite siempre exponer los medicamentos a la luz del sol.
Lea el prospecto, por si necesitan guardarse en frio.
Es mejor conservarlos en un cajón con llave, donde los niños no puedan tener acceso a ellos. No hace falta que les explique el peligro que corren.
Conserve los medicamentos en su caja: le ayudará a identificarlos y a saber el tiempo de caducidad. Revise periódicamente las caducidades.
Guarde los prospectos. Pero léalos, no haga como con los muebles del IKEA.
Uno de mis profesores decía que si al abrir un cajón aparecían más de 5 medicamentos o eres un enfermo crónico o en algo estás fallando. Haga la prueba.
Juan J. Granizo, Doctor en Medicina, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública