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España en el Siglo XIX
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Presidentes del Consejo de Ministros durante el Reinado de Isabel II: Brevemente Saturnino Calderón y otra vez O´Donnell

By Capitán Possuelo
08/03/2017
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Saturnino Calderón

Saturnino Calderón de la Barca Collantes, santanderino, nacido en Reinosa en 1799, muerto en el exilio en Paris a los 65 años, en 1864. Ministro de Gobernación, Comercio y Estado, Presidente Interino del Consejo de Ministros desde el 7 de noviembre de 1859 hasta el 30 de abril de 1860. Se reintegró  a su puesto de Ministro de Estado una vez acabada la guerra de África cuando  el  Presidente del Consejo de Ministros   titular,  Leopoldo O´Donnell, se reincorporó a su cargo.

Durante su mandato, en plena Guerra de África, se produjo un nuevo alzamiento Carlista que pretendía entronar al pretendiente Carlos IV y destronar a  Isabel II. La intentona se llamó alzamiento de San Carlos de la Rápita u “Ortegada”. El Capitán General de Baleares, Jaime Ortega y Olleta, con el apoyo expreso del Cardenal de Toledo, Cirilo Alameda y Brea, y  algunos militares  embarcó, el día 1 de abril de 1860, con unos 3.600 hombres de las guarniciones de de las Islas Baleares. Su  intención era desembarcar en San Carlos de la Rápita  y provocar la sublevación de varios cuarteles en Cataluña. El día 2 de abril desembarcaron en la Delta del Ebro  pero el alzamiento resultó  ser un completo fracaso tal y como había vaticinado el General Carlista Ramón Cabrera.  Los soldados se negaron a combatir contra el ejército de la Reina y las sublevaciones carlistas esperadas no se produjeron. Los mandos la sublevación intentaron huir pero fueron capturados por la Guardia Civil. El General Ortega fue detenido y fusilado. El pretendiente Carlos IV y su hermano Fernando, también detenidos, fueron amnistiados por el Gobierno a cambio de que ambos firmaran su renuncia al trono de España y a sus  derechos dinásticos, después de la firma fueron deportados a Francia.

Leopoldo O´Donnell y Joris (en la foto)

Una vez ocupado el puesto de General en Jefe del Ejército Expedicionario,  el 7 de noviembre de 1859, O´Donnell dividió las fuerzas en tres cuerpos de ejército mandados por los Generales Juan Zavala de la Puente, Antonio Ros de Olano y Ramón de Echagüe con un grupo de reserva al mando del General Juan Prim. La flota la  mandaba el Almirante Segundo Díaz Herrero.

Los objetivos fijados eran la toma de Tetuán y la ocupación de Tánger.

El 17 de diciembre se desataron las hostilidades,  duraron cuatro meses hasta al afirma de la paz el 26 de abril de 1860. Durante éste período de tiempo, un ejército muy mal equipado, mal preparado y peor dirigido, con una intendencia muy deficiente, tuvo unos 8.000 muertos, de los cuales dos tercios no murieron en combate sino que fueron víctimas del cólera y otras enfermedades.

El ejército español ganó dos importantes batallas en campo abierto: la de Castillejos  ganada por el General Prim,  que le valió el título de Marqués de los Castillejos, y la de Wad – Ras que le valió a O´Donnell el título de Duque de Tetuán.

Después de ésta última batalla, las tropas marroquíes se rindieron y se firmó la paz, el 26 de abril de 1860, en Tetuán. El Tratado de Wad-Ras, nombre como se conoce el acuerdo de paz,  fue calificado popularmente como “de la paz chica”. A pesar de su victoria España no consiguió ninguna expansión territorial importante, pues ni Francia ni Gran Bretaña lo consistieron. El trato estipuló lo siguiente:

  • Se ratificó el convenio firmado el 24 de agosto de 1859 sobre los límites de Melilla y los peñones de Vélez de la Gomera y Alhucemas.
  • Se fijaron nuevos límites a la frontera con Ceuta.
  • Marruecos se comprometía a cesar las incursiones sobre Ceuta  y Melilla.
  • Marruecos reconocía la soberanía de España sobre las Islas Chafarinas.
  • Indemnización a España de 100 millones de pesetas en concepto de indemnización de Guerra. Posteriormente fue rebajada a la mitad.
  • España recibía, a perpetuidad, el territorio alrededor del fortín de Santa Cruz de la Mar Pequeña, frente a las Islas Canarias (posteriormente llamado Sidi Ifni). Este territorio no sería ocupado hasta setenta años después, el 27 de marzo de 1934, durante la II República Española cuando fue tomado por una fuerza al mando del coronel Oswaldo Capaz Montes.
  • Tetuán quedaría temporalmente bajo la administración española hasta que Marruecos pagase la deuda de guerra. Fue evacuado en julio de 1862.
  • España recibió autorización para que sus misioneros pudieran instalarse en Fez y a construir una Iglesia frente al consulado Español en Tetuán.

Poca cosa para 8.000 muertos, no obstante la guerra fue un completo éxito para el Gobierno que aumentó su respaldo popular. La paz duro 32 años hasta la siguiente guerra con Marruecos en 1893.

La Iglesia española estaba contenta con O´Donnell, algunos obispos llegaron a  entusiasmarse con la guerra de Marruecos.

Pero la situación empezó a cambiar rápidamente. O´Donnell  apoyaba a Napoleón III y éste a Víctor Manuel II de Italia quien había arrebatado al Papa gran parte de los Estados Pontificios en 1861. La reacción de los obispos españoles fue un rechazo frontal al liberalismo y las Constituciones. Se impuso de nuevo el integrismo católico. El episcopado español terminó rompiendo con el Gobierno por varios motivos: no favorecía el cumplimiento del precepto de santificar las fiestas, no reconocía el merito de la Iglesia en la enseñanza  y no ejercía la censura contra los disidentes. Integrismo puro. Los obispos consideraban que podían acabar con el liberalismo y volver al sistema privilegiado de antes de 1833, fecha de la muerte de Fernando VII. El Papa condenó la libertad de prensa. La Iglesia reclamaba el cumplimiento completo del Concordato de 1851 independientemente de las penurias del Estado.

En 1860 había en España unos 150.000 obreros industriales frente a unos 2.300.000 jornaleros agrícolas. Los sueldos eran mayores en las ciudades, las condiciones laborales en las industrias eran mejores que en el campo y los jornaleros se sentían atraídos por las ciudades.  Los obreros industriales vivían mejor que los jornaleros agrícolas. La ausencia de cualquier tipo de previsión social hacia que una enfermedad, un accidente de trabajo o un despido los devolviera a la miseria, aun así sus condiciones laborales era infinitamente mejor que la de los jornaleros por lo que estos acudían a las ciudades.   Éstas  crecían necesitando, a su vez, mayores recursos para soportar su incremento de población.

A primeros del año siguiente, el 8 de febrero de 1861, el gobierno promulgo la Ley Hipotecaria. Ésta Ley, que  aseguró la propiedad territorial y estableció el Registro de la Propiedad, suplió le fracaso de la no publicación del Código Civil del año 1851 y funcionó como un código de la propiedad territorial con carácter general en toda España. Substituía a una serie de costumbres y prácticas locales propias del Antiguo Régimen que, como se indica en la exposición de motivos de la Ley,  son condenadas por la ciencia y la razón.

El 12 de abril de 1861 estalla la Guerra de Secesión Norteamericana que enfrentó a los Estados del Norte antiesclavistas e industriales con los Estados  del Sur cuya economía agrícola se sustentaba en el trabajo de esclavos. Duró hasta abril de 1865.

El 19 de mayo del mismo año, el Gobierno de  O´Donnell, con el informe favorable del Capitán General de Cuba, el General Francisco Serrano, aceptó la petición presentada ese mismo año por el gobierno de Santo  Domingo para reincorporarse a la Corona Española. Esta reincorporación duró hasta el 3 de marzo 1865 cuando el Gobierno de Narváez  decidió derogar el decreto de anexión. En medio hubo una sublevación contra los españoles que acabó en guerra abierta.

La  mitad  de isla de Santo Domingo fue entregada a Francia por el tratado de Ryswick en 1695, la otra mitad  también fue también entregada a Francia en 1795 por el tratado de Basilea.  España había cedido la parte española de la isla a Francia, pero sus habitantes nunca habían aceptado a sus nuevos amos. España recuperaría la parte oriental de la isla en 1808 y la mantuvo hasta 1821 cuando se declaró independiente. En 1839 fue ocupada por los haitianos, los habitantes de la parte occidental de la isla. Logró su  independencia de Haití, en 1844, después de una guerra.

En 1861, el presidente Pedro Santana, pidió  protección a Madrid y a Washington ante el temor de que el país fuese nuevamente anexionado por Haití. La ayuda norteamericana se descartó pronto al conocerse su intención de apoderarse de la bahía dominicana de Samaná. Quedaba como única solución la unión   con la Corona Española, la anexión fue firmada por la Reina el 19 de mayo en el Palacio de Aranjuez. Estados Unidos, en plena guerra civil,  no pudo hacer nada para impedirlo.  Ésta anexión fue muy mal vista por otras repúblicas hispanoamericanas. La administración español de Santo Domingo no prosperó y fue ruinosa.  Pronto comenzaron los brotes independentistas cuya represión fue muy dura y costosa por lo que la anexión no fue muy popular en España. En 1863, el dominicano Gregorio Luperón, con la ayuda de los Estados Unidos, organizó una sublevación contra los españoles que derivó en guerra abierta, la llamada Guerra de la Restauración, que duró hasta que las Cortes españolas, en 1865, se negaron a financiar las operaciones militares. La  guerra  fue muy impopular en España y  contribuyó  a la caída del gobierno de O´Donnell. España no reconoció la independencia de la República Dominicana hasta 1874

El 28 de junio de 1961 comenzó una sublevación campesina en Loja  (Granada) que se extendió por toda la provincia  y por las provincias limítrofes de Málaga y Granada. Un veterinario de Loja, Rafael Pérez del Álamo,   consiguió movilizar a unos 10.000 campesinos.  La conflictividad se había acrecentado por la forma en que se había abolido el régimen señorial, al enajenación de Propios y Baldíos, el cercamiento de fincas y la restricción del uso múltiple de los recursos naturales, todo ello amplificado con la mayor presión de la Hacienda en forma de impuestos, el sistema de quintas y el control de la Guardia Civil. Los sublevados publican un bando donde dejan claro que su misión no es otra que la defensa de la democracia, el respeto a la propiedad  y la libertad de opinión.

La reacción del Gobierno consintió en el envió de un fuerte contingente militar que derrotó y apresó a muchos de los sublevados. La represión fue dura pero no alcanzó al líder que huyó a Madrid. Posteriormente la Reina, en una visita a Andalucía, propició un indulto  que permitió  a los condenados volver a sus hogares. Del Álamo  definió su sublevación como  una revolución destinada a derrocar la Monarquía y sustituirla por una República. De ésta forma saltó al primer plano de la política la difícil situación de los jornaleros de las zonas donde predominaba el latifundismo.

El 31 de octubre de 1861, por el Tratado de Londres, España, Francia y Gran Bretaña decidieron organizar una expedición militar contra la República Mexicana en respuesta a la suspensión del pago de la deuda externa, anunciada por su presidente Benito Juárez, que afectaba a los tres países firmantes del tratado. La expedición desembarcó a finales de año en Veracruz. Los Estados Unidos, en plena Guerra de Secesión, no se atrevieron a intervenir y se limitaron a enviar una nota de protesta a los consulados de los tres Estados coaligados.

España contribuyó con 6.000 hombres mandados por el General Prim, el héroe de los Castillejos, que partieron de La Habana y conquistaron la ciudad de Veracruz y la fortaleza de San Juan de Ulúa. Los británicos y los españoles respetaron lo acordado, mantenerse en las áreas costeras y no inmiscuirse en las asuntos internos mejicanos. Napoleón III, por su parte,  anunció el propósito de  sustituir la República de México por un Imperio, el Segundo Imperio Mexicano,  a cuyo frente situó al archiduque de Austria Maximiliano.

Las tropas españolas se vieron afectadas por enfermedades propias de la zona donde estaban acampadas por lo que solicitaron, y obtuvieron, permiso del Gobierno Mejicano para taladrase a otras zonas más saludables. El 15 de abril de 1862, Prim ordenó la retirada a sus tropas, lo mismo hicieron los ingleses, quedándose solos los franceses en defensa del nuevo emperador mejicano. La decisión de la retirada de México la tomó el General Prim sin consultar ni con el Capitán General de Cuba ni con el Gobierno de O´Donnell. La retirada unilateral molestó al Emperador francés Napoleón III y las excelentes relaciones entre los gobiernos de Francia y de España se deterioraron.

A finales de 1861 el líder del partido progresista denunció en las Cortes la influencia que en la Reina ejercía la camarilla clerical encabezada por Sor Patrocinio y el padre Claret. Ésta camarilla ejercía presión sobre el Gobierno e impedía que España reconociera al Reino de Italia. También  la hacía  responsable de que los progresistas no fueran nunca llamados a formar gobierno.

A partir de éstas fechas la cohesión interna del partido que sustentaba el gobierno  se empezó a resquebrajar. La firma del Trato de Londres para la intervención en México fue muy discutida en las Cortes.  El partido unión liberal no apoyó al Gobierno  en éste asunto. El 16 de diciembre se votó una moción de confianza al Gobierno que no fue favorablemente votada por unos 80 diputados del partido que lo sustentaba entre los que se encontraban algunos de los fundadores. Se criticaba el estilo personalísimo de gobernar de O´Donnell.  Los diputados de la unión liberal, poco a poco, se fueron dispersando y algunos, como Prim, volviendo a unirse a los progresistas.

El 28 de mayo de 1862, se promulgó la Ley Orgánica del Notariado, en  cinco título define las funciones de los notarios, los requisitos para obtener y acceder a la fe pública, del protocola y las copias, de la propiedad y custodia de los protocolos y de la disciplina de los notarios. La  importancia de ésta ley reside en su vigencia al día de hoy.

El 10 de agosto de 1862, salió de Cádiz una expedición científica a Sudamérica escoltada por cuatro navíos de guerra bajo las órdenes del vicealmirante Luis Hernández – Pinzón Álvarez.  Entre las naves de guerra se encontraba la fragata Resolución, la primera fragata de propulsión por hélice botada en España en 1859 dentro del plan de renovación de la Armada, acompañada de su gemela Triunfo, la corbeta de hélice Vencedora  y la goleta protegida Virgen de Covadonga. Además de su labor científica, la expedición servía para exhibir la potencia de la Armada Española en la zona y para servir de apoyo a las reclamaciones presentadas por los ciudadanos españoles residentes en los países del área.

La expedición dio lugar a una guerra, la llamada Guerra del Pacifico, en 1864,  entre España, Perú, Chile, Ecuador y Bolivia.

Todas las aventuras exteriores que hemos venido contando, y que ocurrieron durante el llamado gobierno largo de O´Donnell, no consiguieron ni el objetivo inmediato de conquistas territoriales ni aumentar  la importancia internacional de España. La política exterior de la unión liberal tuvo efectos perversos sobre el modelo colonial vigente en las colonias españolas, además de un coste desorbitado que, junto con la crisis de la economía esclavista después de la Guerra de Secesión Norteamericana, contribuyó al desmantelamiento de la presencia española en Ultramar.

En 1863, la Junta General de Estadística  del Reino publicó el Movimiento Natural de la Población  conteniendo datos relativos al período 1858 a 1861 obtenido a partir de los datos parroquiales. Fue el primero de estos estudios publicados en España, desde entonces se vienen publicando información de datos demográficos en España.

La corrupción, las presiones  de las potencias europeas, especialmente francesas, el resultado infructuoso, contraproducente y oneroso de las aventuras exteriores y  la pérdida de cohesión  en  el partido que sostenía al gobierno  acabaron por   debilitar  el Gobierno de O´Donnell a principios de 1863.

A comienzos de marzo del mismo año, el Presidente del Consejo de Ministros pidió a la Reina la disolución de las Cortes, siguiendo la inveterada costumbre de disolver las Cortes siempre que éstas no fueran afines al gobierno de turno, para así poder contar con un  parlamento más adicto  y para poner fin a la disidencia que había aparecido en el partido de la unión liberal.

La Reina se negó a la disolverlas influenciada por la oposición de O´Donnell a que la reina madre, María Cristina de Borbón, volviera a España. Entonces, O´Donnell presentó la dimisión que le fue aceptada el día 2 de marzo de 1863. La reina nombró en su lugar al Marqués de Miraflores como nuevo Presidente del Consejo de Ministros, con éste nombramiento el partido moderado volvía al poder.

 

Joaquín de la Santa Cinta. Ingeniero aeronáutico, economista e historiador

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