El Fantasma de don Agustín reflexiona sobre el atentado a la música pozuelera “ad nauseam”: Nos invitan a comprar en nuestros comercios pero nos impiden escuchar nuestra música
Estos pasados días me ha venido a la mente una copla que circuló por los mentideros de Madrid cuando todavía me encontraba en la otra vida, en la de carne y hueso.
Una copla, en relación con la muerte del conde de Villamediana, que finalizaba así:
“…la verdad del caso ha sido
que el matador fue Bellido
y el impulso soberano”
Es cierto que aquí, en nuestro Pozuelo, no se ha producido ninguna muerte violenta, pero sí que ha tenido lugar, llamémoslo así, un atentado cultural. La Unión Musical ha sido gravemente herida, todavía sin resultado de muerte, pero con un pronóstico muy sombrío.
El atentado tuvo lugar, ni más ni menos, que en la última sesión del Pleno municipal. Tuve la osadía de acudir a ella, incluso me atreví a sentarme en uno de los sillones destinados a los concejales, vacíos por mor de la pandemia. Nadie reparó en mi presencia.
Estuve en el pleno hasta que se terminó de debatir la moción destinada a intentar evitar el crimen. Me retiré tras la votación. Lo hice al sentir vergüenza ajena al escuchar algunas de las intervenciones que se sucedieron y tras comprobar su sentido del voto. No pude aguantar más.
Me retiré al comprobar que en ese salón sobraban los “Bellidos”, los “Bellidos” a Pozuelo. Aquellos que, con su voto en contra de la moción, habían traicionado el mandato que recibieron en las urnas de trabajar por y para los vecinos. La única obligación que tienen y por la que se les paga.
Se dijeron muchas cosas para intentar explicar lo inexplicable. Salí triste y cabizbajo. La cultura no es una prioridad para Pozuelo. Un signo distintivo de esta villa, como es la música, no merece el apoyo de su ayuntamiento, de la mayoría de sus concejales.
No lo merece una asociación como la Unión Musical porque, como se atrevió a decir alguno, sin mucho pensárselo y rozando el puro esperpento, son una asociación sin ánimo de lucro. Tal vez porque no la consideran algo “nuestro”, aunque su actividad revierte en beneficio de todos los vecinos. No lo merecen porque no son una empresa.
No, no triunfó el sentido común.
Lo que sucedió es, como señaló alguien muy acertadamente, que triunfó el miedo, el miedo insuperable. El miedo al poder y el miedo a cómo ese poder se lleva a la práctica diaria, utilizando el clientelismo “ad nauseam”.
Un miedo que también se extiende fuera de esta Casa. El miedo a decir y a hacer cosas que no gusten al de arriba. El miedo a no ser lo suficientemente dócil y maleable. El miedo a defender las causas justas. El miedo a defender lo de todos, para no correr el riesgo de perder lo propio. Esas dádivas que se pueden obtener mendigando ante el poder.
Nos animan a comprar en nuestros comercios pero nos impiden escuchar nuestra música.
Triunfó la soberbia y la prepotencia.
Al final, se impuso, sobre todos, el impulso soberano.
Don Agustín “El Fantasma del Torreón”