Reflexiones sobre los políticos ambiciosos, ignorantes y deconstructores que nos ha descubierto el coronavirus en comparación, por ejemplo, con el Cardenal Cisneros
Hace poco vi un excelente documental sobre el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros que había emitido La 2 y en el que intervenían el hispanista Joseph Pérez, el historiador Fernando García de Cortázar y el escritor Pedro Miguel Lamet.
Resultaba amargo ver el avispero que era España, en particular Castilla, durante el reinado de los Reyes Católicos. La alta nobleza intrigaba y competía entre sí por defender un poder basado en arrogarse y ejercer derechos abusivos sobre la población. Si sustituimos la aristocracia de finales del siglo XV y principios del XVI por los actuales señores autonómicos y los líderes de los partidos, con sus huestes de acólitos, tenemos un panorama muy parecido al de la España del siglo XXI.
Por contra, resultaba muy esperanzador ver alcanzar las más altas cotas de poder a un hombre de orígenes y carácter humilde, culto, honesto, trabajador y con un sentido de la justicia y del estado extraordinarios para su época, el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros. Pero más extraordinario es ver cómo ejerció el poder sin corromperse, sin ceder a presiones y tentaciones, manteniendo su integridad y rectitud. La historia de España podría haber sido mejor si Cisneros y Carlos I hubieran llegado a encontrarse y hablar.
Resumiendo, el documental presentaba al cardenal Cisneros como el político más brillante y honrado, pero en ningún caso maquiavélico, de la historia de España.
La pregunta que nos planteamos es si no aparecerá en nuestra nación otro personaje de la misma valía y trascendencia.
Durante estos días, varios amigos de muy distintas ideologías han coincidido en afirmar que sus compañeros de colegio o de carrera más inútiles y ambiciosos son precisamente los que se han dedicado a la política. Puede sonar demagógico y seguramente no sea el caso de todos, pero sin duda un gran porcentaje de las estructuras de los partidos están ocupadas por personas de dudosa capacidad profesional y moralidad y con objetivos innobles ¿Tan difícil y malo es trabajar honrada y productivamente, para tu beneficio y el de la sociedad en que vives?
Hace unos años, el director de una escuela de negocios dijo que, como no se podía saber de todo, nos iban a enseñar contabilidad, pero no para convertirnos en expertos contables, sino para que pudiéramos entender y hacernos entender por un contable. Ese mismo concepto lo extendió a todas las áreas de la empresa: logística, marketing, ventas, fiscalidad, recursos humanos…. Quedaba claro que, para llevar una empresa, necesitabas unos conocimientos generales mínimos. Poner en práctica tus ideas, precisa, más que de idealismo, de realismo. Y de formación.
Si dirigir una empresa requiere tener unas competencias profesionales, dirigir un país parece que no. Cualquier idealista sin formación suficiente, que ni imagina las consecuencias de sus decisiones, ni entiende la complicada empresa que es una nación, puede meterse a político e incluso llegar a ministro o presidente de gobierno.
Las utopías no dan de comer y han provocado muchos sufrimientos a lo largo de la historia. Cuando además abundan tanto en la clase política los ambiciosos, inmorales, ignorantes e incompetentes ¿qué futuro podemos esperar para nuestro país? La historia tiene muchos ejemplos de que, al final, el poder termina en manos de regímenes totalitarios ¿De verdad queremos en España un régimen bolivariano?
Peor todavía es el caso de aquellos que, de acuerdo con su ideología, lo que quieren es desmantelar España para luego volver a construirla a su gusto (deconstruir que se dice ahora). Lo que tal vez no tengan tan claro es que están haciendo el juego a otras grandes potencias y poderes financieros que también quieren una deconstrucción, la de la Unión Europea.
A todo lo anterior podemos añadir cómo los políticos han empezado a combatir la plaga del coronavirus, estimulando la participación en grandes manifestaciones que desde la UE desaconsejaban, ignorando la experiencia de otros países, tomando medidas tarde y mal y contraviniendo las normas que ellos mismos decretan (alguno, según publicó El Correo de Pozuelo, se fue a la nieve, otra simplemente desaparece y otros de nivel nacional se permiten violar las cuarentenas y cometer todo tipo de imprudencias). Al final, los profesionales sanitarios son los que, además de arriesgar sus vidas, tienen que dedicarse a hacer pedagogía por las redes sociales. Lo que sufrimos es negligencia de los políticos, en parte derivada de esa ignorancia de la que hablábamos antes, una negligencia potencialmente criminal que está costando vidas.
Por eso, la pregunta que nos hacíamos más arriba, la repetimos ahora como un anhelo desesperado. Ojalá vuelva a aparecer en España un político honrado y eficaz como lo fue Francisco Jiménez de Cisneros. No parece mucho pedir que esto ocurra por segunda vez en 500 años.
Juan Alatriste