El ruido es un enemigo importante de la salud. A sus conocidos problemas se unen obesidad, diabetes, tensión arterial o cardiopatía isquémica. Un artículo del doctor Juan José Granizo
Ruido es todo sonido no deseado. Desde el punto de vista de la Medicina, para que esta definición tenga utilidad, se debería decir que el ruido es un sonido que ocasiona molestias, lo que depende mucho del momento y la persona.
A menudo, el impacto del ruido en la vida diaria es olvidado por las autoridades, cuando la realidad es que el ruido no solo es una cuestión enojosa, si no que es el problema ambiental que más quejas ocasiona en toda Europa, siendo la causa de algunos efectos adversos en la salud.
La Organización Mundial de la Salud considera que un ambiente saludable es aquel que no pasa de 55 decibelios, rebajando este nivel a 40 decibelios por la noche.
Medir la exposición al ruido es complicado y las mediciones pueden ser fácilmente sesgadas cambiando unos metros la posición de un sensor, pero la normativa europea fija una serie de normas para ello, para que los datos obtenidos tengan, al menos, alguna comparabilidad.
Aceptando los datos disponibles y asumiendo que la realidad será bastante peor, la exposición de la población al ruido es muy alta: en España uno de cada cuatro personas soporta ambientes muy ruidosos (un 25%) mientras que en Europa la media es uno de cada cinco (en torno al 20 %).
Aunque hay ruido en casi todos los lugares donde hay humanos, es un fenómeno típicamente urbano.
La principal fuente del ruido en las ciudades es el tráfico, fundamentalmente el tráfico rodado, sin olvidar el ferrocarril y el tráfico aéreo que en algunas zonas puede ser desesperante.
Otras fuentes de ruido son la industria y especialmente las actividades de ocio y tiempo libre.
El problema es frecuente…pero ¿cómo de grave?.
Altos niveles de ruido diario ocasionan sordera, lo que es conocido desde hace mucho tiempo. Un nivel de ruido por encima de 75 decibelios, mantenido en el tiempo, lesiona el oído. Es el nivel de ruido de muchas calles de Madrid, pero es habitual superar ampliamente ese valor muchas horas al día.
La sordera asociada a exceso de ruido es característica de algunos trabajos, especialmente aquellos que emplean maquinaria y también de los músicos, pero en los últimos veinte años personas que no tienen exposición profesional al ruido presentan este tipo de sordera.
El uso de auriculares y frecuentar algunos locales de ocio con música a alto volumen también causa sordera, incluso en gente muy joven.
Si en algún campo de la salud el ruido tiene un impacto grave, es en el sueño, como cualquiera puede intuir.
Dormir con ruido, incluso sin llegar a despertarse, modifica la estructura del sueño, afectando a su calidad. En ocasiones se producen pequeños despertares que son imperceptibles para las personas pero que se pueden detectar con electroencefalografía.
El ruido nos impide conciliar el sueño, nos despierta precozmente o nos despierta a lo largo de la noche. Este sueño es ineficaz y dormir mal siempre implica mala calidad de vida.
Pero hay más. El problema, siendo grave, no acaba en dormir mal.
Está demostrado que el ruido genera una reacción de estrés en muchas personas. Con umbrales de tolerancia distintos, y con diversos desencadenantes, ya que no todos reaccionamos de la misma forma al ladrido de un perro que al paso de un autobús, ni a un ruido puntual que mantenido en el tiempo, ni a la música de Mozart que al Rock& Roll.
En los últimos años, recientes investigaciones sugieren que el ruido (y no es necesario que sea nocturno) se asocia a algunos problemas de desregulación endocrina y del sistema nervioso autónomo que podrían facilitar la aparición de obesidad y diabetes.
Aunque todavía no tenemos información concluyente, estos trabajos científicos apuntan nuevas e inquietantes relaciones del ruido que podrían precipitar la cardiopatía isquémica, subir la tensión arterial y ocasionar problemas cognitivos, afectando al comportamiento.
El control del ruido es algo que nos afecta y nos compete a todos.
No solo a las autoridades públicas: piense en su perro, en su coche o en las labores de conservación de su jardín. En el tono de su televisión o su voz cuando disfruta de una terraza en verano.
El ruido resulta más molesto y ocasiona mayor impacto en la salud cuando se produce de noche, coincidiendo con las horas de descanso.
Nuestros hábitos noctámbulos inciden mucho en la calidad de vida de otras personas. Y también en su salud. Es para tomárselo en serio.
Juan J. Granizo, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública