El Comandante Rafael Martínez Illescas murió por España en Puerto Rico al mando de un grupo de soldados que hicieron auténticas heroicidades para salvar la Bandera y los caudales
La invasión de Puerto Rico por las tropas norteamericanas duró 19 días, desde el día 25 de julio, cuando empezaron a verse las primeras tropas invasoras, hasta el día 12 de agosto cuando se firmó el armisticio. Anteriormente, el 12 de mayo de 1898, la capital San Juan de Puerto Rico fue bombardeada por la escuadra norteamericana del almirante Sampson. Después de dos horas y media de combate, la escuadra yanqui se retiró. El combate produjo 36 bajas en toda la guarnición, dos muertos y 34 heridos, y 20 en la población civil, 4 de ellas muertos y el resto heridos. Dos días antes se había producido el primer disparo de guerra hecho por un cañón emplazado en Puerto Rico desde 1797.
La isla estaba pacificada, no había ningún movimiento rebelde, la guarnición del ejército regular siempre había sido escasa y las defensas necesitaban mejores que no se podían realizar por falta de artilleros e ingenieros, a pesar de las repetidas solicitudes de tales especialistas a la metrópolis por todos los sucesivos gobernadores.
En el momento de romperse las hostilidades, la guarnición estaba compuesta por unos 8.000 soldados del ejército regular formado por cuatro batallones provisionales de infantería y dos permanentes, los batallones de Cazadores de la Patria n.º 25 de guarnición en Ponce y de Cazadores Alfonso XIII, que sumaban un total de unos 5.000 infantes. A ellos se unían unos 700 artilleros y unos 2.300 hombres de otras armas y cuerpos. Estas fuerzas se complementaban con 14 batallones de voluntarios, unos 6.000 hombres en total, repartidos en guerrillas que fueron poco eficaces.
A pesar de la corta duración de la campaña, hubo héroes que dieron su vida por España, entre los que se encuentra el comandante Rafael Martínez Illescas muerto heroicamente en Coamo el 9 de agosto de 1898.
El día 27 de julio, las tropas de la Primera Brigada de la Primera División del Ejército de Estados Unidos, al mando del mayor general James H. Wilson y compuesta por 3.571 hombres, desembarcó en la ciudad de Ponce situada en el Mar Caribe.
Las tropas desembarcadas solicitaron la rendición a coronel Leopoldo San Miguel, comandante militar de la plaza, cuya guarnición estaba compuesta por tres compañías del Batallón de Cazadores de la Patria, un batallón de voluntarios de 500 hombres, de los cuales solo dos terceras partes tomaron las armas, además de una sección de Guardia Civil y otra de Orden Público. San Miguel puso en conocimiento del Capitán General, Manuel Macías Casado, que la flota norteamericana fondeada en el puerto amenazaba con bombardear la ciudad si no se rendía. Al parlamentario norteamericano le dijo que no podía rendirse por no tener órdenes del Capitán General. La primera respuesta que recibió del Capitán General a su comunicación fue un telegrama en el que este le ordenaba que cumpliera con su deber.
Posteriormente recibió un segundo telegrama del mismo Capitán General donde le decía que, si creía que toda defensa era imposible, podía evacuar la plaza en el mejor orden, llevándose consigo todo el material que pueda, destruyendo los depósitos de municiones y de víveres, así como la estación y el material de ferrocarril. Con este telegrama, los cónsules inglés y alemán negociaron un acuerdo de capitulación de la plaza en el que, entre otras cláusulas, estaba la retirada de toda la guarnición.
Entre tanto, el general Macías había cambiado de opinión y anulado el segundo telegrama, había destituido el comandante de la plaza, coronel San Miguel, ordenándole que entregara el mando al teniente coronel de la Guardia Civil Julián Alonso quien tenía órdenes de defender la plaza a toda costa, en el mismo telegrama ordenaba a San Miguel que se dirigiera inmediatamente al pueblo de Aibonito, donde debía esperar nuevas órdenes.
Los cónsules, que habían negociado la capitulación de la plaza, enviaron un enérgico telegrama al Capitán General pidiéndole que confirmase lo pactado por ellos en nombre del coronel San Martín a lo que Macías, cambiando una vez más de opinión, contesta que se cumpla lo pactado y las fuerzas españolas se retiren. Los norteamericanos desembarcaron el día 28 por la tarde si oposición.
Ese mismo día por la mañana, las fuerzas españolas habían comenzado su retirada hacia el pueblo de Juana Díaz con toda la impedimenta después de haber intentado destruir la estación y el material ferroviario. Durante la retirada, muchos nativos del batallón de voluntarios n.º 9 desertaron.
La marcha hacia Aibonito se realizó en dos jornadas, pernoctando en Coamo, donde quedaron para defender la posición dos compañías con la bandera y la música del Batallón de Cazadores de la Patria junto a algunos guardias civiles y guerrilleros, todos ellos mandados por el comandante Rafael Martínez Illescas.
Illescas llegó a Coamo el mismo día 28 y, nada más llegar, empezó a tomar las medidas adecuadas para la defensa del lugar, así ordenó se practicasen trincheras y cortaduras en las entradas del pueblo y situó puestos avanzados utilizando la poca caballería de que disponía.
Desde el día del desembarco hasta el 6 de agosto, las fuerzas estadounidenses permanecieron en un campamento entre Ponce y Juana Díaz sin hacer ningún movimiento. El día 7 emprendieron el avance hacia Aibonito.
Al amanecer del día 9 de agosto, el comandante Martínez Illescas recibió el aviso de uno de sus destacamentos de guerrilleros de que las fuerzas estadounidenses, en gran número, avanzaban sobre Coamo y que una batería de artillería había sido emplazada y estaba lista para abrir fuego.
Martínez Illescas preparó inmediatamente una columna con su tropa e impedimenta para retirarse a Aibonito, protegiendo su retirada por algunas fuerzas al mando de los capitanes Frutos López y Raimundo Hita.
Sobre las ocho de la mañana se avistaron fuerzas enemigas al frente de la columna española en retirada, los norteamericanos habían realizado una maniobra de flanqueo con objeto de coger a las fuerzas españolas en una pinza. El combate entre ambas fuerzas comenzó.
Los soldados españoles, protegidos por las cunetas de la carretera, se defendían con buen ánimo. Su jefe, siempre a caballo, los animaba recorriendo la línea de un extremo a otro. Los atacantes se corrieron a la izquierda de la posición que ocupaban, escalaron unas lomas desde donde podían enfilar a las tropas españolas. Cuando se llevaba una hora de combate, el comandante Illescas cayó del caballo, una bala le había atravesado el corazón produciéndole la muerte instantánea. El capitán Frutos López, segundo en el mando, corrió en su auxilio, cayendo sin vida a los pocos pasos, entonces el capitán Hita, en quien había recaído el mando, ordenó a los soldados cesar el fuego e hizo señales al enemigo agitando su sombrero y un pañuelo.
Las fuerzas estadounidenses suspendieron el fuego. Algunos sargentos, cabos y muchos soldados del Batallón de Cazadores gritaron que no se rendían, cruzaron la carretera y, campo a través, se dirigieron hacia Palmarejo donde, horas más tarde, fueron recogidos por las fuerzas de auxilio que venían de las posiciones de la sierra de Asomate.
Para escapar más fácilmente, el abanderado, segundo teniente Julio Villot Varela, dejó la Bandera del Batallón de Cazadores de la Patria en el suelo, pero el soldado Ramón Suárez Picó la recogió y, campo a través, la llevó hasta Asomate donde la entregó al comandante Nouvilas. Otro soldado, Francisco Moreno, al ver caer de un balazo a la mula que transportaba la caja de caudales que guardaba los fondos de la columna, la cogió a hombros y recorrió 6 Km. hasta dejarla en lugar seguro.
Terminado el combate, el resto de las fuerzas españolas, 5 oficiales y 162 soldados, fueron hechas prisioneras, entre ellos el capitán Hita, dos subalternos y el teniente Galera que, habiendo sido herido en el combate de Guánica el día 26 de julio, había podido llegar desde Ponce hasta Coamo y retirarse con las fuerzas del Batallón de Cazadores de la Patria.
Además del comandante Illescas y del capitán Frutos López, ese día murieron dos soldados y un corneta. Todos fueron enterrados en el cementerio de Coamo, excepto el comandante que fue trasladado a Ponce donde fue sepultado. Los norteamericanos tuvieron cinco soldados heridos, alguno de gravedad.
Martínez Illescas había nacido en Cartagena en el año de1854, era hijo de un brigadier de la Armada. Muy joven ingresó en como cadete en el Regimiento de Infantería de la Reina. Con 19 años alcanzó el grado de alférez de infantería y fue destinado al Batallón de Béjar de guarnición en Barcelona. Ascendió a teniente de infantería por méritos de guerra durante la campaña de Cataluña en la Tercera Guerra Carlista. Siendo capitán fue destinado en 1886 a la isla de Puerto Rico al Batallón de Infantería de Valladolid. En 1892 regresa a la península por enfermedad y por haber cumplido su tiempo de servicio en Ultramar. A principios de 1898, siendo ya comandante de infantería, solicita su regreso a Puerto Rico donde es destinado al Batallón de Cazadores de la Patria de guarnición en Ponce, con el que encontró la muerte en Coamo.
Enterrado en el cementerio de Ponce, en 1915 fue trasladado su cuerpo a Cartagena donde reposa en la parcela militar del cementerio de esta ciudad.
Joaquín de la Santa Cinta, Ingeniero aeronáutico, economista e historiador
Para saber más:
- Crónica de la Guerra hispanoamericana en Puerto Rico. Ángel Rivero, capitán de Artillería.
- Centenario del Héroe de Coamo. Memorial de Infantería n.º 37.
- El Eco de Cartagena de 25 y 28 de enero de 1915.