La artrosis no es letal pero es la que más complica la vida de las personas mayores de 60 años y, como consecuencia, la que más gasto sanitario produce. Un artículo del doctor Juan José Granizo
La artrosis se ha ganado el derecho a ser considerada como una pandemia del siglo XXI. De todas las enfermedades reumáticas, aquellas que afectan al aparato locomotor, la artrosis es la más importante por su frecuencia y gravedad.
La artrosis, que en el mundo anglosajón se denomina osteoartritis, no es una enfermedad letal, pero es la primera causa de incapacidad por encima de los 60 años y genera un considerable sufrimiento a los que la padecen.
Además, es una de las enfermedades crónicas que más gasto sanitario ocasiona y al reducir la movilidad complica el cuidado de otras muchas patologías, como la diabetes.
A pesar de su importancia, la ciencia médica ha tardado mucho en investigar seriamente sus causas y actualmente se considera que la artrosis es una enfermedad biomecánica.
Hay otras enfermedades que afectan a las articulaciones: unas son de causa metabólica, como la gota producida por el depósito de ácido úrico en las articulaciones. En otros casos, son procesos inmunitarios como en la fiebre reumática, o enfermedades autoinmunes, como la artritis reumatoide.
Pero en la artrosis, el problema es mecánico. Las articulaciones, para evitar el roce de hueso contra hueso, están recubiertas de cartílago, de aspecto blanco y liso, logrando un perfecto encaje y un mínimo rozamiento. Este conjunto está rodeado de una bolsa de protección y sustentado por un conjunto de ligamentos. Aunque la artrosis acaba por afectar a todas estas estructuras, el daño empieza en el cartílago.
El cartílago es un tejido extraño: no tiene vasos sanguíneos y casi todo su volumen lo forma una especie de cemento formado por acido hialurónico, colágeno, condroitín sulfato y otras moléculas que le dan una arquitectura, un orden, que le permite soportar unos ciertos niveles de carga y movilidad. Las células que mantienen vivo el cartílago articular son los condrocitos.
El condrocito, cuando recibe una sobrecarga excesiva desencadena un proceso inflamatorio cuyo desenlace final no es la reparación, si no la destrucción del cartílago de forma lenta pero progresiva
Y la inflamación, a su vez, produce una reacción del hueso que se encuentra debajo de ese cartílago que consiste en la hipertrofia (esclerosis) y en el crecimiento de picos de hueso denominados osteofitos (los conocidos “picos de loro”).
Las consecuencias de todo ello se detectan rápidamente mediante la radiología, aunque los síntomas tardan unos años en llegar: los principales son el dolor asociado al movimiento y la rigidez articular. La articulación progresivamente se deforma, se percibe como inflamada (caliente, hinchada y dolorosa) y cuando llega a un punto, pierde su funcionalidad.
En fases iniciales, la rigidez y el dolor ceden con el movimiento, y vuelven a aparecer pasados los primeros minutos de ejercicio. De manera muy característica, el dolor cede con el descanso.
Las articulaciones más afectadas son las que mayor carga reciben: rodillas y caderas, seguidas de la columna vertebral a nivel lumbar y cervical. Es muy frecuente la artrosis del pie, de los dedos de las manos y de la articulación de la mandíbula.
Como la causa de la artrosis es un problema mecánico, su primera causa es el sobrepeso, sobre todo en rodillas y caderas. Otras causas de sobrecarga son actividades muy repetidas realizadas en malas posiciones como pueden ser las propias del trabajo, el ocio y el deporte.
Más ejemplos: Los defectos de mordida ocasionan artrosis de la mandíbula y el calzado inadecuado (de tacón alto) predispone al desarrollo de cambios degenerativos en la rodilla.
Una causa frecuente de sobrecarga son las deformidades morfologicas, como son las rodillas en varo o valgo (rodillas excesivamente separadas o juntas, respectivamente). Esta situación produce un desequilibrio de la distribución de la carga dentro de la articulación, efecto que empeora con la obesidad.
La laxitud articular y la debilidad muscular son factores para la progresión de la artrosis.
Para prevenir la aparición de la artrosis hay tres medidas básica: mantener un peso adecuado, mantenga un hábito postural correcto y evite sobrecargas excesivas y prolongadas en el tiempo.
Si ya padece los síntomas, hay un extenso arsenal de medicamentos que le pueden ayudar: empezando por los analgésicos y los antinflamatorios hasta las infiltraciones de corticoides.
Buena parte del dolor de la artrosis viene dado por la contractura de los músculos de la articulación. Para ello, el calor local puede ser de ayuda. La artrosis cursa con periodos más tranquilos y otros más dolorosos. Cuando la articulación está visiblemente inflamada (caliente, dolorosa e hinchada) el frio le será de ayuda.
En casos avanzados la cirugía ortopédica es la mejor opción y en mi opinión, es mejor no demorarla por el miedo. En el caso de las caderas los resultados son espectaculares y tras la operación los pacientes se arrepienten de no haberse operado antes. Las rodillas son más complicadas y a veces la mejora del dolor no es la esperada, pero una gran mayoría de pacientes se benefician mucho y ello les permite seguir con su vida.
Las terapias alternativas -como la acupuntura, osteopatía, hierbas…- no han demostrado su eficacia científicamente.
El ejercicio protege la articulación y aumenta la fuerza de los músculos. Es bueno caminar, ir en bicicleta y practicar la natación. Existen ejercicios específicos para cada articulación que esté afectada por la enfermedad.
Durante las fases con mayor dolor el reposo relativo es beneficioso. También es bueno intercalar pequeños periodos de reposo durante las actividades de la vida diaria.
Los balnearios aplican aguas mineromedicinales, generalmente termales, para el tratamiento de la artrosis. Con ello consiguen mejorar el dolor y relajar la musculatura contracturada.
Ya les he dado una excusa para irse unos días…Se lo ha dicho el médico.
Juan J. Granizo, Doctor en Medicina, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública