Mis cafés apócrifos con gente de Pozuelo: Hoy, con Carlos Ulecia, el concejal que está en el PP como podía estar en Vox, si le ofreciesen ser nº 1, y al que solo le queda el apellido
Aquél día fue muy extraño. Carlos Ulecia aceptó mi café. Hecho que me sorprendió. Pues de todos los Ulecia es el menos amable, humilde y querido. Y los conozco bastante. Y teniendo en cuenta que él sabe que no me gusta mucho, me sorprendió gratamente su respuesta. Mientras caminaba por el Camino de las Huertas, me imaginaba su cara cuando me reconociera.
Carlos me conoce. Conoce a mi familia. A mis padres. Y yo le conozco. Se va a echar las manos a la cara. No se lo va a creer. Y luego me pedirá explicaciones con esa medio sonrisa suya que conocemos todos y esperando a clavarme el puñal en cuanto salga de la Cruz Blanca. Es lo malo de conocerse. Y conocerse tanto.
Y dieron las doce. Y allí estaba. Puntual. Levantó la mano para saludarme, como hace habitualmente. Y miró las mesas. Pero no había nadie solo. Y entonces. Me miró otra vez. Y, como imaginé, se llevó las manos a la cara.
Ulecia es absolutamente predecible. No sorprende nada. Como no sorprendió en ninguna de las concejalías que ha dirigido. Salvo para confirmar que sus formas no siempre son las adecuadas y sus políticas, las menos. Pero este tema no me interesaba. Estaba intrigada por otros.
Y se sentó a mi lado. “Ni de broma imaginé que fueras tú. Lo peor es que no puedo contarlo”. Me dijo preocupado. Yo me reí. Le entendí y sabía que él no podría decir nada a su jefa. ¿Cómo explicarlo? ¿Cómo decir que Sira, la modista, soy yo? Precisamente, eso. Una humilde modista pozuelera. Carlos repetía una y otra vez: “no puede ser”. Comprendí que se les cayó toda su teoría. Pero él no podía desvelarla.
Carlos entonces se cruzó de brazos. Pidió su café. Y me dijo. “Tú dirás”. Me dio a entender que nos separaban muchas cosas. A lo que le respondí que no. Que se equivocaba. Que es verdad que al final no apoyé a VOX, pero que fue una decisión personal. Igual que fue suya la decisión de mantenerse en el PP. A pesar de lo que piensa.
Él quiso defenderse y me dijo que no estaba en el PP por el dinero. Y le pedí, entonces, que me explicara cuál era el motivo de apoyar a una señora forastera, que se lo quiso cargar y que no tiene proyecto para Pozuelo. Que no entiende ni respeta las tradiciones católicas y que, además, aprueba medidas socialistas con el dinero de todos los que pagamos impuestos. ¿Está de acuerdo con el cheque bebé Ulecia?
Me reconoció que bajo ningún concepto. Que él no está a favor de esa medida. Pero, que “qué le vamos a hacer”. Yo le exigí coherencia entre sus principios, sus palabras y sus hechos. Apoyó esta medida con su voto. ¿Cómo se lo explicarás a los vecinos de Pozuelo que pagan sus impuestos aquí?
Acabó sacándose él mismo de este callejón sin salida. Sin salida para él. Y a mí siguiente pregunta no respondió. ¿Serás candidato por VOX?
Le expliqué que no entendía su falta de transparencia. Es cargo público. Y representa a un partido político. ¿O se representa asimismo? Ulecia me dijo que el PP iba a perder la mayoría absoluta y que él estará “donde Dios quiera que esté”. Para mí, lo tengo claro. Si le conceden ser número 1 de VOX, será candidato por VOX. Ya que bajo ningún concepto será su número dos. De todas formas le dije que Paloma Adrados fue inteligente. “Te puso en la lista donde te correspondía” Ella sabía que los suyos votaban a VOX, o eso decían. Así que dijo aquello de si quiere ser concejal, que le voten.
“Nunca se lo perdonaré”, dijo. Pero luego se lo perdonó porque ella dimitió y él pudo jurar su cargo y cobrar del erario público.
¿Dónde está Susana Pérez Quislant? Fue una pregunta inocente. E inmediatamente giró la cabeza. Y empezó a sudar. Sus palabras en relación a la forastera alcaldesa me dejaron alucinada. ¿No es tan mala?, “Carlos si te he oído ponerla a escurrir”. Pero me justificó que eso era antes. Que ha cambiado. ¿Le preocupa Pozuelo? Casi me caigo de la silla. Le pedí que me dijera un proyecto que tuviera la señora Quislant para nuestro pueblo. Enmudeció. “Es que le están haciendo la vida imposible”. Le respondí. “Pobre. Es una víctima, ¿verdad?”.
No quise seguir hurgando. Nunca me contaría la verdad. Aunque mentir sea “pecado”.
Y comentamos largo y tendido sobre el futuro de Pozuelo. Y también sobre el pasado. Sobre el PP, muy poco. Él se considera víctima de otros y se considera utilizado por aquellos que de verdad agitaron el voto a favor de su candidato, Luis Asua. “Yo no muevo tanta gente, Sira. Pero es que hay muchos que no queremos a Cristina Cifuentes. Muchos. Y también algunos que ocupan cargos de muchísima responsabilidad, aunque no pueden admitirlo. Sus cabezas rodarían”.
Me quedé con el adjetivo posesivo, “sus”. ¿Sus cabezas rodarían? Pensé que se refería a más de uno. ¿Quizás a dos? O más.
Carlos marchó rápido. Me confirmó una vez más que el PP no le interesa lo más mínimo. Y que en la lucha de la agrupación local, él tiene un papel relevante en tanto o en cuanto vea peligrar su puesto. “Yo soy un Ulecia”. “Moralmente” sólo le importa criticar a quien él cree que le pondría de patitas en la calle. La moralidad, sin embargo, cambia cuando se trata de quien le asegura un ingreso importante en su “consabida” vida.
Recuerdo hace años. En el parque. Unos amigos nos reímos al enterarnos que Carlos Ulecia iba a ser concejal. Mi prima dijo, “pues necesitaría un curso de liderazgo. Más que nada para que sepa convencer en vez de imponer”. Todos reímos y al poco tiempo, Ulecia dio ese curso. Mientras cobraba como concejal con dedicación exclusiva. Pero parece que no aprendió mucho.
Y Tobby empezó a ladrar. Siempre lo hace cuando saco fotos antiguas. Creo que le encanta escuchar historias pasadas. Esta vez, de las fiestas de la estación. Y se las enseñé a los niños. Que, por supuesto, no les interesabas nada. Pero Luis me hizo caso. “¿Ese es Carlos Ulecia?”, me preguntó señalando a un chaval en la foto.
Le conté mi sueño con él. Mi café. Intenté explicarle que de aquel Carlos no queda nada. Que no se parece absolutamente nada a su padre. Persona moderada, tranquila, querida, alegre. Respetado. Carlos se ha quedado con el apellido. Con esos recuerdos de antaño. Con una gran familia que en Pozuelo queremos muchos. Y yo deseo, de corazón, que vuelva a centrarse en todo lo bueno que tiene y que empiece a alejarse de lo que ha probado, no le funciona y además no lo hace bien.
Lo siento Carlos. Me duelen mis palabras. Pero es tu realidad. Y las digo con mucho cariño. Porque aunque tú no lo creas. Yo te sigo teniendo muchísimo cariño. Y las conspiraciones no son la mejor compañera de viaje para una gran familia como la tuya. Recapacita, amigo. Y quizás así, me encuentres, “de verdad”, en tu camino.
Sira Q.