Presidentes del Consejo de Ministros durante el Reinado de Isabel II: De nuevo O´Donnell

Veinte meses después de su dimisión por el incidente durante el baile de protocolo en Palacio, la Reina llamó, por segunda vez, a O´Donnell para que formara gobierno. Nombrado Presidente del Consejo de Ministros el día 30 de junio de 1858, su mandato duró casi cinco años hasta el 2 de marzo de 1863, con la interrupción del Gobierno de Saturnino Calderón de la Barca (7 de noviembre de 1859 a 30 de abril de 1860) motivado por la asunción, por O´Donnell, de la dirección de la Primera Guerra de África.
Con el gobierno de O´Donnell se inició un período de alternancia política entre los unionistas del presidente y los moderados de Narváez que se turnaron excluyendo a los progresistas del poder. Éste período de alternancia política fue la época de disolución progresiva del régimen isabelino.
Ésta política de bipartidismo estaba apoyada desde la corona, la Reina se negaba a que hubiese nuevos gobiernos progresistas por temor a las revueltas populares. Los progresistas respondieron a ésta política real con el retraimiento, es decir, no participar en política, no presentarse a las elecciones y hacer propaganda por la abstención, todo ello acompañado de continuas amenazas con nuevas revueltas. Un desacuerdo radical con el sistema y una amenaza de derribarlo todo que culminó con el grito de “abajo lo existente” a partir de 1866.
Los liberales no habían conseguido una base política sólida como había ocurrido en otros estados de Europa donde el régimen liberal burgués se había consolidado. La división ideológica dentro del partido era lo suficientemente fuerte como para impedir la unión de todos los grupúsculos liberales sobre unas mínimas bases comunes.
La división de los moderados tampoco permitía su unión, ni mucho menos la alianza de ambos partidos entre sí. Todo ello amalgamado con la debilidad de un desarrollo económico que no podía servir de base al sistema político.
La corrupción abarcaba todos los ámbitos y todos los partidos. Los que gobernaban, en cualquier nivel del poder del Estado, se aprovechaban de ello para hacer sus chanchullos. Se buscaban beneficios crematísticos o políticos siempre a costa del erario público.
Lo que si tenían en común los políticos de todos los partidos era la intolerancia. Se pretendía anular al adversario solo por tener otra forma de pensar con independencia de cuales fueran los problemas del país y si su solución requería una cooperación entre partidos. La revolución de 1868 acabó con todos.
Unión liberal era un partido que agrupaba a los burgueses moderados y progresista que dio estabilidad al Gobierno. Esto se tradujo en una cierta apertura política y un desarrollo económico, continuador del de la época de Narváez, que permitió el auge de los ferrocarriles, la construcción de obras públicas y una mejora de la Administración del Estado.
El problema que planteaba el partido de unión liberal era que carecía de ideología y por ello no generaba líderes que continuaran la labor de O´Donnell.
Al Gobierno se le llamó “el gobierno largo de O´Donnell” y constituyó la etapa de mayor estabilidad política del reinado de Isabel II. Estaba formado por miembros del partido unión liberal cuyo ideólogo era Juan Posada Herrera, el Ministro de Gobernación.
Como era de rigor, las primeras acciones del Gobierno fueron encaminadas a deshacer la obra del gobierno moderado anterior. Depuró el censo preparado por los moderados para perjudicar a los progresistas; nombró senadores a los generales Evaristo San Miguel y Juan Prim; restableció la constitución de 1845 en su integridad y reanudó la venta de bienes desamortizados, sin embargo, dejo fuera de la venta de bienes desamortizados a los bienes eclesiásticos para evitar las protestas de los católicos españoles y la ruptura con el Vaticano.
En cambio, mantuvo la ley de prensa del gobierno de Narváez pero con una interpretación algo más laxa. Tampoco restableció el Acta Adicional introducida durante el gobierno anterior de O´Donnell y derogada por el gobierno de Narváez.
Por Decreto Ley, de 11 de septiembre de 1858, se disolvieron las Cortes convocándose nuevas elecciones. Las elecciones se celebrarían el 31 de octubre y 1 de noviembre del mismo año y se llevarían a cabo con el nuevo censo depurado.
El resultado de las elecciones fue el esperado considerando los buenos oficios del Ministro de Gobernación, mayoría absoluta del partido unión liberal. Los progresistas puros que no se habían integrado en la unión liberal consiguieron un resultado digno e incluso que el partido demócrata, que había regresado a la legalidad con la llegada al gobierno del partido unión liberal, consiguieron dos diputados y un el partido carlista. Los moderados vieron reducida considerablemente su presencia en el Congreso y, además, perdieron a su líder parlamentario, Juan Bravo Murillo, que decidió retirarse de la política.
Las Cortes se abrieron solemnemente el día 1 de diciembre de 1858. En el discurso de inauguración se hizo mención a las aventuras internacionales que España estaba dispuesta a emprender: Intervención en México si éste país no pagaba la deuda contraída con España; la advertencia al Sultán de Marruecos para que controlara los incidentes en las plazas de soberanía española en África y la formación de un cuerpo expedicionario que, conjuntamente con otro francés, se desplazaría a Conchinchina para acabar con los ataques a los misioneros católicos. A éstas tres intervenciones exteriores se unirían la reincorporación de Santo Domingo a la Corona española y la Guerra del Pacífico.
Toda ésta actividad exterior fue debida a cuestiones de prestigio más que a la defensa de intereses españoles. La bonanza económica, la Guerra de Crimea (1853-1856), la de Secesión Norteamericana (1861-1865) y el apoyo a las aventuras coloniales del Imperio Francés de Napoleón III (1852-1870) en Indochina y México, dieron a España la oportunidad de salir de su aislacionismo internacional de las últimas décadas participando en la solución de lejanos conflictos que afectaban a intereses europeos.
El 10 de Julio de 1857, en el Reino de Annam, varios católicos de la zona y misioneros españoles y franceses fueron asesinados, entre ellos un obispo español. El 1 de diciembre, el embajador francés comunicó que el Emperador Luis Napoleón había ordenado a la escuadra francesa en la zona dirigirse a las costas del Reino de Annam y exigir a las autoridades del país garantías suficientes para con sus ciudadanos residentes en el país. Al mismo tiempo solicitó al apoyo de la flota española en Filipinas, a lo que el Gobierno de Armero accedió en diciembre de 1857.
En virtud de los tratados de la Santa Alianza, ambas naciones Francia y España, enviaron una expedición a la Conchinchina. Francia quería desarrollar sus actividades coloniales en la zona y aprovecho el pretexto de los asesinatos de los católicos para intervenir. La intervención española duró cuatro años hasta 1862.
La parte española de la expedición consistió en un contingente de 1.600 soldados, en su mayoría filipinos, que, al mando del Coronel Ruiz de Lanzarote, partieron de Manila en apoyo del ejército francés. El mando español estaba supeditado al General en Jefe de la expedición, el Contraalmirante francés Rigault de Genouilly. Además de tropas de infantería, España aportó un contingente naval desde la península y desde Filipinas.
La expedición llegó a la zona el 13 de agosto de 1858. Después de conquistar Hue, la capital del Reino de Annam, la armada conjunta se dirigió a La Conchinchina donde Francia quería establecer una colonia. El 17 de febrero de 1839 asaltaron Saigón, la capital. Las enfermedades diezmaron a las tropas aliadas no acostumbradas a combatir en las condiciones climáticas que daban en el área de invasión, afortunadamente, los soldados españoles filipinos estaban aclimatados a luchar en condiciones semejantes. Las tropas españolas se destacaron en los combates para la toma de la ciudad de Saigón, subrayamos el asalto final a la ciudadela de dos compañías al mando de Carlos Palanca Gutiérrez.
Durante los seis meses siguientes Saigón fue sitiada, los defensores no eran más que 900 soldados de los cuales 100 eran españoles. El General en Jefe francés fue cambiado, y su nuevo jefe, François Page, ordenó la retirada de las tropas españolas, salvo los 100 defensores de Saigón, sin comunicación previa al Gobierno español. Al mando de los pocos españoles quedó el Coronel Palanca, volviendo a las Filipinas el Coronel Bernardo Ruiz de Lanzarote con el resto de las tropas españolas.
El 23 de marzo de 1862 se daba por concluido el conflicto de Conchinchina y el 5 de junio del mismo año se puso fin a la guerra con un tratado de paz entre Francia y el Reino de Annam. El tratado, sin participación española, sirvió a Francia para comenzar la penetración colonial en Indochina. España solo recibió una indemnización económica y unos derechos comerciales. No supo hacer valer el esfuerzo de los casi 4.000 soldados que llegó a tener desplegados en Conchinchina, solo sacó la gloria del ataque y defensa de Saigón y unas cuantas lápidas destrozadas, con los héroes caídos en ésta guerra olvidada, que aun siguen en el cementerio de Saigón.
El 3 de junio de 1859, las Cortes suspendieron las sesiones del primer periodo, sesiones que se reanudaron el 1 de octubre con motivo de los problemas con Marruecos que dieron lugar a la Primera Guerra de África. Fueron suspendidas definitivamente el 14 de noviembre, dando fin al primer período de sesiones de la legislatura.
Mientras las tropas españolas luchaban en Indochina, en el otro extremo del mundo, en Marruecos, se desencadenó la Primera Guerra de África.
Desde los años 1843 y 1844, las ciudades de Ceuta y Melilla venían sufriendo ataques de las fuerzas marroquíes e incidentes de todo tipo, incluido el asesinato de un agente consular español, que a punto estuvo de desembocar en una guerra entre los dos países. El presidente del Consejo de Ministros de la época, Narváez, presentó un ultimátum que no llegó a la declaración de guerra por la intermediación de Gran Bretaña que logró que, ambos países, firmasen un acuerdo en 1844 por el que se fijaron los límites de las plazas de soberanía de España en África.
A pesar del acuerdo, los marroquíes, alentados por su sultán Muley Abd el – Rahman, siguieron incordiando y continuaron haciendo incursiones sobre ambas plazas los años siguientes.
En 6 de enero 1848 el Gobierno español, Presidido por Narváez, decidió ocupar militarmente las Islas Chafarinas. Las islas estaban deshabitadas y fueron ocupadas adelantándose, por horas, a Francia que también las quería para sí.
El 24 de agosto de 1859 se firmó, entre España y Marruecos, el tratado de Tetuán por el que quería poner fin a los problemas fronterizos. El tratado afectaba a la ciudad de Melilla y a los peñones de Vélez de la Gomera y de Alhucemas, pero no trataba sobre los límites de la ciudad de Ceuta.
Al mismo tiempo, España decidió mejorar las defensas de Ceuta dentro de los límites del tratado de 1844. El 11 de agosto, las tropas españolas que custodiaban la construcción de un fuerte fueron atacadas por los rifeños. Pocos días después la agresión se repitió, estos hechos causaron una ola de indignación en España.
El Presidente del Consejo aprovecho la situación para alcanzar varios objetivos políticos: situar a España entre las potencias de primer orden, entretener al ejército en una acción exterior y sacarlo de la dinámica de pronunciamientos en el que estaba inmerso a lo largo de todo el siglo.
El 29 de agosto de 1859, el sultán Muley Abd el-Rahman murió y su sucesor fue su hijo Mohamed Abd el-Rahman, Mohamed IV.
El 5 de septiembre el cónsul español en Tánger presentó un ultimátum a Marruecos exigiendo el castigo de los culpables y la restitución moral a España por los daños sufridos.
El nuevo sultán nunca cumplió con las de peticiones españolas. O´Donnell convocó a las Cortes y, el 22 de octubre, propuso al Congreso de los Diputados la declaración de guerra a Marruecos, declaración que fue aprobada por unanimidad de la Cámara. El Gobierno consiguió apoyos del resto de países europeos a pesar de las reticencias inglesas por el control de Estrecho de Gibraltar.
La declaración de guerra recibió un gran respaldo popular, levantando una gran ola de patriotismo que fue alentado por la Iglesia católica. En Cataluña y el País vasco se organizaron centro de reclutamiento de voluntarios donde se inscribieron muchos carlistas.
El Ejército expedicionario, compuesto por unos treinta y seis mil hombres, partió de Algeciras el 18 de noviembre.
El Presidente del Consejo de Ministros, O´Donnell, para poder dirigir las operaciones desde la zona de combate, renunció provisionalmente a su cargo, nombrando Presidente Provisional del Consejo de Ministros a su Ministro de Estado, Saturnino Calderón Collantes.
Joaquín de la Santa Cinta. Ingeniero aeronáutico, economista e historiador