El mayor espectáculo del cibermundo

El pasado sábado se celebraba en La Caja Mágica de Madrid el festival Samsung MADFUN, que reunía a una nueva generación de artistas conocidos como Youtubers, cuya característica común es haber alcanzado altísimas cotas de difusión, sobre todo entre la juventud, gracias a los numerosos vídeos que suben al popular Youtube. Lástima del escaso público que presenció las actuaciones, seguramente por culpa del alto precio de las localidades.
Es posible que para los más carrozas, como quien estas líneas escribe, resulte excesivo calificar de “arte” las producciones de estos chavales. Pero los hechos se imponen por la fuerza de la realidad. Youtube cuenta actualmente en España con 21 millones de seguidores. Y lo que es aún más significativo: El principal polo de atracción de los chicos ya no es nuestra vieja caja tonta. Los jóvenes entre 16 y 24 años pasan dos horas y media frente al televisor contra 2 horas y 20 minutos siguiendo contenidos audiovisuales en su smartphone que, cada día que pasa, van conquistando nuevas cotas de audiencia.
Cifras que, contra lo que pudiera suponerse vistas algunas de las susodichas producciones, deben empezar a ser preocupantes para los hasta ahora todopoderosos creadores del mundo de la información y del espectáculo, como las grandes cabeceras de la prensa mundial que en la actualidad se las ven y se las desean para mantenerse a flote, o las productoras cinematográficas o discográficas que contemplan con desesperación como la piratería informática drena sus beneficios hasta límites alarmantes.
Basta de calificar las cifras. Expongámoslas. El considerado como máximo Youtuber en este surrealista mundillo es inglés y se hace llamar PewDiePie. Desde 2010 hasta la actualidad, sus 48 millones de suscriptores y otros han visualizado los 2.882 vídeos que ha subido a la red la friolera de 13.400 millones de veces. Cada mes aumenta en más de 800.000 su número de seguidores y se calcula que sus ingresos anuales podrían sobrepasar los 800 millones de euros. Sí, sí; has leído bien: Ochocientos milloncejos de euros.
Incluso un cretino tan destacado como el cantante Justin Bieber se luce en un canal seguido por más de 24 millones de fans, y sus 125 vídeos han sido vistos casi 13.000 millones de veces. Se cree que con todo eso (escupitajos al público incluídos) podría llevarse cada año unos 20 millones de euros. Algo parecido sucede con la suculenta (pero no estúpida) cantante Rihanna, cuyos 104 vídeos musicales han sido contemplados 10.000 millones de veces.
Tampoco en ese terreno los hispanoparlantes tenemos motivos para acomplejarnos. En segundo lugar tras el antedicho líder mundial, tenemos al chileno HolaSSoyGerman. Este pollo es aclamado por más de 29 millones de admiradores y ha subido 137 videos a Youtube que fueron vistos 2.800 millones de veces. Gracias a sus acuerdos publicitarios es factible que se conforme con 2 millones de euros al año.
Y por supuesto, cómo no, elRubius, el Youtuber español número uno y octavo del mundo, con 20.8 millones de suscriptores. Ha subido 652 videos, que han reunido 4.300 millones de visualizaciones. No se conocen exactamente sus ganancias, pero se cree que podrían sobrepasar los 5 millones de euros cada año.
No está mal, ¿no? Tras conocer tan espectaculares beneficios y ver al azar algunas de sus obras, los ajenos al universo Youtube podrían pensar cómo es posible que unos frikis que no hacen otra cosa que divertirse con su ordenador, su teléfono o su Tablet, puedan conseguir un volumen tal de seguidores que pondrían verdes de envidia a algunas estrellas del mundo del espectáculo y ganar, gracias a sus acuerdos publicitarios con ciertas marcas y productos, unas mareantes cifras que para sí quisieran algunas de esas figuras que están todo el día en los platós de televisión o en las cadenas radiofónicas.
Pero es que no son frikis. Son trabajadores. Son realmente los reyes actuales del espectáculo y el entretenimiento, y ello con la base de unas producciones breves, dotadas de escasos medios y siempre apremiadas por la falta de tiempo. Algunos, incluso, son didácticos. Tienen un novedoso sentido del humor, talento como comunicadores, buen olfato comercial, y sobre todo una gran empatía con su público, con esa juventud que está abriendo nuevos caminos en todas las áreas. Y ellos, los Youtubers, como tantos otros emprendedores que se dedican a explorar las casi infinitas posibilidades del mundo digital, en lugar de meterse a llorar en un rincón en una constante queja por la agonía de los mundos prehistóricos del periodismo, de la cinematografía, de la edición de libros, de revistas y de productos discográficos, han dado en el clavo, sabiendo que si no puedes vencer a quien supones tu enemigo, no tienes otra solución que aliarte con él.
Y porque no juegan, no. Lo parece, pero la mayoría de ellos, sabedores de lo efímero del éxito, invierte gran cantidad de tiempo, sangre, sudor y lágrimas en mantenerse al día, en comunión constante con los gustos, aficiones y modas de su parroquia, con la certeza de que en ese movedizo universo, si te duermes apenas un instante, no sales en la foto. Saben también -y si no lo saben, pronto se darán cuenta- de que buena parte de las críticas que sufren proviene de quienes se vuelven verdes de envidia ante sus repetidos éxitos.
Y si crees que es tan fácil, pues adelante. No necesitas ser Ted Turner para darte de alta en Youtube y empezar a inundar el ciberespacio con tus imaginativas superproducciones. Es cuestión de cinco minutos. Y encima, es gratis. Luego, lo demás ya corre de tu cuenta.
Suerte… y talento. Necesitarás de ambos.
Abelardo Hernández