¿Y si nunca pudieras olvidar?

Una reciente información publicada en el diario ABC nos informaba acerca de una mujer australiana llamada Rebecca Sharrock, que es incapaz de olvidar. Ella padece una condición conocida bajo el nombre de hipertimesia, “un espectacular aumento de la función de evocación que proporciona una memoria autobiográfica altamente superior. Hasta tal punto es así que esta joven de 27 años afirma que su primer recuerdo data de doce días después de su nacimiento”.
¿Cuántas veces a lo largo de nuestras vidas nos habremos lamentado de nuestra falta de memoria? Infinitas ocasiones en las que intentábamos desesperadamente recordar la fecha de cumpleaños de uno de nuestros seres queridos, el número de la calle o el teléfono de la persona con la cual necesitamos imprescindiblemente hablar o, peor aún, averiguar quién es ese amable individuo que nos saluda efusivamente como si nos conociera de toda la vida…
Y padeciendo así, ¿quién no se sentiría feliz y privilegiado por poseer un disco duro neuronal tan inmenso que es capaz de almacenar todos y cada uno de los instantes de nuestra vida, no ya como lejanos y difusos recuerdos, sino como hechos tan nítidos como si los estuviéramos reviviendo en este preciso instante?.
Pues no. Rebbeca, quien hace sólo seis años se enteró de que no todo el mundo es como ella, y que sólo existe una reducida lista de apenas 80 personas en todo el mundo con idénticas características, no es feliz. Ni siquiera porque, habiéndose declarado fan apasionada de la saga de Harry Potter, dice recordar con puntos y coma todos y cada uno de los volúmenes de la serie escrita por J. K. Rowling.
El caso me trae a la memoria uno de mis cuentos favoritos de Borges: “Funes, el memorioso”. Con su inigualable prosa, afilada como un cuchillo de gaucho, J.L.B. nos relata que “Nosotros, de un vistazo, percibimos tres copas en una mesa; Funes, todos los vástagos y racimos y frutos que comprende una parra. Sabía las formas de las nubes australes del amanecer del treinta de abril de mil ochocientos ochenta y dos y podía compararlas en el recuerdo con las vetas de un libro en pasta española que sólo había mirado una vez y con las líneas de la espuma que un remo levantó en el Río Negro la víspera de la acción del Quebracho”.
Desde luego, Borges no nos retrata a Funes como un tipo feliz. “Me dijo: Más recuerdos tengo yo solo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo. Y también: Mis sueños son como la vigilia de ustedes. Y también, hacia el alba: Mi memoria, señor, es como vaciadero de basuras…”
Rebecca Sharrock está siendo actualmente estudiada por un par de universidades. Pero no es la primera. Ya en 1920 fue descubierto en Moscú un joven que intenta dedicarse al periodismo llamado Solomon Shereshevsky ( a quien la historia de la medicina se le denominará “S”), cuyo jefe se ha dado cuenta de que jamás toma notas. No lo necesita; almacena absolutamente todo cuanto ve u oye. Pronto cae bajo la supervisión de un famoso neuropsicólogo de nombre Alexander Romanovich Luria, que dedicará los próximos 30 años a estudiar su caso a fondo. Por cierto, no es imposible que Borges se basara en este caso para crear a su “memorioso”.
Según se cuenta, “en la primera sesión, Luria mostró a “S” una serie de números de siete a nueve cifras, fórmulas matemáticas complejas e incluso largos textos de poemas en varios idiomas”. Solomon no sólo fue capaz de repetir todos aquellos datos sin un solo fallo, sino que además, rememorando aquellas pruebas en una charla con Luria quince años después, el “memorioso” no sólo recuerda a la perfección los enunciados, sino que igualmente describe qué tiempo hacía en aquella lejana fecha, cómo Luria y él iban vestidos, y de qué otros temas triviales charlaron antes y después de la prueba.
Si olvidamos es porque nuestro cerebro está bien diseñado. Esa personas con supermemoria no sólo no son felices; tampoco son demasiado inteligentes. Como dice Borges “Funes era casi incapaz de ideas generales. No sólo le costaba comprender que el símbolo genérico perro abarcara tantos individuos dispares de diversos tamaños y diversa forma; le molestaba que el perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente)”. Lo cual le impedía tener el concepto abstracto “perro”. ¿Cuál perro?
Unos de los mecanismos más importantes de la estructura cerebral humana es la que se encarga de inhibir impulsos. Si no existieran, en todos y cada uno de los instantes de nuestra vida estaríamos viendo, oyendo, oliendo, analizando, almacenando y recordando TODO. Afortunadamente, somos selectivos. Nos enteramos de ciertas cosas y no reparamos en otras. Guardamos ciertos recuerdos y prescindimos de otros.
Otra buena prueba para demostrar que no siempre más es mejor.
Abelardo Hernández