Presidentes del Gobierno de España durante la regencia de María Cristina de Borbón-Dos Sicilias (VIII): Eusebio Bardají y el Conde de Ofalia
Eusebio Bardají Azara, aragonés nacido en Graus (Huesca) en 1776 y muerto a los 66 años en Huete (Cuenca) en 1842. Político liberal moderado, abogado y diplomático, fue nombrado cuatro veces Secretario de Estado antes de ser nombrado Presidente del Consejo de Ministros por la Reina Gobernadora en sustitución del General Espartero el 18 de octubre de 1837. Su Gobierno no llegó a durar dos meses, fue cesado el 16 de diciembre del mismo año.
Con su nombramiento empezaba la tercera etapa de gobiernos moderados de la Regencia de María Cristina, lo que se ha llamado el Trienio Moderado.
Eusebio Bardají era un liberal moderado de edad avanzada y talante conciliador, murió 5 años después de dejar la Presidencia del Consejo.
Éste gobierno, y los ocho que le siguen hasta la Revolución de septiembre de 1840 y el fin de la Regencia de María Cristina de Borbón, estuvieron sometidos a las influencias y decisiones de Espartero. Todos los Presidentes del Consejo de Ministros de estos gobiernos eran todas personas mayores y todos fueron elegidos en función de su relación con Espartero. Era el militar más influyente y fuerte del momento y su presión se hacía notar en los gobiernos. Todos eran moderados en el sentido de que eran hombres que habían colaborado con Fernando VII y habían pasado a apoyar con su hija Isabel II
La Regente creía que se reforzaba y daba estabilidad a la corona con el apoyo de Espartero, cuando vio que esto podía no ser cierto, se buscó otro general totalmente opuesto, el General Narváez, que sirviera de contrapeso a Espartero.
Ante la dificultad de terminar militarmente la guerra carlista, el Gobierno de Bardají se propuso combinar las acciones armadas con las negociaciones políticas. Ofrecía respetar los fueros vascos y navarros a cambio de la paz, pero su oferta fracasó. A pesar de ello se siguió proponiendo desde el Partido Moderado una generosa oferta de paz honrosa y sin venganza.
Los vientos de la guerra soplaban a favor de los cristinos, el desastre de la Expedición Real bajó la moral de las tropas carlistas que veían como los ejércitos liberales empezaban a dominar en el frente norte.
Tal situación creaba tensiones en el mando carlista. También creaba tensiones en el bando isabelino pues todos sabían que la guerra había que terminarla con un gran acuerdo y que quien lo lograra, los progresistas o los moderados, obtendría ventajas en el ejercicio del poder.
El 29 de octubre los carlistas publicaron el manifiesto de Archiniega, en un intento de retomar la iniciativa después del fracasado de la Expedición Real, en el que Don Carlos manifestaba su intención de seguir con la guerra realizando una depuración completa de los mandos militares entregando el mando militar a los carlistas más ultras, los apostólicos, que fracasaron a lo largo del año 1838.
Como ha ocurrido siempre en éste tipo de guerras civiles, crueles y de larga duración hay siempre un sector que termina ganando, los militares, que se hacen imprescindibles, que quieren rentabilizar los esfuerzos de todos y la sangre derramada como si hubieran sido realizados por ellos solos, es decir se acaba militarizando la sociedad.
El gobierno de Bardají cayó el 16 de diciembre cuando se estaba discutiendo con la Reina Regente el Mensaje Real a las Nuevas Cortes que iniciaban sus sesiones el 19 de noviembre.
Narciso de Heredia y Begines, Conde de Ofalia (en la foto)
Narciso de Heredia y Begines, andaluz nacido en Gines (Sevilla) en 1775 y muerto en Madrid a los 72 años, en 1857. Conde consorte de Ofalia y Marqués de Heredia-Spínola. Político y diplomático, fue Secretario de Estado con Fernando VII antes de ser nombrado por la Reina Gobernadora, el 16 de diciembre de 1837, Presidente del Conejo de Ministros en sustitución de Bardají. Su mandato duró casi nueve meses hasta su cese el 9 de septiembre del año siguiente.
Gobierno moderado y débil sometido a las influencias de los dos líderes militares más importantes de los partidos que se alternaban el poder, Espartero y Narváez.
Ofalia era ya un hombre mayor que había colaborado con gobiernos de Fernando VII y que aceptó la Presidencia del Consejo como una carga. El hombre fuerte era Espartero que, aunque nombrado Ministro de la Guerra, abandonó el Gobierno para seguir la guerra en el Norte.
En cuanto a la búsqueda del final de la guerra carlista, Ofalia siguió el camino de la negociación que había emprendido su antecesor.
Las opiniones estaban divididas entre los halcones que exigían una guerra a muerte y exterminio, caracterizados Martínez de la Rosa, y las palomas cuyo representante era Toreno que querían acabar con una guerra cruel y duradera con una paz honrosa. Ambas posturas fueron rápidamente desprestigiadas, los españoles querían una victoria total y aplastante sobre el enemigo.
En una situación muy parecida a lo que ocurre en nuestro tiempo, un gobierno no podía de dejar de retocar la ley de educación publicada por el gobierno anterior de otro signo político, así, el Gobierno moderado retocó mínimamente, en mayo de 1838, la ley progresista de 1836.
La situación política se estaba deteriorando por la incapacidad del Gobierno lo que dio lugar a que la venta de bienes desamortizados se ralentizara.
El inmovilismo del Gobierno hizo que éste no preparara el Presupuesto del año de 1838, así, las Cortes solo aprobaron el presupuesto de la Casa Real y del Ministerio de Estado y autorizaron al Gobierno a cobrar los mismos impuestos aprobados para 1835.
La guerra carlista seguía en todos sus frentes. A partir de abril menos brutal al aceptar el tratado de Eliot el más cruel de los generales carlistas, el general Cabrera.
El cansancio de una guerra tan larga hacia mella en ambos bandos, en especial en el carlista restringido a un territorio pequeño donde el sufrimiento se concentraba. Don Carlos era muy absolutista y ello no contribuía a mejorar las relaciones con el resto de autoridades elegidas en el territorio que controlaban y, como siempre, las criticas aparecen y crecen en los momentos de derrota y esos momentos estaban en pleno vigor en el bando carlista. Don Carlos nombró en junio general en jefe al general carlista Rafael Maroto que se encontraba desterrado en Francia por culpa de los apostólicos, los más extremistas entre los carlista. Maroto era un carlista moderado que estaba en contra de los apostólicos que formaban el gobierno carlista. Era de los que aceptaban la realidad, la guerra no la ganaría ningún bando. Tras su nombramiento anuló los destierros y procesos judiciales en curso contra otros carlistas moderados.
A primeros de agosto de 1838 Don Calos, viudo de María Francisca de Braganza, se casó con su hermana María Teresa de Braganza, la princesa de Beira, ultra católica y ultra absolutista muy conocida en los círculos ultraconservadores de los reinos de España y Portugal. Su llegada al País Vasco suscitó muchos apoyos entre los más integristas católicos y la guerra se volvió, de nuevo, más violenta y se incrementó la tensión entre apostólicos y carlistas moderados.
Maroto decidió fusilar a los apostólicos más exaltados y fue acusado de traición.
Los cristinos aprovecharon las dificultades para avanzar posiciones y obtener algunas victorias como la obtenida por las tropas de Espartero en Ramales (Guipúzcoa) que le valió al pueblo ser llamado Ramales de la Victoria y al general Espartero el Ducado de la Victoria.
Maroto, más interesado en negociar la paz que en contraatacar, fue depuesto.
El Marqués de Pontejos creó la Caja de Ahorros de Madrid sobre la base del Monte de Piedad creado por el Padre Pique en 1702.
En agosto de 1838 hubo un motín en la ciudad de Cádiz que, junto a las fuertes críticas sobre su Gobierno, hizo que Espartero pidiera su dimisión al a Reina Regente. Fue cesado el 6 de septiembre de 1838. Éste hecho significó la retirada definitiva de Ofalia de la política.
Joaquín de la Santa Cinta. Ingeniero aeronáutico, economista e historiador