El pasado era una porquería, que nadie se engañe…
(17-08-15) En un blog dedicado a la Ciencia (http://elrincondelacienciaytecnologia.blogspot.com.es) hace poco leía un artículo con este título que, a decir verdad, no me sorprendió en lo más mínimo porque desde tiempo inmemorial yo vengo sustentando parecida opinión. El autor comienza diciendo que “No es poca la gente –incluso gente muy joven– que sustenta la idea de que existió un tiempo en el pasado donde la gente vivía felizmente, hasta libremente, en una especie de mundo bucólico y sencillo sin las preocupaciones, presiones y condicionantes del presente”.
Una creencia tan simplona como extendida que a mucha gente le lleva a decir “Cuánto me habría gustado vivir en la época de la Grecia clásica, del Renacimiento italiano o en la Edad de Oro de nuestra literatura y nuestro arte”. Sin pararse a pensar, desde luego ni por un minuto, que falta un añadido, el cual podría ser “Y, naturalmente, en la susodicha época, yo habría formado parte de las escasas personas pertenecientes a las élites ricas, cultas y poderosas del momento”.
Sí, porque según nos cuenta el autor del artículo con muchísima razón, “El pasado era un lugar horrible para vivir, un tiempo de mugre, piojos, dolor de muelas, tiranía, superstición, ignorancia, plagas, niños muertos y mamás adolescentes muertas con ellos. El pasado era una mierda.”
A continuación cita algunas perlas en apoyo de su teoría. Por ejemplo, “Hasta la llegada de la medicina moderna, la tasa de mortalidad infantil en todo el mundo oscilaba entre el 20% y el 30%, llegando al 40% en épocas de hambruna, guerra o plaga. Estas cifras se mantuvieron así hasta entrado el siglo XX”. O bien nos recuerda que “la esperanza de vida media de 33 años que habíamos gozado cuando éramos nómadas, en el Paleolítico Superior, colapsó a menos de 30, más bien 25 o 28 y a veces 18, como en la Edad del Bronce.” Quizá en parte por las muchas enfermedades que entonces aquejaban a la Humanidad, quizá porque “Con frecuencia, una familia no podía pagarse las calorías necesarias para alimentar a todos sus miembros; hacerlo de forma saludable o al menos variada era una fantasía de aristócratas, arzobispos, reyes y papas. Estar gordo era la moda y el referente estético de belleza y éxito social, porque sólo los muy adinerados y poderosos podían permitírselo”.
Tampoco el terreno educativo era un camino sembrado de rosas, pues “Éramos ignorantes como piedras: una turba vil y analfabeta presa de tiranos, demagogos, clérigos, santones y toda clase de supersticiones. La alfabetización era un secreto gremial de escribas, monjes y sabios; la mayor parte de la gente no sabía leer o escribir ni su propio nombre y no digamos ya cualquier rudimento de cultura general. Los niños no comenzaron a ir a la escuela sistemáticamente hasta mediados del siglo XIX.” Quizá (y sin quizá) debido a lo cual “La forma común de gobierno era garrotazo y tentetieso. No existía nada parecido a la justicia; la idea de que tuvieran que juzgarte con un juez imparcial y un abogado defensor bajo el imperio de la ley sólo se extiende al pueblo a partir de los procesos revolucionarios del siglo XVIII. La vendetta y la ordalía eran formas de justicia común, así como castigar hasta los delitos más leves con tormentos infames.”
Sin embargo, el panorama mundial ha cambiado. La mejora del ingreso per cápita se ha traducido en una reducción significativa de la tasa mundial de pobreza, que se ha reducido un 80% en las últimas décadas, pasando del 27% al 5% entre 1970 y 2005. Durante el lapso comprendido entre 2005 y 2010y a pesar de la crisis económica mundial, el número de personas bajo la línea de pobreza cayó de 1.300 a 900 millones de personas, una reducción jamás sucedida en un periodo tan breve. Y el consumo diario medio de calorías crece desde 1991 hasta 2077 de 2575 a 2.755 calorías/día.
Un tema tan doloroso y preocupante como el de la mortalidad infantil también se halla en regresión. En 1960 se registraban se producían 108 fallecimientos por cada 1.000 niños nacidos, pero en 2011 este indicador disminuía hasta los 28, con un descenso de un 75%. Por último, señalar que incluso países muy pobres como Malawi, Congo, Burundi y Nigeria ven mejorar su renta per cápita entre 1970 y 2010 en cantidades que van desde un 32% a un 76,5%.
Que quienes leen mis paridas (espero que haya alguien) me disculpen tanta cifra estadística, pero a cambio del peñazo ojalá que algunas ideas catastrofistas basadas en creencias falsas, pero muy difundidas, empiecen a cambiar.
Y otra disculpa. Porque aunque sea políticamente incorrecto, debo decir que el progreso viene dado por el desarrollo de la ciencia y la tecnología, las cuales han sido propulsadas por el cruel, malvado y opresor neoliberalismo. Y gracias al retroceso experimentado por historias añejas y periclitadas como los fanatismos religiosos o las ideologías políticas igualmente extremistas, que ojalá en el futuro EPD.
Poseso.
Abelardo Hernández