Quinientos años de la pérdida de la libertad del Reino de Castilla: Honor y gloria a Los Comuneros y a aquellos que querían cambiar España y solo consiguieron que les decapitasen
Desde mi más tierna infancia (años 50 del siglo XX), en la época del más duro franquismo, uno de los días más señalados del año era el 23 de abril.
En mi natal Puebla de San Medel (250 habitantes, provincia de Salamanca, partido judicial de Béjar, diócesis de Plasencia, a los pies de la Sierra de Tonda,) ese día no teníamos clase en la escuela, el maestro nos llevaba a La Canchalera, la parte más elevada del pueblo y nos dejaba corretear a discreción. Todos íbamos con un trozo de hornazo.
Cuando le parecía nos reunía a todos junto a una fuente y nos decía:
-Habéis hecho lo que os ha dado la gana sin molestar ni hacer daño a nadie ni a nada, habéis sido libres y así debéis serlo siempre, incluso desobedeciendo al chulo mandamás que quiera sacaros los cuartos y obligaros a comportaros como a él se le antoje y no como dice la ley.
Eso es lo que hicieron vuestros antepasados cuando llegó Carlos I como rey de España y colocó a sus amigos de Flandes en los cargos más importantes y mejor retribuidos del reino.
Al poco tiempo Carlos I fue proclamado emperador de Alemania con el nombre de Carlos V y obligó a las Cortes a subir los impuestos para pagarle a él y a sus acompañantes el viaje hasta Alemania.
El pueblo castellano se sublevó contra ese abuso de poder y las principales ciudades se unieron en comunidades o instituciones comunes cuyo fin era conservar las costumbres, leyes e impuestos del reino y no lo que se les ocurriera a los forasteros recién llegados. La alta nobleza se puso de parte del rey.
El día 23 de abril de 1521 se enfrentaron el ejército de las comunidades (los comuneros) y las tropas reales. Los comuneros fueron vencidos y sus tres principales dirigentes decapitados.
Lo mismo que hacía el maestro de mi puebla hacían la mayor parte de sus compañeros, al menos en mi tierra.
Esa desolación nunca se olvidó y en el siglo XIX comenzó a rememorarse en casi todo el antiguo reino de Castilla, sobre todo allí donde la nobleza no era muy terrateniente. El ajusticiamiento de los comuneros fue representado (1860) en un hermoso cuadro por Antonio Gisbert que le encargaron las Cortes Españolas de esa época.
En gran parte de los domicilios privados y en casi todos los ayuntamientos y escuelas había una copia de él.
Cuando llegué a la edad adulta, y aunque el franquismo no nos dejaba hablar demasiado del pasado, seguimos recordando, y en cierto modo llorando, la calamidad que la Guerra de las Comunidades fue para Castilla.
Hoy el 23 de abril es el Día de la Comunidad de Castilla y León. Y los castellano-leoneses, en cierto modo, nos sentimos orgullosos de la dignidad de nuestros antepasados ante los ataques a su libertad y aunque ahora no vivamos en nuestra tierra natal seguiremos unidos a los actos conmemorativos que allí se hagan.
Domingo Domené
(El Canto de Esperanza, del poema de los Comuneros de Luis López Álvarez, fue musicado por el Nuevo Mester de Juglaría)