La leyenda japonesa de la espada del samurái invisible
Según una vieja leyenda japonesa, existe una legendaria katana cuyo filo imposible es tan agudo que es capaz de cortar la luz, pudiendo volver así invisible al Samurái que la porta.
Y hay historias en torno a las espadas japonesas que, siendo muy reales, las han convertido también en legendarias.
Corre el año 1945. Aunque el país jamás ha conocido la derrota durante 2.000 años de su historia, ha llegado el momento en que el Imperio japonés se rinda a los aliados, encabezados por los Estados Unidos. El nuevo emperador no es ya Hiroito, sino un estrafalario general llamado Douglas MacArthur, que de vez en cuando, imitando al popular John Wayne, se toca con un sombrero vaquero y un par de revólveres al cinto, al estilo de cualquier cowboy al oeste del río Pecos, y mira condescendientemente a los pequeños japos desde su 1,83 de estatura.
Sí. Japón se ha rendido sin condiciones. Y si en algún momento sus generales habían soñado con una paz negociada, su derrota después de Hiroshima y Nagasaki es tan total y absoluta que se ven impotentes para imponer ninguna condición.
Como en cualquier otra derrota, Norteamérica impone la entrega de todas las armas en poder de los japoneses. Pero en Japón existe un tipo de arma muy especial que resulta poco probable se utilice en situaciones bélicas. Son las famosas Katanas, las espadas del Samurái, muchas de las cuales se han convertido en joyas familiares que sus dueños han ido pasando de generación en generación, convirtiéndolas así en joyas cuasi sagradas.
Pero MacArthur es irreductible. Todas las armas significa TODAS las armas. Así que los japoneses se ven obligados a ir desfilando por instituciones encargadas de esta misión de recogida. Incluso siendo conscientes de que las katanas no van a ser empleadas en ninguna misión guerrera, el general sabe muy bien que esas espadas son un símbolo de poder que se ha perpetuado a lo largo de los siglos otorgando a sus propietarios un halo de autoridad y de prestigio que no puede ser tolerado. Lástima que esta orden la revocaran poco tiempo después, indicando que las devolvieran a sus propietarios. Muchas obras de arte habrían escapado así de la fundición.
No todas las espadas de Japón son joyas. Algunas se emplean únicamente como souvenirs o simples objetos de adorno. Pero una pequeña minoría han sido creadas con increíble esmero por parte de los maestros forjadores. Uno de estos artesanos se llamó Gorō Masamune (1264-1343), y se asegura que tan famoso fue su arte que todas las espadas que hizo llevan su nombre, “Honjo Masamume”. La espada fue pasando de Shogun en Shogun (comandantes militares nombrados directamente por el emperador) durante los siguientes dos siglos y medio. Al final de la guerra, según nuestra narración, la espada estaba en posesión de Tokugawa Iemasu, en ese momento, presidente de la Cámara de los Pares.
Según nos cuenta la historia, ésta y otras espadas fueron entregadas en la estación de policía de Mejiro en diciembre de 1945. Las armas fueron recogidas por un sargento de los EE.UU. del 7º de caballería y bajo que dijo llamarse “Coldy Bimore”. Las actas del regimiento no muestran entre su personal a nadie inscrito con ese nombre, y es probable que fuera una mala transcripción fonética del verdadero nombre, o que él mismo diera un nombre falso.
Y aquí se pierde para siempre el rastro de la Honjo Masamume. Muchas de aquellas espadas fueron ocultadas y las que se entregaron al ejército norteamericano fueron diseños de baja calidad. Algunas de las mejores tuvieron la suerte de no ser fundidas y reposan en museos, como las obras de arte que realmente son… Y probablemente algunas de ellas se hallen escondidas en la cámara acorazada de algún rico y afortunado coleccionista.
Estas maravillosas armas no son cualquier cosa. El maestro forjador, en una suerte de proceso casi alquímico, puede tardar un año en fundir y dar forma a una Katana, no sin antes entregarse a una serie de rituales que comienzan por una oración a Buda. La hoja, hecha con dos clases de acero -duro y blando- se dobla sobre sí misma un mínimo de doce veces. Gracias a ésta y otras varias técnicas ancestrales, se obtiene un instrumento duro e increíblemente afilado, sin dejar de ser extremadamente flexible, ligero y manejable. Es muy fácil ver en Youtube multitud de demostraciones a cargo de expertos en artes marciales donde la katana corta de un solo golpe toda clase de objetos, desde el cuerpo de un cerdo hasta una lámina de al menos un metro, hecha de metal duro. No es extraño que la katana en sus orígenes fuera llamada “destripacaballos” por razones obvias.
Es muy probable que la Honjo Masamume jamás sea hallada, aunque en su búsqueda se realizaran grandes expediciones y se hayan ofrecido cuantiosas recompensas. Con lo cual, por supuesto, su leyenda seguirá creciendo.
Y recuerda: si alguna vez tienes en tu mano una katana, escucha la sentencia de un viejo Samurái: “El que desea desenfundar su espada es un aficionado. El que la desenfunda es un experto. Pero quien es uno con su espada, ese es un Maestro”
Abelardo Hernández