Los Grandes Hermanos y nosotros nos vigilamos

Todos sospechamos (es un eufemismo: sabemos) que muchos Grandes (y hasta pequeños) Hermanos nos vigilan. Saben dónde estamos en cada momento, qué películas vemos, qué tipo de artículos compramos y dónde, quienes son nuestros familiares y amigos. Y tu tendencia sexual, y si tienes problemas de impotencia o frigidez, y tus ideologías política y religiosa, y las horas que duermes, y si eres casado, soltero o viudo, y dónde pasas tus vacaciones… Abreviando: lo saben prácticamente todo. Y todo ese conocimiento lo usan. Para meterte publicidad hasta en la sopa (basada en tus preferencias, claro), pero mucha de esa información que quizá no sea inmediatamente utilizable, también la conocen, y la guardan… por si acaso un día la necesitan, vete a saber para qué.
La nube, la famosa nube y lo que contiene y la forma de procesar sus datos llamada Big Data. He leído muchos trabajos acerca de todo lo que Internet sabe de nosotros, pero uno de los más lúcidos ha aparecido en una página web chilena donde puedes leer una entrevista de Daniel Hopenhayn, concedida al medio por un experto en redes digitales llamado Martin Hilbert, que trabaja en la Universidad de California, es el asesor tecnológico de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y vive cerca del Silicon Valley. Es larga pero merece la pena echarle un vistazo.
Lo primero que te salta a la vista y a la imaginación es el volumen total de esa información residente en la Red. Hilbert asegura que es de unos 10 zetabytes. Lo cual significa 1021 bytes, o sea, un 1 con 21 ceros detrás, lo cual entenderemos mejor (es broma) con un ejemplo físico. Hilbert dice que si esa información estuviera impresa en papel, cubriría la distancia Tierra-Sol con 9.000 pilas de libros. Y ahí estás tú, y estoy yo, y estamos prácticamente todos. Sí, porque hoy día se calcula que en todo el mundo habrá unos 22.000 millones de dispositivos digitales conectados a la red, y que en 2020 posiblemente este número se eleve hasta los 50.000 millones.
Y como de ellos obtenemos multitud de servicios, la mayoría de ellos gratis, a veces olvidamos que tal generosidad de las grandes empresas tipo Google, Microsoft, Facebook, Apple, Whatsapp, Instagram, etc., tiene su contrapartida en la información -también gratuita- que nosotros les brindamos, casi siempre sin reparar en el contrato en letra pequeña que firmamos dando nuestra conformidad cada vez que usamos una de sus aplicaciones. Entérate de lo que dice Hilbert cuando afirma que si bien Donald Trump gastó 250 millones de dólares en sondear e influir en sus posibles votantes, Barak Obama en la campaña para su reelección en 2012 invirtió cuatro veces más: 1.000 millones de dólares.
Y con ello nos muestra otros riesgos: “Aristóteles fue muy claro en decir que la democracia no podía ir más allá de un radio de 70 km, porque la información no podía viajar más que eso en un día. Por eso la democracia griega fue para una ciudad” -asegura Hilbert- “Pero con la tecnología actual, este constructo está completamente abusado y tiene potencial para constituirse en una dictadura informacional, esto hay que decirlo abiertamente. Es lo que más me preocupa. La democracia representativa de esta manera no funciona.”
Si bien, no todas son amenazas. En la Red también anidan esperanzas futuras. Por ejemplo, los mapas: “¡El gobierno tiene un montón de mapas! No necesitamos Google Maps, los militares tienen todos los mapas que necesitas. ¿Por qué no los hacen disponibles? Los precios de terrenos, qué tipo de terrenos hay para qué tipo de agricultura, quién es el dueño del terreno, todo esto el gobierno lo tiene y socializarlo podría ser muy productivo. Pero es una buena noticia: si el insumo de esta nueva economía son los datos y el Estado tiene un tercio de ellos, los puede usar para democratizar la economía.”
Sí, sin duda el Gran Hermano nos vigila. Pero las formidables capacidades de Internet nos permiten que también nosotros podamos vigilarlo a él. Y si lo dudas, quiero que veas un reportaje emitido por TVE en la serie En Portada, titulado “Guerra a la Mentira”. Y nos enteraremos del magnífico trabajo de un hombre llamado Eliot Higgins, que sin ser periodista, sin formación militar ni armamentística, sin conocer el idioma árabe y no habiendo pisado jamás una zona de Oriente Medio en guerra, es la persona que más sabe de los actuales conflictos que incendian Siria. ¿A través de qué medio? De Internet, naturalmente. Bueno, y de una red de corresponsales profesionales y amateurs que colaboran estrechamente con él. “Con un Smartphone, o teléfono inteligente, podemos hablar, escribir, fotografiar, grabar desde cualquier lugar. Y compartir esa foto o vídeo al instante con millones de personas, a través de Twitter, Facebook, YouTube… Una cantidad ingente de información accesible a cualquiera desde Internet y que, en conflictos como el que desgarra Siria, se puede convertir en la lupa más precisa para investigar los hechos. Si se sabe cómo y dónde mirar.” -afirma Higgins. Si ves el reportaje te quedarás boquiabierto de asombro conociendo la ingente cantidad de personas, de datos y de medios informáticos -fotos, geolocalización, simulaciones en 3D y otros- que esta esforzada gente utiliza para reconstruir los acontecimientos y evaluar hasta qué punto se ajustan a la verdad o no. (La mayoría de las veces, no lo hacen).
¿Así que, después de todo, estamos casi empatados? Bueno, seamos optimistas, pero no tanto. Jamás los enanos alcanzarán el tamaño ni las metas de los gigantes. Pero le sacamos el rédito que podemos. Y no es poco. Pues por falta material de espacio no hablamos aquí de la revolución que ha supuesto Internet para millones de seres humanos. Que cualquier persona en no importa qué zona del mundo que disponga de un mínimo equipo pueda de modo gratuito consultar la Wikipedia o realizar una visita virtual al Louvre, o leer gratis todas las obras inmortales de la literatura, por poner sólo unos cuantos ejemplos, es algo que quizá aún no valoramos completamente.
Defendamos Internet. Sí, limemos sus defectos, pero que no nos lo arrebaten, ni constriñan la libertad en su uso. Todos lo necesitamos, y más que lo necesitaremos.
Para bien o para mal, el futuro ya está aquí.
Abelardo Hernández
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