Un verdadero modelo a imitar
Hace pocas fechas, María Fernández publicaba en El País Semanal un artículo titulado “Mondragón respira de nuevo”. El trabajo recordaba la no tan lejana crisis de la empresa Fagor que, en 2013 se vio obligada a recolocar nada menos que a 1.985 socios de esta cooperativa, muy conocida en España por su fabricación de electrodomésticos de gran calidad. En su caída influyeron factores como el hundimiento del mercado español durante la crisis, unido a la feroz competencia de los fabricantes asiáticos y una gestión cuya corta visión le impidió ver cómo se avecinaba la catástrofe.
Hasta aquí las malas noticias. Afortunadamente la mayor parte de los trabajadores se prejubiló, encontró hueco en otras cooperativas del Holding y los 200 que aún no hallaron acomodo, cobran el 80% de su salario gracias a su fondo de previsión. Los 2.515 millones que todavía se adeudan buscan vías de financiación que sin duda hallarán en un futuro próximo.
¿Una debacle más, como las de tantas y tantas empresas de nuestro país que se han visto duramente tocadas e incluso hundidas por la crisis? Pues no, no exactamente. Porque Mondragón presenta una estructura que la asemeja mucho a una empresa ideal. “En Eroski, sus 8.000 socios votaron por aplastante mayoría bajarse el sueldo y trabajar más horas y otras cooperativas siguieron el camino”, se asegura en este trabajo periodístico. Gracias a unos elevados valores éticos y laborales que constituyen los cimientos de Mondragón, han sido capaces incluso de crear 1.300 nuevos empleos durante el año 2015.
Porque no estamos hablando de un pequeño conglomerado de empresas. Son nada menos que “30.673 socios agrupados en 103 cooperativas que facturan 11.875 millones, el 12% del PIB vasco con 125 fábricas en el mundo, 8 fundaciones (incluidos centros educativos de primaria y secundaria, una universidad y una red de centros tecnológicos), una mutua, un banco (Laboral Kutxa) y 13 empresas de servicios internacionales. El famoso Basque Culinary Center, que forma a los mejores cocineros del país, es suyo. La Universidad de Mondragón, con 9 campus, 15 grados, 13 másteres y enseñanza trilingüe, también.”
Unos más que dignos resultados basados en reglas como que “el salario del mayor directivo no puede superar en más de seis veces al de un puesto base. En las empresas del Ibex 35, por ejemplo, el salario más alto multiplica por 104 el sueldo promedio.” Esta corta escala salarial reconocen que a veces dificulta el contratar a directivos que exigen sueldos más altos, si bien, también encuentran a “gente que no solo valora el sueldo. El respeto hacia las personas no se parece en nada al de una multinacional, que te paga muy bien y mañana te dice que no vuelvas”.
¿Hay quien dude de que con semejantes triunfos en la mano esta brava gente no sólo sobrevivirá sino que crecerá y prosperará?
Y no puedo acabar estas líneas sin airear un caso tan distinto al de Mondragón, tan vergonzante, tan opuesto y tan escandaloso como el de la empresa ferroviaria Talgo. Sí, la misma que yo en algunas ocasiones he alabado como empresa tecnológica española de primer nivel, cosa que, dejando bien en alto la reconocida especialización de sus técnicos e ingenieros, no volveré a hacer. Y me baso para expresar tal náusea en haber tenido la malhadada fortuna de leer que en 2015 Talgo destinó un total de 101,7 millones de euros en acciones a un total de 21 directivos. De tan respetable cifra, el presidente de la firma y su consejero delegado se han llevado el nada despreciable pellizco de 21,5 millones de euros. Parece que tan jugosa soldada estaba vinculada al cumplimiento de objetivos del plan de negocio de la empresa, a sus metas de crecimiento y a la permanencia de los directivos en el grupo. Inútil aliciente, porque ¿quién sería el tonto del culo que abandonaría voluntariamente tan rentable puesto?
Rentable y cómodo… porque lo mejor de todo es que desde la fecha en que se concedieron dichos estímulos monetarios a la labor de tan competentes directivos, la empresa perdió más de un 40% de su valor en la bolsa. Escalofríos sentimos al suponer la cuantía de la propina si la firma hubiera experimentado un considerable aumento bursátil.
¡Señores viajeros al tren! Largaos de una condenada vez y, si es posible, no volváis.
Abelardo Hernández