Mujeres muertas a manos de la justicia
Infinidad de veces se ha hablado o escrito de las intolerables muertes de mujeres a manos de sus novios, maridos o amantes. Pero se sabe muy poco acerca de las muertes de mujeres a manos de la justicia a raíz de la comisión de algún tipo de crimen.
Por fortuna para la Humanidad, la pena de muerte poco a poco va desapareciendo de las sentencias emitidas por la justicia en todo el mundo. Pero en aquellos países donde aún se halla vigente, se ha observado la tremenda discriminación en cuanto a su aplicación que sufren los hombres. Y acabo de leer una información que yo desconocía en absoluto y que me ha parecido absolutamente increíble. El material se puede leer en la página Quiensebeneficiadetuhombría, y expone una serie de datos que deberían ser conocidos por el público.
El artículo al que hacemos referencia comienza reconociendo que “Es sobradamente conocido que los hombres cometen más crímenes violentos que las mujeres, incluyendo el asesinato, lo que en principio causaría la disparidad sexual en la aplicación de la pena capital (…) pero aunque las mujeres cometen el 10% de los asesinatos, constituyen únicamente el 0,5% de los ejecutados”.
La tendencia se manifiesta de forma temprana. Así, en el Boletín Legal de Ohio del año 1912, el Fiscal del Estado afirmó que “Doce hombres simplemente no pueden ser convencidos, no importa lo clara que sea la evidencia, de que una mujer sea culpable del crimen más grave posible. Por tanto he decidido anunciar que estoy a favor de tener mujeres jurado para juzgar a otras mujeres en casos de homicidio”.
Es preciso reconocer que el machismo imperante en la época no permitía a las mujeres formar parte de un jurado. Pero lo curioso fue que cuando se pidió a las presas de la cárcel de Cook su opinión sobre tal cambio, “casi sin oposición parecían rechazar fuertemente a la idea. Fueron sinceras en sus declaraciones donde afirmaban que no querían mujeres en sus jurados”.
Una mujer acusada de haber envenenado a nueve personas dijo que “No creo que un jurado de mujeres fuera justo conmigo. Debo insistir en que sean hombres quienes me juzguen”. Otra expresó que “Quiero justicia y las mujeres han sido muy exitosas a la hora de obtenerla con jurados compuestos por hombres. No quiero que ninguna mujer se siente en el jurado que va a juzgarme”. Y otra más, condenada por asesinato dijo: “Nunca consentiría ser juzgada por mujeres. Siento que sólo puedo obtener justicia de los hombres”.
Pese a todo, parece que en 1941, pese a las numerosas objeciones despertadas, un caso sí terminó con la ejecución de una mujer llamada Eithel Spinelli. 30 presos varones llegaron a ofrecer echar a suertes que uno de ellos fuera ejecutado en su lugar. Los reclusos incluso escribieron al Gobernador una carta donde argumentaban “que la ejecución de una mujer dañaría [la reputación de] California a ojos del mundo; que tanto la ley como la voluntad de la gente eran contrarios a la ejecución; que la Sra. Spinelli, como madre de tres hijos, debería tener una consideración especial; que el orgulloso historial de California de nunca haber ejecutado a una mujer no debería ser mancillado”.
Una actitud que se ha prolongado en el tiempo, como en el caso protagonizado por una mujer llamada Karla Faye Tucker (1998), “la primera mujer ejecutada en Estados Unidos desde 1984 y en Texas desde 1863. Su caso no sólo provocó peticiones de perdón en Estados Unidos, sino también por parte de Naciones Unidas, el Consejo Mundial de las Iglesias, el Papa Juan Pablo II o el primer ministro italiano Romano Prodi”. Nada menos.
No es, pues, raro que entre las recomendaciones de Naciones Unidas respecto a los sistemas penales se advierta que “En el marco de los ordenamientos jurídicos de los Estados Miembros, se deberán elaborar medidas opcionales y alternativas a la prisión preventiva y la condena, concebidas específicamente para las mujeres delincuentes, teniendo presente el historial de victimización de muchas de ellas y sus responsabilidades de cuidado de otras personas”.
El trabajo termina afirmando que “queda claro que para Naciones Unidas y las organizaciones que apoyan su propuesta, las cárceles deberían ser un espacio exclusivamente masculino. Porque los hombres son actores conscientes, y las mujeres víctimas de las circunstancias. Tras cometer el mismo delito ellos merecen ser castigados, pero ellas necesitan ayuda”.
No. No y no. Estamos absolutamente de acuerdo en hacer el sistema penitenciario lo más humano posible. En rehabilitar al delincuente para su reinserción en la sociedad siempre que sea factible. En anular completamente la pena de muerte, primero porque no creemos que ningún ser humano tenga poder sobre la vida o muerte de otro, además de que estamos ante la única sentencia irreversible en cuanto a su corrección. Un drama que repetidamente se puso de manifiesto cuando se cometió algún error al sentenciar a ciertos reos cuya inocencia se demostró únicamente cuando habían pasado muchos años.
Pero dicha política legal no debe ser discriminatoria respecto a ambos sexos. De lo contrario podríamos empezar a pensar en que se está desatando una feroz campaña contra el Hombre, por el simple hecho de serlo. Y recordemos ante todo, que sería una discriminación contra la que advierte la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Hombres, espabilad. Se avecinan malos tiempos.
Abelardo Hernández