Consejos imposibles para unas elecciones distintas
Sí. Huele ya a elecciones. En algunos casos incluso apesta. Pero bueno, el mundo nunca es ni será como nos gustaría que fuera. Ahora bien, incluso teniendo en cuenta la mayor dosis de realismo posible, vamos a enunciar unos cuantos consejos para organizar unas elecciones distintas, y es de suponer que mejores. Razón por la cual no guardamos esperanza de que algún día tales consejos sean tenidos en cuenta, aunque personalmente, me parecen de cajón.
UNO: Imponer por ley que las propuestas y programas electorales que proponen los candidatos sean cumplidas a lo largo de la legislatura por aquellos partidos que obtengan el mandato necesario.
¿Basándose en qué? Pues muy sencillo. Según el artículo 92 de la Ley Federal de Protección al Consumidor (LFPC), si un producto no cumple las condiciones que anuncia tener, el cliente tiene derecho a que le cambien el producto o a que le devuelvan el dinero. ¿Por qué no vamos a exigir a los políticos que no nos den gato por liebre durante el tiempo que están en el poder? Pues eso: Una ley que les obligue a cumplir con lo prometido, y si no, a la calle.
DOS: Promulgar de una condenada vez leyes que nos permitan controlar su comportamiento y el servicio que nos dan, no conformándonos con la escasa democracia que supone introducir una papeleta en una urna cada cuatro años, período durante el cual hacen y deshacen a su libre albedrío sin dar cuentas a quienes les votan y les pagan su salario.
Además, podríamos basarnos en una ley parecida a la que regula el período de prueba que algunas empresas establecen para sus trabajadores contratados. ¿No hablamos siempre de los cien días que se concede a los políticos para evaluar lo que hayan realizado hasta ese momento? La única diferencia es que si en opinión de la ciudadanía ellos no cumplen con su cometido no se les exige responsabilidad alguna, mientras que a los trabajadores sí. Pues amigo político… Si a los cien días de haber tomado posesión de tu cargo no rindes como esperábamos… ¡quedas en el paro!
TRES: En la exposición de sus programas electorales no les será permitido especular enumerando sus “Cuentas del Gran Capitán”, que recordemos, fueron de esta guisa: “Cien millones de ducados en picos, palas y azadones para enterrar a los muertos del enemigo. Ciento cincuenta mil ducados en frailes, monjas y pobres, para que rogasen a Dios por las almas de los soldados del rey caídos en combate. Cien mil ducados en guantes perfumados, para preservar a las tropas del hedor de los cadáveres del enemigo. Ciento sesenta mil ducados para reponer y arreglar las campanas destruidas de tanto repicar a victoria.” Llevado a la actualidad, queremos decir que no podrán proclamar alegremente “Dedicaremos tropecientos mil millones a las pensiones, sesquicientos mil a combatir el paro, nonacientos mil a la sanidad… etc, etc”. Como cualquier otro proyecto que se presenta a un concurso público (y qué más público que unas elecciones) los candidatos deberán presentar un proyecto viable, con cuentas detalladas, exponiendo clara y verosímilmente de dónde saldrán los fondos para gastar en cada área, y asimismo, como en los concursos públicos, deberán demostrar que su proyecto es, simultáneamente, el más económico y el más eficiente.
CUATRO: Fin para siempre jamás, prohibición absoluta en llevar a cabo esas estúpidas, asombrosas y arteras alianzas postelectorales, las cuales permiten unir unos inusuales compañeros de cama que, por activa y pasiva, han pasado todos los meses y años anteriores expresando su incompatibilidad y su odio mutuo. Con lo cual demuestran vergonzantemente bien a las claras que, con tal de conseguir el poder, se aliarían con el mismísimo Belcebú.
CINCO: Se propone como anexo conveniente, mas no imprescindible, si bien es seguro que la disposición sería altamente apreciada por el público. La adenda expresa que quedaría terminantemente prohibido que los candidatos se dediquen a la repugnante (por fingida) tarea de besar indiscriminadamente a niñ@s, ancianit@s y discapacitad@s, cuando estamos hartos de saber que dichos colectivos les importan un rábano fuera de los períodos de campaña electoral. Con menor rigor, se podría aplicar dicha prohibición a repartir saludos tan cordiales como falsos en los mercados y mercadillos o ambientes laborales diversos, por idéntica razón que se expresa en el apartado anterior.
He dicho.
Abelardo Hernández