Un hombre con 27 esposas dice “no” a la poligamia
Si el Libro Guiness de los Récords estableciera la categoría de declaraciones increíbles, seguramente, en el top de la clasificación estaría un canadiense de 59 años que tiene 27 esposas y 145 hijos, el cual se ha declarado contrario a la poligamia porque con ella “se estaría fomentando la explotación de la mujer”.
El caso es que, si su opinión se podría calificar de pintoresca, no lo es menos el perfil del individuo en sí. Según nos cuenta el Diario ABC, este hombre, llamado Winston Blackmore, empezó a ser conocido allá por el año 2002. Fue entonces cuando se descubrió que era el obispo de la Iglesia Fundamentalista de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, al que sin embargo, otro de sus correligionarios había “excomulgado”. Blackmore se llevó a la mitad de sus devotos, y a partir de ahí, suponemos, se dedicó a poner orden en su numerosa familia. El artículo no nos informa de qué vive el pájaro este, pero las necesidades económicas de semejante prole no deben de ser despreciables.
No es que todo haya sido un camino de rosas para Blackmore. Su situación ya ha sido denunciada en dos ocasiones: en 2007 y en 2014, pero al parecer el tipo ha salido indemne de todas las querellas en las que se ha visto envuelto. Cosa nada extraña cuando sabemos que, según comentaba entonces el diario El País, en 2013 surgió “una norma emitida por un juez federal en diciembre que dejó sin efecto por inconstitucional una parte clave de la ley estatal contra la poligamia. El juez Clark Waddoups dictaminó que la legislación que prohíbe la “cohabitación ilegal” era contraria al derecho constitucional a la libertad de religión”.
Como cabía esperar en el país que se considera a sí mismo adalid de las libertades cívicas, una abogada especializada en casos de poligamia comentó que “una de las mejores partes del fallo fue que el juez dijera básicamente que el Estado debe mantenerse fuera del dormitorio de la gente”, afirmó. “Mientras sean adultos eligiendo libremente lo que quieren, no siento que me corresponda decirle a alguien que no puede elegir amar a quien ama”.
En teoría todo esto suena muy bien. Pero resulta que su religión, como tantas otras, juega con las amenazas del castigo eterno, ya que las escrituras mormonas enseñan a la mujer que “si no consiente vivir en poligamia, Dios la destruirá”.
La principal rama de la fe mormona, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, renunció a la poligamia en la década de 1890 por presión del gobierno de Estados Unidos, pero, como ha sucedido siempre “predícame, padre, que por un oído me entra y por el otro me sale”. El caso es que, a pesar de las leyes federales y las prédicas de sus prebostes, se calcula que en el estado de Utah viven aún más de 40.000 personas en unidades de convivencia polígama.
Desde luego, las imágenes que nos han llegado sobre el orondo patriarca Blackmore, sus esposas y sus niños no transmiten ninguna sensación de opresión o falta de libertad. Parecen gente alegre y unida. Bien es cierto que éste parece sólo un capítulo más de la eterna lucha entre los Estados que tratan de imponer normas y leyes a sus subordinados y las libertades individuales, ya sean religiosas, sexuales o de cualquier otro tipo.
Estados Unidos trata de templar así un viejo problema que en otros países avanzados del mundo ha tomado formas impensadas hace apenas unas décadas. Estoy pensando que la historia de los matrimonios desde el punto de vista de la poligamia, como podría serlo desde el de la poliandria, tiene bastantes puntos de contacto con los partidarios de esa nueva tendencia llamada “poliamor”, de la cual algún día hablaremos más extensamente.
Pobre Estado y pobres leguleyos que en los tiempos actuales se ven desbordados por los numerosos casos atípicos que brotan en la sociedad. Como siempre, las legislaciones caminan muchísimo más despacio que la realidad. Familias uniparentales, parejas homosexuales, etc… Todo ello sin contar los tremendos líos que se suceden gracias a unos avances científicos que permiten, de la mano, por ejemplo, de la ya popular fecundación “in vitro”, que un bebé pueda tener dos padres y tres madres. Pero que nadie se intranquilice, porque la ingeniería genética aún nos reserva muchas -y no todas agradables- sorpresas. ¿No veis la cara de satisfacción de Blackmore y de su familia? ¿En qué estará pensando?
Abelardo Hernández