El capitalismo nos extinguirá

No, no lo ha dicho ningún científico ilustre. Todo lo contrario. Ha sido el ex líder de la absorbida Izquierda Unida, Alberto Garzón. Su frase textual ha sido: “Se han registrado cinco grandes extinciones en la Tierra. Vamos camino de la sexta y no necesitamos meteoritos: tenemos el capitalismo”.
Por supuesto que las burradas medioambientales que han organizado los países desarrollados y capitalistas han sido -y siguen siendo- de órdago. Pero la frase de este señor revela, o bien aquella típica ideología consistente en disculpar los errores si provienen del comunismo y resaltarlos si son producidos por el capitalismo, o bien una ignorancia absoluta de los desastres ecológicos generados en nuestro planeta. La mayoría de los producidos en países con gobiernos de extrema izquierda apenas fueron conocidos en la época de la Guerra Fría, cuando el Telón de Acero era capaz de ocultar casi todos los maltratos al medio ambiente (salvo cuando eran imposibles de ocultar, como sucedió con Chernóbil). Curioso, de todos modos, que ni cuando salieron a la luz merecieron apenas críticas, ni de organizaciones políticas como Izquierda Unida, ni de los sempiternos ecologistas. En fin, ciertas afinidades son también imposibles de ocultar.
Hemos citado Chernobil porque fue el mayor susto para el mundo entero, pero apenas se prestó atención al hecho del resto de más de 14 centrales construidas con el mismo material barato procedente de Yugoslavia que prestaban aun servicio en la URSS. Pero también se han dado desastres ambientales que pueden verse de cerca, o incluso desde los satélites. Tal es el caso del Mar de Aral, el que fuera cuarto mar interior más grande del mundo. Alimentado por los dos grande ríos de Asia Central, el Amu Daría y el Syr Darya.y gracias a grandes obras hidráulicas, el agua de esos ríos fue desviada a los regadíos que alimentaban grandes plantaciones de algodón. Como consecuencia, hoy el Mar de Aral se ha encogido un 90% transformándose prácticamente en un desierto en medio de la estepa de Uzbekistán. Según nos cuenta la página nuevatribuna.es, “la desecación y la salinización del mar causan grandes tormentas de sal y arena que se extienden a más de 800 km. de distancia, que están provocando la destrucción de las zonas agrícolas circundantes, así como de todos los ecosistemas de la zona, afectando incluso al sistema respiratorio de la población local”.
Un articulista llamado Manuel Hinds, que asegura haber vivido en varios países de la órbita soviética, nos cuenta en el observador.elsalvador.com que en Dzerhinsk (Rusia), lugar donde el gobierno soviético producía armas químicas, se vaciaron más de 270 mil toneladas de desperdicios químicos entre 1930 y 1998. Según el Instituto Blacksmith, “En algunos lugares, el agua se ha convertido en un lodo blanco que contiene dioxinas y altos niveles de fenol, un elemento químico que puede llevar a envenenamiento agudo y la muerte. La expectativa de vida en la ciudad es de 42 años para los hombres y 47 para las mujeres”.
Y aún más. “En Sumgayit, Azerbaiyán, se concentraban más de 40 fábricas de varios productos que vertieron al aire entre 64.000 y 109.000 toneladas de sustancias tóxicas cada año. La tasa de mortalidad era altísima y la incidencia de cáncer se elevó hasta un nivel del 22% al 51% más alta que en el resto del país.”
Hacia 1988, a punto de extinguirse el gobierno comunista, se dieron cuenta de la magnitud del desastre que habían originado y crearon una institución para la protección del medio ambiente, llamado Goskompriroda, cuyo presupuesto fue de 4 millones de dólares. En esa misma época la capitalista Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, estaba dedicando más de 5.000 millones de dólares anuales a esa misma tarea.
Otro gran contaminador del bloque comunista es China. Hemos visto infinidad de fotos donde puede contemplarse (es un decir) algunas de las ciudades más populosas envueltas en un espeso smog típico de las emisiones generadas por automóviles, calefacciones y fábricas. De hecho, 16 de las 20 ciudades más contaminadas del mundo se encuentran en China. El peor envenenamiento por plomo está en Tianying, China, afectando a 19 millones de personas. Linfen es la ciudad más contaminada en China. Es casi imposible caminar sin una máscara. Más de 3 millones de personas están experimentando los efectos de la combustión de carbón en las minas locales. Alrededor de 200 mil personas sufren de neumonía, bronquitis y cáncer de pulmón. No olvidemos que en China, casi el 80 % de su producción de energía eléctrica se obtiene quemando un combustible no renovable y tan contaminante como el carbón.
Pero no sólo hablamos de los grandes. Otros países que están cayendo en la órbita de la izquierda radical, empiezan a presentar parecidos problemas. Así, en Ecuador donde el control estatal de la producción petrolera está arrojando resultados nefastos según datos del ministerio de Medio Ambiente, la media de accidentes petroleros entre los años 2000 y 2010 fue de 50 vertidos al año. Pero a partir de la llegada al poder de Rafael Correa esta cifra aumentó un 20%. Claro que el Gobierno ha propuesto medidas tan sensatas para atajar el problema como “exigir dinero a la comunidad internacional bajo amenaza de explotar las reservas petrolíferas de los campos amazónicos de mayor biodiversidad”.
Suma y sigue. De similar modo, la posible futura construcción del Canal de Nicaragua, que construirían ingenieros chinos con el fin de competir con el viejo y rentable Canal de Panamá no cuenta con ningún informe sobre impacto medioambiental, aunque los expertos calculan que supondría una inversión cuatro veces mayor que el PIB del país y que supondría la pérdida de 400.000 hectáreas de bosque y humedales. Aunque quizá estamos exagerando un poco, puesto que Daniel Ortega, Presidente de Nicaragua, que se autocalifica como “afín al «socialismo del siglo XXI”, en la única ocasión en la que ha hecho declaraciones sobre el posible impacto ambiental de la obra, se limitó a manifestar que quizá “hay que quitar algunos árboles…”.
En fin. La próxima vez aconsejamos a Don Alberto Garzón que, o se documente mejor antes de hablar de un tema, o bien que se quite las gafas de odiar países capitalistas, sobre todo porque vive en uno de ellos y no en alguno de esos paraísos socialistas tipo Corea del Norte, Cuba o Venezuela. Esperemos que a todos ellos no les espere un porvenir similar al de IU.
Y, por favor, si alguien detecta alguna declaración al respecto por parte de Greenpeace u otras organizaciones similares, rogamos nos lo comunique. Nos ha sido imposible encontrar ninguna.
Pero sí puedes encontrar alguna declaración al respecto del Papa Francisco. “Lo que la iglesia critica es el espíritu que el capitalismo ha alentado al utilizar el capital para someter y oprimir al hombre», escribió el papa Francisco en su libro, titulado «Diálogos entre Juan Pablo II y Fidel Castro”. Esperamos con igual impaciencia alguna pequeña crítica hacia el comunismo, que ya vemos que comete similares pecados. Pero hasta ahora, ni mu. En fin.
Abelardo Hernández