La invasión ya llegó
“En algunas fábricas han alcanzado lo que llaman la excelencia. (…) Cien por cien de actividad no humana, eso es la maldita excelencia. Los jodidos robots, hermano” (De la novela Khimera).
No, no es la primera vez, ni será la última, que advierto sobre la invasión de los robots. Por supuesto se trata de una invasión que nada tiene que ver con los robots asesinos de la Ciencia Ficción. Ahora se trata de poderosas máquinas creadas para un fin que originalmente parecía bueno y plausible: el liberar a los seres humanos de los trabajos excesivamente duros, repetitivos o peligrosos. Los hemos parido nosotros, pero es muy dudoso que a la larga resulten beneficiosos para el género humano. Y esto no es una predicción más de la mano del catastrofismo.
Según nos informaba muy recientemente Luca Constantini en el Diario El País, “La multinacional taiwanesa Foxconn, el mayor fabricante de móviles del mundo, que ensambla terminales de casi todas las marcas, entre ellas Apple y Samsung, ha decidido reemplazar a 60.000 de sus trabajadores (¡el 55% de su plantilla!) por robots”. Imaginamos que para paliar un poco el impacto, se añade inútilmente que “Las máquinas realizarán las tareas más mecánicas y repetitivas de la cadena de montaje”. Por ahora, diríamos nosotros. Y esto sucederá sólo en una de sus 13 fábricas. Como quiera que la empresa tiene más de un millón de trabajadores y el reemplazo se va a extender a las demás factorías, es de esperar la hecatombe que se va producir.
Seguramente para atajar el pánico, la firma “ha descartado que el proceso de automatización se traduzca en una reducción de la plantilla”. (Por ahora, seguimos añadiendo nosotros). Se pretende que en una segunda fase “se formará a los empleados para que desarrollen tareas más específicas y complejas”. Es de destacar que esta compañía en 2010 “estuvo en el punto de mira internacional por 18 casos de suicidios entre sus empleados, que justificó abrir una investigación sobre las prácticas laborales en el grupo.”
Parece ser que éste ha sido el pistoletazo de salida en la importante región industrial de Kunshan, donde hay otras 4.800 empresas que contemplan emprender medidas parecidas. Y según informa el Bank of America, si la inversión en robotización asciende a unos 32.000 millones de euros, en 2020 (ahí, a la vuelta de la esquina) esta cantidad se elevará a 142.000 millones. La cosa va viento en popa, ¿no?
Pero tranquilos, que nadie se alborote porque ya nos han informado hace poco en el Foro Económico Mundial de Davos, antes de ese famoso 2020, únicamente cinco millones de personas habrán perdido sus empleos.
¿Y no dicen que, como sucedió en la Revolución Industrial, desaparecieron muchos oficios y en consecuencia se destruyeron muchos puestos de trabajo, pero que finalmente se crearon muchos más de otras nuevas especialidades laborales?
Pues eso es lo que cree Juan Manuel Rueda, director de recursos humanos de Movistar+ “A medio y largo plazo todas las revoluciones industriales y tecnológicas han generado empleo; es cierto que al principio puedan provocar víctimas y perdedores, pero a medio plazo estos cambios generan nuevos empleos, nuevas profesiones y un océano de oportunidades”.
Pues eso, las “víctimas y perdedores” que se joroben. Lo que pasa es que el señor Rueda es otro de esos expertos que no se cansan nunca de fracasar en sus predicciones. Y él no parece darse cuenta cabal de que esta revolución es radicalmente distinta a todas las anteriores. Hoy están influyendo muchísimos más elementos y en períodos de tiempo bastante más cortos. Como quiera que también se nos ha informado de que en una siguiente etapa “posteriormente, la inteligencia artificial convertirá en obsoletas muchas profesiones cualificadas de los servicios” Incluso ¡horror! quizá acabe incluso con los directores de recursos humanos.
Sí, porque lo de la inteligencia artificial es otra película, en la cual el mayor número de perdedores quizá pronto se produzca entre expertos cuyo valor laboral dependa de la mayor cantidad de información -la suma de conocimientos y de experiencia- capaz de albergarse en sus cerebros. En principio serán los pobres currantes quienes eleven en protesta sus gritos al cielo… pero ¿qué sucederá cuando la IA afecte y comience a desplazar a médicos, abogados, arquitectos, ingenieros, etc? Yo no sé cómo será ese futuro en detalle, pero sin duda que va a resultar muy entretenido.
Habrá que arbitrar soluciones que, desde luego cabe prever que a los empresarios se les hará muy cuesta arriba. Por ejemplo, lo que dice uno de los lectores del artículo que comentamos: “Un impuesto a nivel mundial equivalente a los seguros sociales de los trabajadores sustituidos por las máquinas que se abonara por cada robot operativo. Ya que se les niega el trabajo a los más desfavorecidos, por lo menos que se les garanticen los subsidios.” Porque actualmente no existen leyes que impidan despedir al 60% de la plantilla para sustituirlos por robots. ¿O sí?
Sea como fuere, no lo tomemos a la ligera. Estas son el tipo de cosas que los expertos deberían informar a los políticos para que sus decisiones puedan adelantarse a los acontecimientos y no ir siempre por detrás, como suele suceder. Personalmente, nunca olvidaré al campeón de ajedrez Gary Kasparov que allá por los años 90 jugaba contra el computador de IBM Deep Blue. En una entrevista que tuve el placer de hacerle me afirmó de modo rotundo que “Jamás una máquina podrá vencer a un Gran Maestro de Ajedrez” (Internamente seguramente estaba pensando “Jamás podrá vencerme a mi”). Después de la derrota su expresión cambió. Había tristeza, claro que sí. Y probablemente ira. Y desconfianza porque acaso pensó que los constructores de la máquina habían hecho alguna trampa. Pero creo que por encima de todo le dominaba la incredulidad. “No jugaba como una máquina. Jugaba como el mejor ajedrecista del mundo”, repetia.
Y estamos hablando de algo que sucedió hace nada menos que un cuarto de siglo. Sé muy poco de informática, pero apostaría a que los últimos modelos de ordenadores, con una programación adecuada, quizá hoy pudieran vencer a un Campeón Mundial de Ajedrez, el juego intelectual por excelencia.
¿Y mañana?
Abelardo Hernández