El Fantasma de don Agustín considera que las obras que se están haciendo en Pozuelo son como si Quislant le pusiera botox a la ciudad: Aparenta mejoras pero todo sigue estando igual
En Pozuelo, finalizaron las fiestas, pero seguimos con las obras.
Creo que, pese a los inconvenientes que producen, su larga duración va a conseguir que, poco a poco los vecinos van a terminar por acostumbrarse a ellas. Tanto es así que, cuando se den por concluidas, si alguna vez se llega a ello, hasta es posible que justo aquí, en la plaza Mayor, se entone un “pobre de mí” para lamentar dicha circunstancia.
Desconozco si con tal motivo, desde la Casa, se contratará una “traca” para festejar el fastuoso acontecimiento, pero seguro que todo se andará. No hay que dejar de dar puntada sin hilo dados los tiempos electorales que corren.
Pero a mí, que quieren que les diga, todo esto de las obras no deja de parecerme una especie de cirugía estética y, además, de las baratas. Una de esas en las que, como decía el maestro Gila, a Pozuelo, como mucho, se le va a quedar la cara de la semana pasada.
Esto de ampliar de forma inmisericorde las aceras, quitar plazas de aparcamiento y llenar de adoquines eso que insisten en llamar mediana de la avenida de Europa, es como ponerse a inyectar bótox sin orden ni concierto, con la finalidad de que Pozuelo parezca un poco más lozano, pero sin hacer nada realmente útil para transformarlo en una ciudad joven y dinámica.
Desde la Casa se han empeñado en llevar a cabo un estiramiento de la piel, un “lifting” en lenguaje moderno, para tratar de rejuvenecer la villa. Se han quedado en modificar el envoltorio, en las apariencias, pero el contenido sigue siendo el mismo.
Las obras no son en sí mismo malas, al contrario. Son beneficiosas si persiguen un objetivo final que no puede ser otro que la transformación de la ciudad.
Si ese objetivo no existe, si no se llevan a cabo siguiendo un plan general de las mismas, si no obedecen a un plan de ruta establecido, por mucho que se empeñen no van a servir de mucho. No dejaran de ser un lavado de cara que, además, lejos de servir para solucionar problemas importantes, pueden conseguir aumentarlos.
Como podría decir algún lugareño de esos que tienen cierta retranca, estas obras no dejan de ser “mucho arroz para tan poco pollo”.
Pero se ve que a los de la Casa les gustan, que están entusiasmados con eso del “enladrillar”. Están que no paran. Cualquier espacio es bueno para ponerse manos a la obra.
Aunque ya conocen ustedes ese trabalenguas. Si, ese que dice que “el desenladrillador que lo desenladrillare buen desenladrillador será.
Todo puede ser que el nuevo equipo de gobierno que salga tras las elecciones se apunte a esa tarea y vuelta a empezar.
Y como consecuencia, más obras a la vista.
Vamos, que por lo que se ve, esto no tiene solución.
Don Agustín “el Fantasma del Torreón”