El Fantasma de don Agustín compara el sistema británico con el español y pone de ejemplo lo sucedido con Johnson y lo que sucede con Quislant y sus respectivas listas de dimisiones
No, no es algo de ahora. Me viene sucediendo durante ya muchos años, por no decir siglos.
Y es que a mí siempre me han despertado muchas simpatías las tierras británicas. Es natural, allí los fantasmas gozan de un cierto estatus. No hay castillo o gran mansión que se precie que no tenga uno en nómina. Son toda una institución. Incluso se vanaglorian de su presencia, no como aquí, en esta villa, en la que no paso de ser una apestado y un perseguido.
Pero, dejando aparte la suerte que allí corren mis colegas, también me despierta una gran simpatía su sistema parlamentario. La viveza de sus debates, la proximidad física a la que se ven obligados los miembros de la Cámara de los Comunes, pero sobre todo la gran independencia que tienen los parlamentarios respecto a los mandamases de los partidos.
Allí, los parlamentarios deben responder de sus actuaciones ante los ciudadanos del distrito al que representan. Aquí, ante los que les han puesto en las listas, que no son otros que los dirigentes del partido.
Allí se la juegan antes los electores, aquí ante la maquinaria electoral, ante la fontanería.
Pero eso que pasa aquí con los diputados nacionales, es trasladable a las demás administraciones ya sean parlamentos regionales e incluso a los plenos de los ayuntamientos.
Aquí nadie responde directamente ante los electores. Su permanencia o salida de las listas electorales viene determinada por su cercanía a los “líderes”, en ningún caso a la conformidad que manifiesten los electores con la gestión que han venido realizando.
Ambos modelos tienen, claro es, ventajas y desventajas. Con el sistema español es más fácil controlar los grupos parlamentarios, cosa que allí es más complicada. Pero pese a ello, allí se tiene una ventaja, la gran ventaja de la independencia y libertad de voto de los parlamentarios.
Por esa y otras razones, allí los parlamentarios pueden rebelarse contra su jefe de filas. Por esa y otras razones, allí un jefe de gobierno, ante la sucesión de dimisiones de altos cargos de su gobierno, se tiene ha tenido que retirar, ha tenido que dimitir de su cargo.
Allí, ante lo que podríamos denominar como “lista de Smith”, el primer ministro británico ha sido obligado a coger las maletas.
Ya se que las comparaciones siempre son odiosas, pero aquí, en esta villa de Pozuelo, también tenemos una abultada lista de dimisiones, que aquí han ido conformando la denominada “lista de Pérez”, como no podía ser de otra forma.
Si he de ser sincero, ya he dejado de contar cuantos son sus integrantes. Pero lo que si es cierto es que aquí, esa lista no ha funcionado como en Gran Bretaña.
Aquí, ya se sabe, se tiene por inveterada costumbre lo de aferrarse a los cargos de la misma forma que lo hacen los percebes a las rocas.
Aquí, la culpa siempre la suelen tener otros.
Don Agustín “el Fantasma del Torreón”