El Fantasma de D. Agustín comenta las dos crisis de la semana: La de Susana P. Quislant y la de Pedro Sánchez, asegurando que las dos muestran el fracaso político de ambos líderes

Pues va, y resulta que se adelantó la alcaldesa.
Y es que no le da a uno la vida para estar al tanto de los cambios, las remodelaciones de gobierno y las crisis.
Llevamos una semana casi de infarto. Primero, hay que reconocer la anticipación, fue la remodelación de las delegaciones en el ayuntamiento de Pozuelo. Una crisis en la que no ganó nadie y perdieron todos. Una crisis de castigo, eso sí, barnizada de palabras altisonantes que trataban de ocultar el gran enfado con la gestión llevada a cabo.
Se castigó al “vice”, quitándole ese invento o dislate que es la “concejalía 2030”, porque dicen las malas lenguas había cierto enfrentamiento por aquello de los dineros.
También se castigó a Melgarejo quitándole el control de los grandes contratos del ayuntamiento. Se la tenía guardada desde “Filomena” y los de las “prórrogas” del contrato de la limpieza urbana ha sido la gota que ha colmado el vaso de la ya escasa paciencia de la alcaldesa.
Lo de Gil, que ha vuelto a coger las riendas de las fiestas, es para nota. No deja de ser una vuelta atrás, y además con el agravante de tener en su área al ínclito señor Magide, al que no debía saber dónde ubicarle y terminó por encasquetárselo a Pablo.
Se me podría decir que, con los cambios, el que ha salido reforzado es el concejal Rodríguez, que se hace con “medio ambiente” y con el control de los grandes contratos, pero eso no deja de ser un espejismo, porque de lo que se trata, de lo que verdaderamente se trata, es de tener esos contratos bien “supervisados” desde arriba y, para eso, bien vale David.
Las crisis siempre obedecen a un problema de gestión o de imagen, aun cuando no se termine por reconocer y se intente “vender la burra”. Sánchez la vende diciendo que la hace para afrontar la recuperación. Nunca reconocerá que la ha tenido que hacer porque todavía está dolido, y mucho, por el descalabro que sufrió en Madrid a manos de Ayuso.
Y aquí, en Pozuelo, pasa tres cuartos de lo mismo. Cuando las cosas funcionan, es mejor no tocarlas. Y si se tocan, es que no han funcionado bien, aunque se quiera disimular diciendo que se trata de dar un nuevo “impulso”.
Al final es preciso mover los peones, o sacrificarlos, para proteger las piezas principales. ¡Todo por la propia supervivencia política!
La diferencia entre la crisis del gobierno de Sánchez y la del gobierno Pérez Quislant, es que el presidente del gobierno puede buscar gente nueva, amortizar a algunos y poner nuevos rostros en el consejo de ministros.
En los ayuntamientos hay que bailar con los concejales que se tienen. No caben más cambios que los de las delegaciones.
Y eso, no deja de ser al final, más de lo mismo, que en este caso es poco, muy poco.
Don Agustín “el Fantasma del Torreón”