El Fantasma de D. Agustín recuerda lo que el Gobierno de Pozuelo se ha dejado atrás este año que termina y que significarían un gran avance democrático en esta ‘dictablanda’ que tenemos
Esta tarde no he tenido más remedio que bajar al sótano. Uno suele tener paciencia, pero todo tiene un límite. Y el mío lo he alcanzado hoy. ¡No podía más!
Alguien ha tenido la ocurrencia de situar el punto de partida del “trenecito navideño” al pie de mi torreón, junto a la que aquí llaman “la puerta de madera”.
Es una sucesión constante de voces, de exclamaciones. Es el griterío que procede de los niños y de los mayores que, impacientemente, aguardan turno para poder ocupar algunos de los asientos del convoy. Es el sonido que no se cansa de emitir su locomotora tanto a la llegada como a la salida.
Ya sé que estamos en Navidad. Y que estas cosas que se organizan, por ese motivo, son muy celebradas por los vecinos. Y este año, los que gobiernan, han decidido que, a falta de pan, convenía poner en marcha mucho circo. Tal vez los acompañe la razón, ¡vayan ustedes a saber!
Pero de una cosa sí que estoy completamente seguro. Y es que el lugar del emplazamiento de la estación ha sido elegido adrede. Quien ustedes se imaginan, lo ha hecho con la única finalidad de fastidiar mi tranquilo retiro. Creo que me la tenía jurada y ha aprovechado la ocasión para tocarme las narices.
Y ¡voto a Bríos! que lo ha conseguido.
Por eso me ha bajado al sótano, para escapar del constante bullicio y, de paso, buscar en el botiquín una pócima con la que tratar de aliviar el horroroso dolor de cabeza que me había producido tamaño alboroto.
Me senté cerca del archivo, esperando que el lenitivo fuera haciendo efecto y dejando que mi cabeza fuera recobrando el reposo. En esas estaba, cuando de pronto se me ocurrió una idea. ¿Y si les gastase a los vecinos una inocentada aprovechando la ocasión?
A partir de ahí, todo fue un torbellino de ideas. Podía anunciar que se iba a poner en marcha el tan demandado por la oposición Consejo Social de la Ciudad. O tal vez, que se estaba a punto de alumbrar el Reglamento de Participación Ciudadana. Ambas cosas exigidas por la ley y que se están incumpliendo flagrantemente, desde hace mucho tiempo, en esta villa.
Claro que, pensé, mucho más impactante sería decir que se había llegado a un acuerdo, por todos los grupos municipales, en la redacción de un nuevo Reglamento Orgánico del Pleno. ¡Eso sería una bomba!
También podría decir que, tras minucioso estudio, se había decidido, dar marcha atrás en el proyecto del mastodóntico aparcamiento del Parque Forestal Adolfo Suárez. O que, por fin, se iba a dar realmente comienzo a la recuperación de los cascos.
Fue pasando el tiempo y con la desaparición del dolor de cabeza, me llegó también la lucidez. Las inocentadas, pensé, por su propia naturaleza, aunque falsas deben ser creíbles y posibles. Y nada de lo que se me había ocurrido era factible que pudiese suceder en la Casa.
Nada de lo que se me había ido ocurriendo, conociendo el paño, se lo iba a creer nadie. Los vecinos pueden ser inocentes, pero solo hasta cierto punto.
Don Agustín “El Fantasma del Torreón”