El Fantasma de don Agustín critica el extraño relato fake de la cacicada musical y especula con el bolso rojo de la alcaldesa (en Las Cortes) lleno de cosas, incluido un nuevo Plan General
El silencio, a veces, es cómplice.
No se habla, no se quiere hablar, tal vez para intentar poner a salvo los propios intereses. Para no molestar y así no ser molestados. Es la autocensura, primer producto del miedo.
No se dan cuenta, torpemente no se dan cuenta, de que cuando se abre la veda, ya nadie puede sentirse a salvo. Todos pueden correr el mismo peligro.
Con el silencio, los hechos siempre lo demuestran así, lo único que se consigue es acrecentar el sentimiento de poder de algunos y su convicción de impunidad.
Y si, a ese silencio, se le añade el intento de crear un relato de sospecha, del “algo habrán hecho”, las sombras lo terminan por invadir todo. La maquinaria de producción, de eso que ahora llaman “fakes”, se encuentra a pleno rendimiento, y la campaña de descrédito realizada. No es nada nuevo, pero suele funcionar.
Pero no todo es triste por la villa. No todo van a ser los negros nubarrones que nos acechan. Esta semana, para “mayor gloria de”, hemos cruzado ese aprendiz de rio, que es el Manzanares, y Pozuelo se ha llegado hasta la sede de la soberanía popular. Bien es verdad que nos hemos quedado, de momento, en las escaleras, pero con el tiempo todo se puede andar.
Simplemente, es cuestión, me malicio, de mover bien los hilos y las amistades. Aunque parece que, por ahora, no corren buenos tiempos para ellas.
Nuestra primera edil se ha fotografiado, junto a otros alcaldes, a las puertas del Congreso. Bien es verdad que no se les podía ver las caras, al estar ocultas tras las mascarillas que impone la pandemia. Pero las imágenes son elocuentes Y su rotunda figura no puede, para casi nadie, pasar desapercibida.
Es más, por si algún despistado, que siempre los hay, no había caído en la cuenta, en otra de las instantáneas se hace acompañar de un desmesurado bolso rojo. Todos los ojos, indefectiblemente, no tienen más remedio que dirigirse hacia él y, por tanto, a quién lo porta con tanto arte y galanura.
Aunque tengo que reconocer que, a mí, ese bolso, no ha podido dejar de recordarme al que llevaba Mary Poppins en la película. Solo fallaba el color. Pero era un bolso del que se podía sacar cualquier cosa por grande que ésta fuera.
Tal vez llevaba en él ejemplares no distribuidos de la revista municipal para, con ellos, obsequiar a los otros alcaldes y, a la par, catequizarles acerca de lo que es una propaganda bien hecha. Eso sí, pagada con los impuestos de todos los vecinos.
Quizás se trataba del expediente de algún reciente desarrollo urbanístico. O, vaya usted a saber, si eran los esbozos preliminares del anunciado nuevo Plan General, sobre el que, sin ninguna duda, habrán trabajado ya hace tiempo los técnicos municipales.
Aunque por el volumen del bolso, lo que debía contener eran las solicitudes de licencias de obra que se acumulan de forma inmisericorde en las dependencias de Urbanismo, quién sabe si, durmiendo el eterno sueño de los justos.
Don Agustín “El Fantasma del Torreón”