El Fantasma de don Agustín comenta, agudamente, la reunión de la Junta de Gobierno Local: Para Quislant en solitario los gestos y la propaganda, las responsabilidades compartidas
Este año las golondrinas, en su retorno, han encontrado los balcones ocupados. Unas veces por los vecinos aplaudiendo a quienes pelean a diario contra la enfermedad. En otras, por esos mismos vecinos haciendo sonar sus cacerolas, que manifiestan de esta forma su descontento hacia los políticos responsables de la gestión de la crisis.
Raros y confusos son estos tiempos, que nos ha tocado vivir, en los que es preciso usar mascarillas para evitar el contagio y a la vez pretenden ponernos tapabocas para que no podamos decir en voz alta lo que pensamos.
Y en esas estamos aquí en “la Casa” mientras esperamos nuevos acontecimientos. Mientras esperamos y desesperamos porque la vida normal vuelva a adueñarse de estos, ya durante demasiados días, tristes pasillos.
Aunque he de reconocer que el otro día, estas dependencias recobraron parte de su actividad y no me resisto a contarlo.
Andaba yo ensimismado con las noticias contradictorias sobre eso que les ha dado por llamar “desescalada”, cuando empecé a escuchar algunas voces procedentes de la segunda planta. Al principio pensé que mis oídos me estaban jugando una mala pasada y que lo que me parecía oír, no eran sino meras alucinaciones auditivas, propias de mi ya avanzada edad. Pero ante su insistente repetición, quise salir de dudas y me acerqué presto a la zona.
No, no había sido mi imaginación. Algunos concejales estaban entrando en la sala de comisiones e intercambiaban impresiones entre ellos.
¡Córcholis, si son los tenientes de alcalde!, pensé para mis adentros.
Me armé de valor y me asomé discretamente a la puerta y pude ver lo que sucedía: ¡estaba reunida la Junta de Gobierno!
Por lo que pude ir escuchando más tarde, se trataba de aprobar un asunto relacionado con un desarrollo urbanístico de la villa. ¡Una cuestión nada menor, por cierto!
Y entonces, pese a mi torpeza, lo comprendí todo. Tanto la importancia de lo que estaban tratando como sus implicaciones eran, sin duda alguna, las causas que motivaban la reunión.
Diantre, ¿cómo iba asumir la primera edil la responsabilidad de aprobarlo en solitario?
-En estos casos, lo mejor es que estemos muchos, debió de pensar.
¡Y si hay que dejar sin efecto la advocación, se deja!
No vamos a parar mientes, que ya sabemos que estas cosas las carga del diablo, y es más conveniente que la firma sea la de un órgano colegiado.
Me alejé cuanto más rápido pude para evitar males mayores. Y mientras ponía pies en polvorosa iba pensando que lo que había presenciado no era nada nuevo, que no era sino más de lo mismo de lo que viene sucediendo desde hace tiempo por “la Casa”:
¡Los gestos y la propaganda en solitario, las responsabilidades compartidas!
¡Vayamos a tonterías!
Don Agustín “El Fantasma del Torreón”