En el Wanda-Metropolitano ganó el Barcelona porque, ante el cerocerismo, restó puntos a Madrid y Atleti. Por lo demás, hay liga. Arriba ya están los de siempre
Tengo para mí que el derbi Atleti–Madrid jugado el pasado sábado en el Wanda Metropolitano más que un choque futbolístico entre eternos rivales parecía que ambos equipos firmaron previamente un pacto de no agresión pensando, quizás, en lo larga que es la Liga.
Ambos equipos saltaron al campo preocupados de no cometer errores, en el que los porteros fueron los verdaderos protagonistas con una extraordinaria parada de gol, cada uno.
Zidane llenó de centrocampistas su medio campo por si volara sobre el Wanda el fantasma de 7-3 del pasado verano en Nueva Jersey. No fue así porque ningún equipo arriesgó.
Fue un derbi decepcionante, con fútbol rácano, entre dos equipos con fichajes de cien millones de euros.
Dos equipos cuya táctica era esperar el fallo del contrario, en el que tan importante es meter gol como que no te lo metan.
Al Atlético de Madrid le faltó ambición, jugaba en casa, estaba obligado a llevar la iniciativa. Sobre todo empujado por la afición colchonera que, como siempre, fue lo mejor del partido.
En definitiva, fue el partido del miedo y del conformismo después de oír a algunos de los protagonistas, como Oblak decir que hemos conseguido un punto.
No ganó nadie, en el Wanda ganó el Barcelona porque resta puntos a Madrid y Atleti.
Siete jornadas de Liga jugadas y arriba ya están los de siempre con la presencia del Granada que a ver lo que dura en lo alto de la tabla porque la Liga es muy larga.
José Antonio Rosa