La cirugía exacta y más segura, reduciendo las complicaciones, ya es una realidad en la Comunidad de Madrid (y no es el robot Da Vinci). Un artículo del doctor Juan José Granizo
Si a su cirujano le tiembla el pulso, ya no tendrá que temer lo peor. Siempre y cuando le opere asistido por un robot…
Desde hace años existen varios tipos de robots que pueden ayudar a los cirujanos en algunos tipos de operaciones de los que el más conocido es el Da Vinci, una máquina de procedencia estadounidense de la que hay unas 5000 unidades.
El primer centro de titularidad pública de España en disponer de un Da Vinci fue el hospital Clínico de San Carlos en 2006.
En 2012 el Hospital Rey Juan Carlos de Móstoles dispuso de otro y en este año la Fundación Jiménez Díaz ha puesto un tercero en servicio.
A lo largo de 2019 el Servicio Madrileño de Salud instalará otros seis en los hospitales de La Paz, 12 de octubre, Ramón y Cajal, Puerta de Hierro, La princesa y Gregorio Marañon.
Estos seis últimos se han instalado en régimen de alquiler durante ocho años y nos costarán unos 24 millones de euros según la prensa especializada.
El Clínico será un centro de formación internacional en cirugía robótica para cirujanos de Europa e Hispanoamérica, para lo que contará con otros tres robots Da Vinci que se utilizarán solo para docencia.
El Da Vinci es un robot de muy altas prestaciones, podríamos decir que es el Ferrari de la cirugía robótica y por su coste no es accesible a hospitales de un nivel más básico.
En realidad, es el único modelo de robot aprobado para su uso por la Food and Drug Administration (FDA) de los Estados Unidos, aunque hay otros tres sistemas en uso, más antiguos y más simples.
Esto era verdad hasta hace unos meses.
Hay una nueva generación de robots que son más simples, baratos y poseen una característica que ya quisiera el Da Vinci: son flexibles.
La Comunidad ha alquilado un sistema de estas características para el hospital Infanta Cristina de Parla, que se será el primero instalado en España. Por el momento, este robot flexible solo está operativo en Italia y Alemania.
Desde los tiempos del bisturí, todavía insustituible, la cirugía ha tenido dos grandes cambios, o “revoluciones”, como les gusta decir a algunos.
El primer gran salto fue la introducción de la cirugía laparoscópica, un procedimiento que eliminaba la necesidad de hacer grandes incisiones y que se ha convertido en la técnica de referencia en la cirugía de vesícula, articular, del intestino y ovarios, entre otros.
El segundo avance se produjo hace 20 años con la cirugía robótica.
Un robot no es una máquina autónoma del cirujano. Verdaderamente es el robot el que opera, pero es dirigido en todo momento por la mano del cirujano.
El robot se introduce en el cuerpo del paciente a través de pequeñas incisiones, como hace la laparoscopia, pero la cirugía robótica ofrece ventajas con respecto a la cirugía laparoscópica convencional.
Por ejemplo, ofrece una visión tridimensional del campo quirúrgico lo que permite al cirujano solventar cualquier imprevisto con mayor destreza, permite tener mucha mayor movilidad dentro el paciente, posibilita el empleo de instrumentos articulados, reduce casi por completo el temblor y el cirujano trabaja sin hacer esfuerzos físicos, sentado en una posición muy cómoda que reduce la fatiga. Algo muy a tener en cuenta tras un día de quirófano.
Estas mejoras permiten manipular los tejidos y operar de forma más precisa, así como mejorar los resultados obtenidos en los pacientes. En resumen: la cirugía es exacta y más segura, reduciendo las complicaciones.
La mayor limitación de la cirugía robótica es la rigidez de los dispositivos que emplea, algo que se está resolviendo con la nueva generación de robots flexibles que permitirán llegar a espacios anatómicos que son inaccesibles a la cirugía convencional, si no es haciendo una incisión, aprovechando orificios naturales del cuerpo.
En definitiva, se podrán operar algunas enfermedades sin hacer una cicatriz visible. Es la denominada “tercera revolución” de la cirugía.
Aunque la cirugía robótica se ideó para operaciones de corazón, el campo donde ha causado un mayor impacto ha sido en Urología, donde ha demostrado una enorme expansión en intervenciones sobre el riñón o el cáncer de próstata.
Hoy en día, más del 85% de las resecciones radicales de próstata realizadas en Estados Unidos se realizan con asistencia robótica.
Sin embargo, todas las especialidades quirúrgicas se han visto beneficiadas por la cirugía robótica, desde la oftalmología a la otorrinolaringología.
No todo son ventajas y no faltan críticos. La colocación del paciente antes de la cirugía puede llevar un largo rato, con lo que el tiempo invertido por persona, puede ser mayor que con una técnica más antigua. Durante este tiempo el quirófano está sin uso y eso a largo plazo, reduce el número de pacientes operados diariamente en una sala.
Recientemente se publicaba un estudio que venía a decir que la reducción de las complicaciones del Da Vinci no era “rentable”, debido al elevado coste del robot.
Este trabajo se baja en operaciones hechas hace años. Como en toda tecnología, la generalización de su uso ha incidido en una reducción de precios en los últimos años. Por otra parte, el impacto económico de las complicaciones es difícil de medir.
El caso es que la cirugía robótica es una realidad que viene para quedarse y aunque sus costes sus importantes, una cuidosa selección de los pacientes que más pueden beneficiarse con su uso puede hacer de ella una técnica rentable.
Los pasos que ha dado la Comunidad para poner en marcha esta tecnología nos permitirán coger a tiempo ese tren, que no ha hecho más que arrancar.
Juan J. Granizo, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública