Elegía a Manuel Allende, un hombre bueno que vino a Pozuelo con la diáspora vasca de los años del terror y que tenía tantas ganas de volver a Bilbao que se dejó llevar por su corazón
No sé por qué pero la muerte siempre me roba las palabras. Es como una maldición. Desde chico. Desde bien joven siempre que he querido hablar de la muerte me he quedado sin palabras… Siempre. Hoy, por ejemplo, quiero hablar de la muerte del concejal de Pozuelo de Alarcón Manuel Allende y no puedo. Y solo me queda el viejo recurso de acudir a Miguel Hernández. Solo tenía 42 años…
“Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo”.
O acercarme a Blas de Otero, su paisano bilbaíno:
“Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte”.
Pero no quiero usar esa vieja técnica de viejo guionista. La usé demasiadas veces. Quiero hablar de Manuel Allende. Yo. Quiero hablar yo de un hombre pequeño, bajito de estatura porque su gran corazón le había impedido crecer. Quiero hablar de un hombre bueno, en el buen sentido de la palabra, bueno, del que hablaba Antonio Machado… Pero me cuesta tanto…
Quiero hablar de un hombre que vino a Pozuelo huyendo del horror que imponían los de la yerba mala, allá por 2001, en aquella diáspora vasca de la que ya nadie se acuerda y los que se acuerdan quieren reescribir… Malhaya la hora.
Espero que no lo consigan. Porque si terminan cambiando aquella terrible historia, buscaré la soleá de Manuel Alcántara…
“Si otros no buscan a Dios
yo no tengo más remedio:
me debe una explicación”.
Y en Pozuelo, Manuel Allende se hizo pozuelero. Como la gran mayoría de sus vecinos. Como yo. Como tú. Y más pozuelero que nadie porque vivió para servir a los demás convecinos. En Pozuelo no se mira de dónde eres sino qué haces por esta villa…
Lo decía Facundo Cabral…
“No soy de aquí, ni soy de allá
No tengo edad, ni porvenir
Y ser feliz es mi color
De identidad…”
Manu fue feliz en Pozuelo… Cerca de Andrés Calvo-Sotelo en el Ayuntamiento y al lado de Félix Alba en el partido. Nunca decía que no… Se sentía vasco pero eso no importaba. Nunca tuvo un mal gesto… Se le veían ganas de volver a Bilbao pero las disimulaba. Nunca una palabra más alta que otra… Siempre servicial, amable, sencillo, conciliador…
Y un día, sin que nunca lo llegase siquiera a pensar, dimitió Andrés, su amigo, y por esas cosas del destino, Manuel Allende era el siguiente en la lista… Y le hicieron concejal… Pero él siguió siendo el mismo… Ya no era asesor, era concejal… Todo un concejal. Pero nunca dijo que no… Nunca tuvo mal gesto… Nunca una palabra más alta que otra… Siempre fue servicial, amable, sencillo, conciliador… Manu, el amigo…
“Vivan las buenas personas
Que vivan las buenas gentes
Esas que nunca traicionan
Esos que nunca te venden”
Lo cantaban los Amigos de Gines y lo retrataban sin conocerle.
“Quien nace con esa suerte, decía también esa misma Sevillana, ese va derecho al cielo”.
Y al cielo se nos ha ido Manuel Allende, Concejal de Pozuelo de Alarcón.
Quería volver a Bilbao y no sabía cómo… Su corazón le mostró el camino.
Para terminar, vuelvo a su paisano Blas de Otero…
“Mucho he sufrido: en este tiempo, todos
hemos sufrido mucho.
Yo levanto una copa de alegría en las manos,
en pie contra el crepúsculo.
España, no te olvides que hemos sufrido juntos”.
Descansa en paz en tu tierra, concejal… En Pozuelo, sigues vivo…
El Capitán Possuelo