Crónica del Pleno de diciembre: La alcaldesa pierde el pudor y mira su móvil 123 veces en 135 minutos. ¿Quién le mandaba mensajes, dime quién era? ¿O jugaba al Candy Crush en línea?
Hacía dos años que no asistía como público espectador a un Pleno del Ayuntamiento de Pozuelo de Alarcón. Son muy temprano, suele hacer frío y yo ya estoy en primero de vaguería… Cosas de la edad. El caso es que dejé de ir y nunca debí cometer semejante error. Me perdí lo mejor de la legislatura.
Y merece la pena asistir porque los Plenos en Pozuelo son un espectáculo colosal, digno de hacer una crónica a la vieja usanza. Una crónica de ambiente. Y no tanto por lo que dicen los concejales sino por cómo lo hacen. Los gestos que realizan y los movimientos con un libro abierto de la política pozuelera.
Ver el Pleno por internet, en cambio, es frío al no tener una realización personalizada. En la pantalla solo se ve al que habla y no se observan los gestos de los demás, que es donde está la sal del espectáculo. Ayer, por ejemplo, la alcaldesa-presidenta mostró todos los defectos, en vivo y en directo, que demuestran su escaso talante político, su poco interés por Pozuelo y, sobre todo, esa actitud perdonavidas que caracteriza a los “sobraos” . A ella. Y lo peor de todo es que la alcaldesa ya ha perdido el pudor. Ya todo le importa un carajo y no se tapa lo más mínimo.
Pero vayamos por partes que diría Jack el Destripador, porque la cosa tiene perenguendengue.
Tras ver en directo el Pleno de diciembre, debo iniciar esta crónica ambiental partiendo de una cosa tan clara como el caldo de un asilo: A la alcaldesa Quislant le importa la política de Pozuelo lo que a mí el aranés. Y el Pleno, más o menos, lo que me importa a mí la influencia de la mosca rastrojera en la fecundación del perejil. O sea, nada.
A ella lo que le importa es el móvil. Su móvil. Durante los 135 minutos que duró el Pleno, la señora alcaldesa-presidenta consultó su aparatito 123 veces. Contadas. Y creo que me quedo corto porque en esa cifra no están contabilizadas las veces que lo miró cuando, se supone, tuvo un apretón a las 9,37 y tuvo que ausentarse. Porque se lo llevó con ella. Nada sin mi móvil. Volvió a las 9,41 y, si a esos cuatro minutos le aplicamos una simple regla de tres, salen casi cuatro miradas más.
¿Qué mensaje esperaba Susana en el móvil mientras el PSOE hablaba de los graves problemas de Pozuelo Estación y Paloma Tejero ajustaba su TomTom…?
¿O cuando Ciudadanos se liaba explicando algo de las rutas escolares o vaya usted a saber qué porque no me aclaré mucho y el Gobierno, en general, echaba unas risas porque les pasaba lo que a mí?
¿O cuando Somos Pozuelo pedía algo relacionado con los consejos escolares, que ya quería el alcalde Martín Crespo en el 1984, y Oria ponía la misma cara de interés que las vacas cuando miran pasar el tren?
Claro que también puede ser que la alcaldesa-presidenta no esperase llamada alguna y que su atención al móvil provenía de una partida Candy Crush On Line, que diría Ulecia…
A fin de cuentas, ERE ya la llama menos. Empieza a no ajuntarse con la alcaldesa porque su paraca Manolito Moreno está hasta el gorro de la señora y ya comienza a pasar informes desfavorables. Y o más sospechoso es que Eduardo Oria, ese chico para todo, parecía que le cuchicheaba jugadas que debía…
La falta de respeto de la alcaldesa al Pleno siempre ha sido tremenda pero ya, con su valido cerca, la cosa ha pasado a ser pera limonera. Eduardo Oria, desde su ascenso, se ha convertido en el sostén de la alcaldesa, dicho sea sin doble intención.
Lo de Oria es el ejemplo claro del español al que le dan una gorra y se cree Douglas MacArthur. (Baja de la nube, chico, que has apostado por un caballo perdedor…)
Reconozco que estoy algo escandalizado con todo lo que vi ayer. Al menos, con Félix Alba se mantenían las formas en la mesa presidencial. Ahora, en esa tribuna solo falta que uno de los dos mandamases ponga los pies sobre la mesa. Y todo se andará. Las posturitas de ambos eran de mesa de brasero. Toda una locura.
Y es que, mientras los portavoces de la Oposición sudaban la camiseta y se ganaban el sueldo, el Gobierno pasaba olímpicamente del tema. La presidenta y el portavoz cuchicheaban, la portavoz adjunta reía y al resto de concejales del PP se les abría la boca o se levantaban a orinar para espabilarse… Creo que alguno se durmió. Si, se durmió. Tengo que mirar bien las fotos que saqué, pero lo cierto es que también les importaba un carajo…
Y entre abandono del salón de pleno y bostezo discurría la sesión, cuando, en un momento y de sopetón, Maite Pina levantó la voz, se puso en su sitio y le dijo a la risitas: Señora Ruiz Escudero, me atiende o lo dejamos…
Wow, un escalofrío lo recorrió todo… La tensión del ambiente pasó a DEFCON 1 y el aire se podía cortar con un cuchillo de madera…
Y ahí volvió a salir esa extraña tendencia hacia lo vulgar tan característico de Susana Pérez Quislant (malhaya la hora, Adrados. No te lo perdonaré nunca) y que ha repetido en muchas ocasiones…
Susana Pérez Quislant, que andaba a su móvil y al cuchicheo con su valido, tomó conciencia de la situación y, dejando la partidita, dijo: No se preocupe Maite, es mujer y puede atender dos cosas al mismo tiempo.
Yo, en ese instante, pedí a la tierra que me tragase. Era imposible soportar tanta vergüenza ajena. Pero el cielo no me oyó. Y aún tuve tiempo de oír, minutos más tarde, como el TomTom de Paloma Tejero, ya ajustado al recorrido navideño que va a llevar a cabo, le decía a la concejala de Movilidad: “Gire 100 metros a la izquierda…” El acabose.
Al final, risas. Miguel Ángel Berzal le echó una mano y dijo que la cosa formaba parte del Plan de Movilidad de la concejala.
Para terminar, la dimisión de Andrés Calvo Sotelo. Un secreto a voces. No será el último concejal que se vaya. A veces, la dignidad política cotiza por encima de los 66.000 euros.
El Capitán Possuelo