El Aspergillus se ha puesto de actualidad en Fuenlabrada y, aunque su impacto en la salud esté limitado, tenemos que acostumbrarnos a convivir con él. Un artículo del doctor Juan José Granizo

La semana pasada nos sorprendió la noticia del cierre de la UCI del Hospital de Fuenlabrada. Al parecer, dos pacientes de cuidados intensivos se habían infectado (y existían dudas con otros dos) por un hongo de curioso nombre: aspergillus.
En primer lugar, hay que saber que no es hecho excepcional y que ocasionalmente se producen estos casos, aunque pasen desapercibidos a la opinión pública. Quizás el cierre de la unidad, para facilitar los trabajos de limpieza y descontaminación resulte lo más llamativo del caso.
El culpable de este desaguisado es el pobre Aspergillus, un hongo que resulta ser una de las criaturas más ubicuas del planeta. Hay unas 600 especies de aspergillus pero desde el punto de vista de la Medicina la más importante es el Aspergillus fumigatus.
Fue identificado por primera vez por el científico italiano Pier Antonio Micheli en 1729, siendo el primer hongo microscópico que se describe en la historia. Su nombre deriva de su parecido con el instrumento usado para asperger agua bendita.
Es un hongo cuya estructura está formada por filamentos en cuyos extremos están los órganos sexuales de los que se desprenden esporas con las que se reproduce. Las esporas son transportadas por el viento y al caer sobre una superficie, si se dan las condiciones adecuadas, se desarrolla un nuevo individuo.
Los Apergillus se pueden encontrar en todo el planeta, literalmente, en cualquier sitio, pero es muy frecuente en la zona húmeda y templada, especialmente en bosques. Los trabajos de movimiento de tierras, limpieza de montes o el procesado de productos vegetales movilizan grandes cantidades de esporas.
En los hospitales, los Aspergillus puede venir de tres fuentes: tradicionalmente la ejecución de obras en el hospital o su entorno y -en concreto- el movimiento de escombros han sido un quebradero de cabeza, pues sobre las paredes y superficies se adhieren las esporas.
En los últimos años se han generalizado los sistemas de ventilación. Estos equipos se pueden contaminar por Aspergillus. Para prevenirlo las unidades críticas o de alto riesgo disponen aire filtrado por uno o varios filtros de alta eficacia (HEPA), además de precisar de un esmerado mantenimiento. Por último, los fallos en la limpieza o desinfección de equipos podrían ser origen de Aspergillus más raramente.
En las zonas rurales hay ingentes cantidades de esporas de Aspergillus e incluso en la ciudad todos respiramos diariamente cientos de ellas sin que suponga ningún problema para salud. De hecho, Aspergillus es un microorganismo de escasa virulencia y para que produzca enfermedad es imprescindible que el sistema inmunitario esté gravemente deprimido.
En las UCI, además, muchos pacientes necesitan ventilación mecánica con lo que indica que el pulmón está en unas condiciones extremas. Este es un medio ideal para el crecimiento de este hongo, pero pese a todo, su aparición sólo es esporádica.
El cuadro clínico más grave es la aspergilosis invasora, cuando el hongo crece en un tejido que debería ser estéril (lo más habitual es que sea el pulmón). Es una enfermedad que requiere una severa inmunodepresión previa. Este cuadro es agudo y tiene una alta mortalidad, pero afortunadamente es bastante raro.
Además de la aspergilosis invasora, pueden existir formas de evolución crónica y más benigna (generalmente afectando sólo al pulmón) y otras enfermedades como son la aspergilosis broncopulmonar alérgica y la colonización de cavidades pulmonares, como bullas o cavernas producidas por enfermedades previas, como la tuberculosis.
Esta última no es propiamente una enfermedad. Es importante diferenciar la colonización de la infección: la primera no supone enfermedad, tan solo la presencia de un microorganismo sin síntomas patológicos, mientras que la infección es un paso más allá en la gravedad al darse signos de invasión del tejido.
Todas estas formas menos graves son típicas de pacientes con enfermad pulmonar crónica (EPOC) que toman grandes dosis de corticoides como antiinflamatorios.
No hay vacuna disponible y el tratamiento con medicamentos, los denominados antifúngicos, además de tener un coste astronómico tiene importantes efectos adversos, por lo que la prevención es la mejor arma.
Cualquier persona con un saludable sistema inmunológico nunca se vera afectado por Aspergillus, e incluso para los que los sus defensas están debilitadas, el riesgo es comparativamente pequeño.
En los hospitales hay sistemas de control de la calidad del aire en quirófanos, UCIs y zonas críticas, por si los sistemas de mantenimiento fallaran y en cuanto se detectan Aspergillus se toman medidas correctoras. En general, podemos estar tranquilos, pero tenemos que acostumbrarnos a vivir con el Aspergillus, aunque su impacto en la salud esté limitado a una creciente población de personas con su inmunidad alterada, ya que su erradicación de la naturaleza no solo es imposible, si no que sería una catástrofe para el sufrido medio ambiente de la Tierra.
Juan J. Granizo, Doctor en Medicina, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública