Conspiraciones: Los poderes malignos que nos ocultan la verdad y dirigen el mundo

Quien me conozca un poco no creerá este titular. Y en verdad no formo parte de la banda de los conspiranoicos. Cierto que a lo largo de mi vida profesional he conocido personalmente a unos cuantos de los más populares cuyas peregrinas teorías han suscitado mi permanente curiosidad. No citaré nombres, puesto que siempre me resisto a los ataques “ad hominem”, pero siempre me ha generado una gran curiosidad observar cómo personas cuya actitud y forma de razonar ante la vida era normales, pero que mantienen en sus cerebros áreas de irracionalidad que en algunos casos calificaría de patologías si no fuera porque me lo impiden mis insuficientes conocimientos de psicología.
Antes que nada, señalar que entre esta gente existen dos tipos bien definidos. Unos son personas totalmente sinceras, que creen a pie juntillas en las terribles conspiraciones que denuncian. Y otros, la mayoría, vividores que se embolsan buenas cantidades de dinero con plena consciencia de las fantasías que alimentan en las gentes crédulas. Libros, revistas, películas, documentales, reportajes y un largo etcétera, un abismo en el cual poco a poco han ido cayendo incluso empresas y medios de comunicación que hasta hace poco, gozaban de una reputada seriedad y rigor. Tal ha sucedido, por ejemplo, con National Geographic o con Discovery Channel, que actualmente exhiben abiertamente y con total impudicia los más groseros bulos con tal de engrosar sus arcas.
¿Cómo? ¿No sabéis de que conspiraciones os hablo? Seguro que sí. Son las que aseguran con hechos supuestamente ciertos y probados que Kennedy fue asesinado por los Servicios Secretos. Por cierto, los mismos que patrocinaron el atentado que pulverizó las Torres Gemelas pero que no provino del mundo islámico. O la Fuerza Aérea norteamericana que nos ha venido ocultando durante años el famoso Incidente de Roswell, con OVNI y un escuálido ejemplar de alienígena incluidos. Los pobres yanquis se llevan siempre la palma, porque también trataron de hacernos creer que las misiones Apolo habían ido y vuelto a la Luna, pero que en realidad no salieron de un estudio de filmación donde las imágenes de nuestro satélite apenas eran algo más que un decorado (por cierto, asesorado nada menos que por Spielberg). No, no es una broma. Casi la tercera parte de la población estadounidense cree en esa falacia.
Pero mucho más largo fue el período durante el cual esas mismas FFAA crearon una no pequeña paranoia en el mundo dando burdas explicaciones sobre los avistamientos de OVNIS, que algunos inocentes aseguran fue sólo un intento de camuflar las numerosas misiones de aviones secretos que se probaban durante la Guerra Fría como el U-2 o el RS-71.
Basta ya de extraterrestres. Ellos, que aún no sabemos si proceden de alguna lejana galaxia, del centro de la Tierra o son viajeros en el tiempo procedentes del futuro, o acaso de alguna dimensión aún desconocida, están entre nosotros desde hace mucho, desde tiempos bíblicos o anteriores. Actualmente colaboran de forma secreta con científicos o militares en un provechoso intercambio de tecnología que acaso pronto nos permita curar el cáncer, volar como Superman o viajar a la estrella más lejana en un suspiro. Quizá las autoridades nos los ocultan para evitarnos un mal trago, porque feos lo son un rato. ¿O nadie ha visto los numerosos vídeos de Youtube donde ciertas personas se transforman en Reptilianos que nos miran con rasgados ojos codiciosos? Pues mucho ojo, porque quizá esa preciosa chica que acabas de conocer, un día en la oscuridad de un sombrío callejón te devore, como aquellos protagonistas de la serie “V”.
Bueno, y eso que hasta ahora sólo hemos hablado de las conspiraciones USA-aliens. Porque luego están las puramente terrestres. Los Illuminati, el Club Bilderberg, el retorno de los Templarios, los neonazis que esperan la resurrección de Hitler o algún clon creado por ingeniería genética, y hasta la gran conspiración judeo masónica denunciada ya en 1902 con la publicación de aquél montaje antisemita conocido bajo el nombre de Protocolos de los Sabios de Sión.
Pero bueno, ¿en realidad no existe ningún grupo que pretenda dominar el mundo? Por supuesto que sí. Pero sus intenciones y sus fines están bien a la vista. Ahí tenemos a la reciente creación del Estado Islámico, cuya finalidad es convertir a toda la población mundial a su religión. Sus métodos pueden ser muy duramente calificados, pero difícilmente considerados como secretos. Tampoco se ocultan demasiado los gigantes de la informática como Microsoft, Apple, Google, Facebook y demás grupos sociales. A todos ellos les gustaría saber todos nuestros datos, pero sobre todo nuestros hábitos de consumo para vendernos todo lo imaginable. Y es más que posible que, dada su tremenda capacidad para procesar datos, a veces se metan en terrenos más pantanosos.
Seguramente más de una vez han sido ocasionalmente colaboradores en algún trabajillo sucio de poderosas instalaciones oficiales como Echelon, dirigida por la NSA. Echelon, que en su jerga describe su trabajo como “Control estratégico de las telecomunicaciones” según Wikipedia, es “la mayor red de espionaje y análisis para interceptar comunicaciones electrónicas de la historia” siendo capaz de “capturar comunicaciones por radio y satélite, llamadas de teléfono, faxes y correos electrónicos en casi todo el mundo, estimándose que ECHELON intercepta más de tres mil millones de comunicaciones cada día”. Sus fines fueron puestos de relieve cuando, en 2001, el Parlamento Europeo emitió un informe «considerando que no hay ninguna razón para seguir dudando de la existencia de un sistema de interceptación de las comunicaciones a nivel mundial. La finalidad del sistema es la interceptación, como mínimo, de comunicaciones privadas y comerciales, y no militares».
Un poco de calma, que nunca viene mal. Naturalmente, la característica más destacada de una conspiración es que se mantenga en secreto. Personalmente nunca entendí como quizá la operación más secreta que jamás se llevó a cabo, que fue el diseño y construcción de una bomba atómica, se destapó y extendió hasta el punto de que pocos años después varias naciones ya disponían de su propio arsenal nuclear. Para bien o para mal, la explicación se me ha hecho comprensible al leer las conclusiones de un matemático de Oxford llamado David Robert Grimes. Varios medios de comunicación y páginas web nos han explicado que, según Grimes, la fórmula matemática que ha creado tiene en cuenta que mantener secretos en grupo depende de cuantas personas integren el colectivo y durante cuánto tiempo podría un “soplón”, por intereses políticos, económicos, o simplemente por ser un bocazas, no divulgar lo que allí se está cociendo.
Así, si el viaje de los Apolo a la Luna hubiera resultado un elaborado montaje audiovisual, habría hecho falta el silencio permanente de TODOS los entonces 411.000 trabajadores de la NASA por más de 3 años, período tras el cual se habría descubierto el pastel. Casi el mismo tiempo en el que si no se hubiera descubierto que el Cambio Climático fuera resultado de una conspiración internacional, habría que haber contado durante esos tres años con la discreción de los 405.000 investigadores que trabajan en el tema. Grimes acaba concluyendo que “Para un complot que dure cinco años, el máximo de personas que se podrían involucrar son 2.521. Para guardar el secreto durante más de una década debe haber menos de 1.000 personas, y un engaño que dure un siglo exige no superar los 125 colaboradores”.
Y para acabar, un razonamiento mucho más pedestre que aporto de mi cosecha. Si tantos grupos y organizaciones secretas estuvieran compitiendo por el dominio del mundo, a estas alturas las mayores batallas que deberían estar librando sería entre ellos mismos. Igual que para Gila no había “balas para todos”, en su caso, no hay suficiente mundo como para que todos lo dominen al tiempo.
Os repito, una vez más -y procurad no olvidarlo- que en los medios de comunicación se considera que “una buena noticia no es noticia”.
Poseso.
Abelardo Hernández